C91-QUITA TUS MANOS DE ELLA.El director del hospital hablaba con calma, señalando expedientes y gráficos médicos.—Las medicinas que podrían servir en tu comunidad son varias. Para la fiebre, tenemos antivirales comunes. En casos de influenza, lo más efectivo es el oseltamivir. Para hepatitis, hay tratamientos prolongados, antivirales de última generación que han reducido la mortalidad en más del cincuenta por ciento...Tobias escuchaba con atención, asentía y hacía preguntas técnicas. Gideon, en cambio, apenas podía quedarse sentado. Algo lo golpeaba desde dentro, una punzada, luego otra, más fuerte, incluso se llevó una mano al pecho, jadeando, como si alguien lo hubiese atravesado con una lanza invisible.El dolor se intensificó, se puso de pie de golpe y miró hacia la puerta.—Gideon... ¿qué te pasa? —preguntó Tobias, viendo la extraña actitud de su amigo.Pero él no respondió, porque otro espasmo lo dobló y entonces lo entendió: no era solo dolor, eran contracciones. Elizabeth

C93-¿PUEDO CARGARLO?Los llantos de sus hijos lo atravesaban como dagas dulces e insoportables. Gideon ya no podía quedarse quieto. Con una fuerza que ningún humano hubiera podido detener, empujó la puerta y entró, chocando con Lia en el pasillo.La enfermera lo miró de arriba abajo, fría, alzando una ceja.—Señor…—Draven —gruñó él, sus ojos brillando con tonos dorados—. Gideon Draven.Lia hizo una mueca, cruzándose de brazos.—Bien, señor Gideon Draven, quiero decirle que…—¿Ya puedo entrar a ver a mis hijos? —la voz de Draxel interrumpió desde atrás.Gideon reaccionó al instante, girándose como una bestia lista para atacar.—¿Tus hijos? —escupió—. ¿De qué mierda hablas?Lia abrió los ojos, sorprendida, mirando de uno a otro.—Espera… ¿tú… de verdad eres el padre?—Sí —respondió Gideon con un tono que no admitía discusión—. Así que tengo más derecho que este imbécil.Lia suspiró, rendida, y alzó una mano como dando paso.—Bien. Si es así… puedes pasar.La cara de Draxel se descompus

C95- COMPAÑERO.Una semana había pasado desde aquella noche en el hospital. Gideon se había marchado a regañadientes, casi a la fuerza, porque Tobias lo convenció de que no era el momento de enfrentarse a Silas, ni de desatar un escándalo con Elizabeth recién parida. La rabia lo había consumido durante días, pero lo que más lo atormentaba era la impotencia de haberse ido sin ella, sin sus hijos, sin nada.Mientras tanto, en la mansión, Elizabeth le contó a su padre toda la verdad, la razón por la que había mentido. Silas la escuchó con el ceño fruncido y cada palabra encendía más su enojo. Para él, ningún Alfa estaba por encima de su hija, y mucho menos aceptaría que alguien pretendiera humillarla haciéndola su amante. Ese detalle lo volvió implacable.Aun así, Elizabeth no podía negar que seguía teniendo sentimientos por Gideon. Durante esos días había pensado en él más de lo que quería admitir, y le había costado muchísimo contenerse en el hospital, para no correr a besarlo, no hu

C97-¿TE SIENTES TENTADA? El primer amanecer en la mansión después de la tregua no trajo paz.Elizabeth abrió los ojos con la sensación de que algo estaba fuera de lugar. El calor del sol se colaba por las cortinas y el silencio de la habitación contrastaba con el sonido que venía del jardín: risas y no eran risas cualquiera, eran profundas, masculinas, mezcladas con los balbuceos de sus hijos.Se levantó y, con el corazón acelerado, fue hasta la ventana. La imagen la golpeó como una flecha directa al pecho: Gideon, sin camisa, con su delicioso torso dorado expuesto a los rayos del sol, jugaba con los bebés en la hierba. A uno lo tenía en brazos y el otro miraba los árboles en su regazo.Su loba rugió en su interior.—Míralo, Eli… nuestro macho está rico. ¿Has visto esos músculos? La diosa fue generosa con nosotras.Elizabeth quedó perpleja ante el descaro de su amiga y aunque tenía que reconocer que decía la verdad, no iba a ceder. Por lo que la regañó.—¡Cállate! No tienes vergüenz

C99-TARDE O TEMPRANO CEDERÁS. El aire cambió; se volvió más denso, más cargado de él. Su loba inhaló profundamente a través de ella. "Ahhh, su olor… su fuerza… su protección. Es nuestro""Basta —habló Elizabeth—. No es correcto""Bah, correcto es lo que sentimos por él. Negarlo nos rompe. ¿No sientes cómo tiembla la piel por tenerlo cerca?"Un temblor recorrió sus piernas y sus dedos se crisparon contra su piel.Gideon por su parte, avanzó más y el calor de su cuerpo invadió cada parte de ella."Di la mentira y lo perderemos —advirtió la loba—. Di la verdad y arderemos. Elige."Elizabeth intentó mantener el control, pero Gideon la acorraló suavemente contra los azulejos y bajó una mano despacio, acariciándola, como si la tocara por primera vez, y el contraste del agua caliente con el roce de su piel le arrancó un jadeo involuntario.—Ahí está… —susurró él, sonriendo contra su oído—. Esa reacción no miente, mi luna. Tu cuerpo me reconoce, siempre lo hará.Ella apretó los labios, pero