Los días pasaron tan lentos, tal vez eran mis ansias de volver a ver a Aitor o quizás la razón era que no tenía muchas actividades que hacer en la casa de mi madre.
Era un tanto abrumador estar encerrada, y por más salidas de compras o juegos de mesa que me obligaban a jugar, mi ansiedad no se calmaba.
En cierta forma la comodidad que antes sentía al estar aquí se había ido disminuyendo sin notarlo. Antes solía estar horas y horas frente al televisor, comiendo cualquier cosa y charlando tonterías con mi mamá, ahora las cosas habían cambiado.
No podía decir que fue ella la que cambió, porque sabía claramente que había sido yo. Ya no