Capítulo 61|| Punto de vista de Bellona ||«¡Déjame ir! Este es mi negocio. Se supone que yo debo encargarme de esto, Dante».Insistí en ir a ver cómo estaba la situación. Dante se negó a dejarme sola, ya que la policía estaba involucrada en este asunto. Intentó convencerme, sujetándome la mano.«Cariño, no te precipites. Déjame ver primero cómo está el asunto».No me quedaba paciencia. Era mi mayor negocio desde que me había hecho cargo de Black Pirates. No iba a perderlo en un juego tonto. Vi unas esposas sobre la mesa. Cuando Dante se distrajo, las utilicé para esposarle las manos antes de salir corriendo.Dante me gritó, pero no me importó. Ya estaba corriendo hacia el coche que me esperaba. Leo ya estaba dentro. No lo había visto en varios días y su estado de ánimo parecía haber empeorado por algo. Le pregunté después de subir al coche:«¿Adónde? ¿A la comisaría?».Leo negó con la cabeza, agarrando el volante con fuerza.«¡No! Tenemos que capturar al alcalde. La policía no puede

Capítulo 63|| Punto de vista de DANTE ||«¿Qué quieres? ¿Qué te hará dejar de ser mi enemigo?»,le pregunté fríamente, mirando a mi abuelo. Ni siquiera se sorprendió al verme allí, como si esperara mi llegada. Contuve mi ira y esperé su respuesta.Dejó el cigarro con calma y soltó sin dudar:«¡El legado! Eres mi único legado y no puedo verte sin hijos. Divórciate de ella o quédate con ella, tú decides. Pero debes tomar a otra mujer».Solté una carcajada, no podía creer que fuera él quien una vez me obligó a casarme con ella. Inclinándome sobre el sofá, respondí con firmeza:«No la voy a dejar, ni voy a tomar a otra mujer. Si quieres declararme la guerra, dímelo a la cara. Te enseñaré a luchar como un caballero».Su rostro se ensombreció al oír mis palabras. Cuando me giré para retirarme, varias balas silbaron a mi alrededor. Me agaché, escondiéndome detrás del sofá, y subconscientemente busqué mi propia pistola. En pocos minutos, los cadáveres de mis hombres yacían a mi alrededor. Mi

Capítulo 65|| Punto de vista de Bellona ||Aparqué el coche delante de la tienda mencionada. Era una gran floristería situada en la ciudad. El remitente de esas rosas estaba cerca. Entré corriendo en la tienda y me detuve delante del propietario. Él me preguntó nervioso:«¿En qué puedo ayudarla, señorita?».Jadeando pesadamente, le pregunté con voz suplicante:«Estoy buscando a una persona. Él o ella compró flores aquí. ¿Recuerda haber vendido un ramo de rosas blancas?».El propietario me pareció absurdo. Tras esbozar una débil sonrisa, se disculpó:«Lo siento, señora. Soy ciego y aquí no tenemos cámaras de seguridad. Tenía una asistente que se ha ido a comer. No puedo ver las caras».Me invadió la decepción. Le di las gracias antes de marcharme y volví a mi coche. El mundo era muy extraño. El remitente había elegido comprar en una tienda cuyo propietario era ciego.Llamé a Leo, cuya voz apenas se oía por encima de la música alta.—¡Leo! Necesito que envíes a algunos guardias a la tu

Capítulo 67|| Punto de vista de Bellona ||«¿Qué te parece? ¿Estoy elegante?»,le pregunté a Dante, mientras luchaba con mis pestañas pintadas. Él bajó la revista y me miró de arriba abajo. Sus ojos se oscurecieron un poco y brillaron con un destello travieso.Se inclinó, se humedeció ligeramente los labios y respondió:«Es perfecto. No pareces una princesa de la mafia».Puse los ojos en blanco ante su comentario. En serio, no siempre parecía tan asustada. Para el evento de hoy, llevaba un vestido azul marino sin mangas y con la espalda descubierta. Dante quería que fuera elegante, ya que la realeza prefería un cierto tipo de estilo de ropa. Opté por algo sencillo y lujoso.Dante se incorporó de la silla y gruñó después de echar un vistazo a mis pechos:«Vamos, nena, o te voy a follar aquí mismo».Me mordí los labios de forma seductora, pero no me atreví a provocarlo. Llegábamos tarde y la fiesta de hoy era la más importante para nosotros.Fuimos juntos en coche a la fiesta. Como era

Capítulo 69En el corazón de la gran biblioteca, rodeada de imponentes estanterías repletas de tomos antiguos y la suave luz de las velas, una discusión alcanzaba su punto álgido. Las altas ventanas arqueadas dejaban entrar los últimos rayos del sol poniente, proyectando largas sombras por toda la sala.La voz de Dante, normalmente tranquila y serena, ahora estaba tensa por la frustración. «¿Cómo has podido ocultarnos algo así, Valeria? ¿A tu propia familia?».Valeria, de pie junto a la gran mesa de roble en el centro de la sala, parecía pequeña y desafiante, con los ojos brillantes por una mezcla de culpa y rebeldía. «No creí que fuera algo que necesitaran saber», replicó con voz ligeramente temblorosa.Bellona, que había permanecido en silencio hasta ese momento, finalmente encontró su voz. «Valeria, esto no se trata solo de ti. Esto nos afecta a todos. Somos tu familia. Teníamos derecho a saberlo».Valeria se volvió hacia Bellona, su expresión suavizándose ligeramente. «Lo sé, Bell