Dos años después, el proyecto de ayuda llegó a su fin.Hugo y yo regresamos a la Manada de la Luna Roja, donde celebramos nuestra ceremonia de apareamiento, rodeados de nuestras familias.Hugo me tomó de la mano, la felicidad brillando en su cara.—Qué bueno que te seguí hasta la Manada del Arroyo. Si no, ¿cómo habría encontrado a alguien como tú?—¿Y ahora quién es tu compañera entonces? —le respondí, jugando con él.Él no dijo nada, solo entrelazó sus dedos con los míos y acarició mi cuello suavemente, una y otra vez, con ternura.Durante la ceremonia, bajo el testimonio de la Diosa de la Luna, intercambiamos los símbolos de unión y nos besamos, mientras todos aplaudían.En la fiesta, Hugo me abrazó, protegiéndome de los que venían a brindar por nosotros.En ese momento, una felicidad indescriptible me llenó por completo.Finalmente entendí que también merecía ser amada de esa manera, sin condiciones, sin que nada más importara.Esa noche, ya en la cama, compartimos nuestros sentimie
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