Algún tiempo antes«¿Repite lo que acabas de decir?».Mateo Valenzuela miró a su asistente, Esteban Domínguez, con una mirada afilada. El hombre de mediana edad, que había trabajado para su familia desde que él era un bebé, le sostuvo la mirada con su habitual expresión y tono imperturbables.«Su prometida, la señorita Alina Santoro, ha desaparecido».«¿Desaparecido?», repitió Mateo. No porque tuviera problemas de audición, sino para asegurarse de que las palabras de su asistente eran correctas. «¿Ella desapareció?». Repitió, y Esteban volvió a asentir.«¿Cómo se atreve a desaparecer un día antes de la boda? ¿Acaso pretende humillarme?», preguntó con un tono helado que, por lo general, lograba desestabilizar a sus oponentes. Pero no a Esteban, porque conocía muy bien el carácter de su amo.«El informante dice que su prometida salió para hacerse un tratamiento hace dos días, pero no ha regresado».Mateo bufó. Se recostó en el respaldo de la silla con una sonrisa siniestra en el rostro.
Leer más