La revelación de que Elizabeth Radcliffe había asesinado a su propio marido, el padre de Alec, dejó a todos en un estado de shock helado.Alec sentía que el suelo se movía bajo sus pies. El rostro que miraba a su madre a través de la sala ya no era de ira por la traición, sino de un horror absoluto. Elian, su abogado, intentó agarrarlo del brazo, pero Alec se soltó, su única ancla era Miranda. Ella, pálida y con la mano temblando, lo sostuvo con todas sus fuerzas.—Alec, respira. Mírame —le suplicó Miranda, susurrando.El juez, golpeando el mazo con desesperación, declaró el receso de emergencia. La fiscalía se abalanzó sobre Beatrice, mientras la defensa de Elizabeth se desmoronaba ante la magnitud del nuevo cargo.En medio del tumulto, Alec apenas registraba el movimiento. Su mente se había ido años atrás: la noticia de su muerte, los funerales, el dolor de la pérdida... todo manipulado. Su madre no era solo una mentirosa; era una asesina.Elian y Miranda lograron sacar a Alec de la
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