Capítulo 119. El mensaje de Aylin La casa estaba en silencio. Ian y Clara dormían profundamente en sus camas, y Elara descansaba en su cuna, envuelta en las mantas que mi madre había dejado cuidadosamente dobladas alrededor de ella. La noche había caído por completo, y con ella, un silencio que parecía pesado, como si el mundo mismo contuviera la respiración. Me senté en el sofá de la sala, con el teléfono en la mano, mirando la pantalla en blanco. No era fácil escribir lo que sentía; nunca lo había sido. Pero algo en mí me decía que si no lo hacía, me arrepentiría para siempre. Había pasado tanto desde que todo comenzó… desde que conocí a Alaric, desde que nos rompimos y nos volvimos a encontrar en medio del caos, desde que cada decisión parecía arrastrarnos a un abismo que no podíamos controlar. Y aun así, a pesar de todo, no había dejado de amarlo. Ni un solo día. Suspiré y apoyé la cabeza contra el respaldo del sofá. Sentí un nudo en la garganta que amenazaba con derrumbarme.

Capítulo 121. Una familia completa (Parte I) Narrador omnisciente: El amanecer trajo consigo una calma que hacía tiempo no se sentía. Aylin abrió los ojos despacio, aún envuelta entre las sábanas y con la sensación cálida del cuerpo de Alaric junto al suyo. La noche anterior había sido larga, intensa y definitiva. No quedaban dudas, ni miedo, ni espacio para el pasado. Por primera vez en mucho tiempo, podía decir que estaban en paz. Elara dormía en su cuna portátil, cerca de la cama. Su respiración era suave, rítmica. Aylin se incorporó un poco y la observó con ternura. Alaric, aún medio dormido, movió un brazo y la rodeó con él, atrayéndola hacia su pecho. —Buenos días —murmuró él, con voz ronca. —Buenos días —respondió ella, sonriendo levemente—. No recordaba cómo era despertar sin miedo. —Entonces acostúmbrate —dijo él, dejando un beso en su frente—. Porque de ahora en adelante, eso es lo que tendrás. Aylin no respondió. No necesitaba hacerlo. Había algo en el tono de su v

Capítulo 122. Hijos de dos mundos Han pasado unas semanas desde que nos instalamos en la manada, y aunque podría decir que todo ha encontrado un ritmo, la verdad es que cada día trae su propio desafío. Ian y Clara siguen entrenando, pero no hay un solo día que no me preocupe. La diferencia de cómo manejan sus habilidades es notable, y aunque ambos son extremadamente maduros para su edad, siguen siendo niños pequeños. Niños que todavía no comprenden del todo las consecuencias de sus poderes. Niños que, por desgracia, ya han empezado a notar cómo los demás les miran. El colegio de la manada es… complicado. Los otros niños no son malvados, pero son crueles por naturaleza. Lo desconocido siempre da miedo, y nuestros hijos no son normales, al menos no en el sentido que los demás esperan. Clara ha aprendido a controlar sus sombras mejor que Ian, y eso hace que a veces destaque demasiado; los demás niños la miran con recelo, con miedo, y se apartan de ella. Ian, en cambio, tiene ataques d

Capítulo 124. La decisión del Consejo (Parte I) Narrador omnisciente El amanecer llegó gris sobre Luna Silenciosa. No había viento, ni ruido de aves, ni movimiento en los patios. Era uno de esos días en que el aire pesaba antes de que alguien dijera una palabra. La reunión del consejo estaba convocada para las nueve, y desde mucho antes, los pasillos de la casa principal estaban llenos de murmullos. Los miembros del consejo caminaban en silencio, con rostros tensos. Algunos se saludaban con un gesto breve; otros evitaban mirarse. Todos sabían que el tema del día no era uno cualquiera. Iban a discutir el futuro de la manada, y con eso, el lugar de Alaric como Alfa. En el salón principal, Alaric estaba de pie frente a la gran mesa de madera. Llevaba las manos apoyadas sobre ella, el gesto serio. Aylin no estaba allí; él le había pedido que se quedara en su antigua casa con los niños. No quería que escuchara lo que iba a pasar. Ted se mantenía en calma dentro de él, pero la tensión

Capítulo 125. La traición de los ancianos Narrador omnisciente: La noche había caído sobre la manada con un silencio extraño, de esos que no anuncian paz, sino tormenta. El aire estaba demasiado calmado, ni si quiera el bosque se movía. Era una calma tensa, el preludio de algo que Aylin ya sentía venir desde hacía horas. Alaric se había marchado a hablar con Héctor antes de que anocheciera y aún no había vuelto. Aylin lo había esperado un rato en la cama, pero el cansancio pudo más. Aun así, su cuerpo no lograba relajarse del todo; el instinto de Iría estaba en alerta. El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando un ruido sordo la hizo abrir los ojos. Al principio creyó que lo había soñado, pero enseguida escuchó pasos. Eran firmes, pesados, y provenían del exterior. Se incorporó con cautela, intentando no despertar a Elara, y salió al pasillo descalza. La madera crujía bajo sus pies y el presentimiento se le clavó en el estómago como una punzada. La puerta del cuarto de los