Capítulo 72. Una noticia inesperada.La claridad blanca del hospital era agresiva. Un silencio pulcro, interrumpido solo por los pitidos regulares de los monitores, se cernía sobre la sala donde dos cuerpos femeninos yacían bajo sábanas delgadas. Santiago llevaba horas con los codos apoyados en las rodillas, los ojos fijos en la figura frágil de Paula, mientras Martín permanecía de pie, casi inmóvil, sosteniendo la mano de Gianina con una terquedad silenciosa.De pronto, un suspiro áspero rompió el aire. Paula frunció el ceño, como si se resistiera a regresar al mundo, y un murmullo escapó de sus labios resecos.-- Sa…n…Tiago... – lo llamó. Él se incorporó de inmediato, tomándole la mano.-- Aquí estoy, Paula. Tranquila, amor, todo pasó. Estás a salvo ahora –Sus ojos, aún turbios, se abrieron poco a poco. Unas lágrimas resbalaron antes incluso de que lograra enfocar el rostro que la miraba.-- ¿De verdad? ¿Qué fue lo que me dieron esta vez? ¿Por qué el antídoto no hizo efecto? – eran

Capítulo 74. Entre la verdad y el venenoEl pasillo del hospital olía a desinfectante y a noches en vela. Santiago y Martín caminaban en silencio, con el sonido hueco de sus zapatos contra el piso encerado. El eco se mezclaba con el murmullo de enfermeras y el timbre distante de una máquina que anunciaba el cambio de turno.Santiago tenía los puños apretados en los bolsillos del abrigo. Ni siquiera se había cambiado la camisa que horas antes había quedado empapada en sudor por cargar a Paula hasta urgencias. Cada paso era una lucha contra sí mismo: entre el deseo de irrumpir en la habitación y abrazarla, y la rabia de no poder protegerla de un enemigo que aún no tenía rostro.Martín, en cambio, iba más ansioso que abatido. Miraba su celular cada pocos segundos, como si de la pantalla fueran a saltar respuestas milagrosas. Sin embargo, lo único que lograba era sentirse más perdido. A ratos, lanzaba miradas a Santiago, intentando medir su estado de ánimo. El excelente abogado, a pesar d

Capítulo 76. Nuevos datos que podrian ayudar... apuestas clandestinas ¿Donde se estan metiendo?Santiago al oír que Martin también había encontrado ese detalle sintió un poco de curiosidad.-- ¿Auditor externo? – repitió. -- ¿No es demasiado obvio para que lo dejen por escrito? –-- ¡Exacto! – trono los dedos Martin.-- Justo por eso me huele raro – Santiago se inclinó hacia él. – Si aparece en un documento oficial, es porque alguien quería que estuviera allí. Nadie en un laboratorio que mueve miles de millones querría cometer “errores” que les cuesten una demanda –Martin pensó unos segundos. Opinaba igual que Santiago, nadie haría algo así. Se estaría quemando en el mundo farmacéutico, salvo que haya recibido tanto dinero como para no importarle.-- Entonces ese tal Valentino, o esta metido hasta el cuello o recibió una buena cantidad de dinero por hacerse el ciego –-- Además de dejarlo como chivo expiatorio – menciono Santiago.-- Sea como sea, tenemos que encontrar a ese tipo –

Capítulo 78. El juego recién comienza.La doctora lo observó con compasión, había conocido a su abuelo, había trabajado con él y ahora ver a su nieto pasando aquello, no era agradable.-- Lo único que puedo hacer es darles acceso al depósito. Sé dónde guardan las muestras originales y documentos. Pero tendrán que arriesgarse –Santiago la miró a los ojos.-- Arriesgarme es lo único que he hecho toda mi vida. Y si es por mi familia, que mejor forma de hacerlo –Martín resopló.-- Y arrastrarme contigo también, al parecer – lo dijo con ironía, aunque en el fondo estaba listo para acompañarlo.Caroline les entregó una tarjeta magnética escondida en un sobre.-- ¿Cómo sabe que podremos ingresar con esta tarjeta? Hace mucho que usted no trabaja allí, todo puede haber cambiado –-- Lo sé porque... – de pronto bajo la mirada.-- Yo mismo ingrese hace poco allí – confesó.-- Deberán ingresar por la puerta trasera del laboratorio central. No la usen más de una vez. Si lo hacen su visita quedará

Capítulo 80. Genuina preocupación... ¿será amor?Todo el riesgo, toda la traición, y todo lo que ese veneno podía significar para ella y para su bebé.Al llegar a la puerta, respiró profundamente y la empujó con suavidadPaula estaba despierta. La luz tenue de la lámpara sobre la mesilla iluminaba su rostro pálido, pero sus ojos estaban abiertos, expectantes. Había lágrimas secas en las comisuras, y un gesto de cansancio que la hacía ver aún más frágil.-- ¡Santiago! – le susurró al verlo entrar. -- ¿Qué fue lo que pasó? ¿Dónde estabas? –Él se acercó lentamente, sentándose a un costado de la cama. Tomó su mano con cuidado, como si pudiera romperse con solo un movimiento brusco.-- Teníamos una pista y fuimos tras ella –-- ¿Fuimos? –-- Si Martin y yo. Tuve que tomar a tu asistente otra vez amor, pero necesitaba seguir esta pista – se disculpo al ver el rostro de su chica.-- Y, ¿A dónde los llevó? ¿lograron encontrar a esos tipos? – él negó.-- No era a ellos a quienes seguíamos,