Capítulo 22Los seis meses de aislamiento autoimpuesto, de inmersión total en la maternidad, terminaron con la despiadada ley de la escasez. Mi fondo de emergencia, ganado con el sudor de la estrategia y el cansancio, se agotó. Era el momento de volver a la guerra profesional, esta vez, con un contrato de por medio: Leo.Mi vida se bifurcó en dos realidades extremas. Por la mañana, en la guardería de medio tiempo que me dolía en el alma pagar, Leo era un explorador feliz, un huracán de energía de ojos inquisitivos. Por la tarde, yo era una asesora de gestión de proyectos remota para una consultora pequeña, sentada en mi mesita plegable, con el pulso firme que me había enseñado Daniel. El contraste era un combustible constante: millones en mi cerebro, fideos instantáneos en mi estómago.El tiempo se escurrió de mis manos, no en meses, sino en pausas ent
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