↞Ostara↠ Faltaba poco para que la diosa terminara su ascenso mientras yo bajaba por mi garganta mi segundo whisky de acónito. Ya había bebido dos cervezas de trigo, tres vinos de agraz y no habían logrado calmarme, por lo contrario mis entrañas se revolvían con más presunción. Diosa, voy a volverme loca. Caminé hasta uno de los balcones del gran salón central del pueblo. —Vas a terminar borracha y harás una vergüenza frente a tu pareja —increpó Vincent detrás de mí. Solté una risita nerviosa mientras golpeaba su brazo. —Bueno, sabrá desde un inicio con qué tipo de loca lo unió la diosa. Los dos nos reímos. Vincent Aimery era uno de los lobos Gammas que hace unos cien días cumplió su ciclo número veinte. Y ninguna de las lobas sin un vínculo de nuestra aldea era su pareja. Así que es una buena opción. Nos conocemos desde niños y sus padres tienen una de las mejores herrerías de la aldea Alfa. Su padre hace unos sables exquisitos. —Si soy tu pareja ¿Me aceptarás? —susu

⤝Gale⤞ La noche terminaba, y los primeros rayos de luz de nuestro dios Nibul se asomaban sobre el monte Oelo, tiñendo el cielo de un naranja cobrizo. Habíamos viajado sin descanso toda la noche, pero el rostro de Rain estaba marcado por el cansancio. Sus ojos, antes chispeantes, ahora pesaban como piedras. Sabía que no podíamos llegar a la aldea Cappa a plena luz del día, no sin levantar sospechas. Nos detuvimos en una zona boscosa, a orillas del un río que cantaba suavemente mientras corría sobre las piedras. Apenas bajamos de los caballos, Rain se quejó, estirando sus brazos hasta que sus huesos crujieron. —¡Mierda! Me duele todo el cuerpo. Nunca había viajado así —dijo con un suspiro, amarrando a los caballos con manos temblorosas. La abracé por la espalda, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío. Deposité un beso suave en la curva de su cuello, aspirando su aroma a tierra y a la esencia del bosque. —¿Quieres tomar un baño? Encenderé algo de fuego para que podamos co

↞Rain↠ El aire se había vuelto una cosa densa y opresiva, como si la atmósfera misma se estuviera asfixiando. La presencia de Reign lo llenaba todo; caminaba con una superioridad tan podrida que era casi palpable, una arrogancia que se le desbordaba por cada poro. Sus ojos fríos, llenos de una satisfacción nauseabunda, se clavaron en los míos. Me tomó del mentón con una rudeza que me hizo jadear, acercando su rostro hasta que el aliento asqueroso me golpeó. —Bueno, querida… ¿Disfrutabas que este inferior te cogiera? —Su voz era un susurro venenoso, cargado de burla—. Disfrutarás cuando yo te coja… Mi saliva, mezclada con el sabor metálico del miedo, salpicó su cara y detuvo sus palabras. —Nunca estaré contigo. Prefiero morir —escupí con la poca dignidad que me quedaba. Una bofetada resonó en el aire, volteando mi rostro con una fuerza brutal. Mi boca se llenó de sangre y él, lejos de enfadarse, soltó una carcajada sarcástica. Me tomó de nuevo, apretando mi mandíbula hasta el d

↞Dannan↠ Abrí los ojos con pesadez, sintiendo el peso de un nuevo día. La frustración se instaló en mi pecho; este viaje estaba siendo más largo de lo que podía soportar. En mi estado, las paradas eran constantes, y mis heridas, en lugar de sanar, se sentían cada vez más dolorosas. Laika, estaba cada vez mas débil, su energía drenada por el esfuerzo, el miedo ¿O algo más? Solo faltaba cruzar los vastos prados para llegar al brazo central del río. Tenía que hacerlo antes del parto. Ciertas punzadas y la incomodidad ya me advertían que mi cachorro nacería muy pronto, probablemente de hoy a mañana, tal como lo habían pronosticado. —Buen día... ¿Pudiste descansar? —la voz suave de Dereck me sacó de mis pensamientos. Él se acercaba con agua fresca y unas frutillas silvestres, su rostro una mezcla de preocupación y ternura. No sabía qué habría sido de mí sin él. No era solo mi compañero de viaje, era mi ancla emocional. La traición de Dexter, un puñal que todavía se clavaba en mis hu

↞Dannan↠ Flotaba, suspendida sobre aquella rama, con el cuerpo en un estado de carga. Todo mi ser martilleaba aceleradamente, una tormenta interior que anunciaba lo inevitable, eso que todos decían que era el destino. Y ese destino me golpeó, una punzada de fuerza y determinación que me sacudió hasta la médula. —¡Corre, Dannan, corre! —El grito de Laika fue una orden que me atravesó el alma, cargándome con el peso de nuestro dios Óleo, el peso que mantiene unido a nuestro mundo. Si nuestra gran Pangea alguna vez se divide, nuestra raza cambiará, desprendiéndonos de ellos. Mientras los rayos de información de nuestras vidas anteriores me llegaban, mi marca en el pecho comenzó a arder con un fuego indescriptible. Era mi labor de parto, una agonía sagrada. Al terminar de bajar de la secuoya, sentí que me desvanecía. No podía rendirme. Si no resistía, mi cachorro no sobreviviría. Y, en un acto de amor y desesperación, Laika tendría que separarse de mí para salvar a nuestro hijo. —N