—Dana—Ir del brazo de mi suegro rumbo al altar era una situación impensable hace algunos años atrás, pero allí estaba, con una panza que ahora se duplicaba por los trillizos y los nervios a flor de piel.—Gracias por todo, Dana. — me dice mi suegro, dándome un beso en la mejilla y luego tomando mi brazo para para colocarlo junto al de él—¿Todo bien? ¿Estás mareada?—Todo bien, deben ser los nervios que me tienen así, con los nervios de punta.—Pues míralo a él, esa es tu meta, enfócate en tu marido que está feliz de recibirte.Y es ahí donde lo veo parado frente al pequeño altar que se ha dispuesto para la celebración de esta boda triple. Otra locura más de mi suegra, que ahora estaba secundada por la mente maestra de mi marido, no quise indagar más en la situación porque, a pesar de no estar cien porciento de acuerdo, ellos saben lo que hacen, tratando de no infringir la ley, como me dijo Thomas.Pero eso ahora era otra historia, en estos momentos me quería abocar al hombre que está
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