Capítulo 11. Tolerancia. Ricardo la ignora, caminan a la caja directamente, pagando la cuenta. —Llevamos los más oscuros —dice ignorándola—. Y agregue una docena diferente de babydoll. Valentina pasa saliva, lo mira con los ojos inyectados en sangre. —Como ordene, señor. Valentina sale de la tienda hiperventilando; ella ha sentido la vergüenza de su vida. — Toma, ¿te falta algo más? —pregunta indiferente. —Si tanto te gusta la lencería, úsala tú. —Le arroja la bolsa enojada. Ricardo la sigue tomando de la mano, y la atrae de golpe contra su pecho. En ese momento, pasa un hombre vendiendo paletas de caramelos en forma de corazón. —Mire, mi don, son paletas de corazón, para la belleza amada; écheme una manito, no he vendido casi nada. ¿No le gusta comprarme una paleta? Ricardo aún no la suelta, mira al hombre lamentablemente y suspira incómodo. —¿Cuánto cuestan? —10 pesitos, mi don. —Dame una. —Se aleja de ella para sacar su billetera. Valentina recuerda c

Capítulo 13. Escena. Sofía lo ayuda a entrar a los establos; al verlo tan cómodo, nadie interviene, conociendo el carácter de Ricardo y la dama de don Juan. Para sus hombres de seguridad más cercanos, esto es algo normal. Mientras Sofía lo guía, Ricardo la admira notando su belleza. —Qué hermosa eres… —le dice sacándole una sonrisa a Sofía. —Lo sé, lo vi viéndome en el bar, joven. —¿Cuándo? No lo recuerdo. —Hace unas semanas me regaló una bebida. —Ah, quizás, puede ser, tienes unos labios muy bonitos, Sofía. —¡No me digas eso! Usted me gusta mucho, yo quisiera que me regale un beso, ¿se puede? —Se puede… —Ricardo la besa y Sofía lo empuja a una caja de madera donde lo hace sentar y se sube sobre él. Ricardo le corresponde, es el sueño de muchas pueblerinas, y tenerlo para Sofía es una dicha. Ella se deja llevar; Ricardo baja a sus senos y ella suelta las tiras de su vestido, dejando que él tenga completo acceso. Ricardo se entretiene con su amiga en los establos,

Capítulo 15. Tensiones. Ella se levanta, ejecutando un baile de huapango con la canción “No es mi problema – Conjunto Bravo de Marcelo Vega”. Ella ejecuta ligeras flexiones con las piernas al ritmo de la música, sujetando a Victoria de los hombros, brazo izquierdo al cuello y derecho semiabierto tomando la mano de Víctor, ejecutando un movimiento de cadera, de lado a lado, sin dejar de flexionar las rodillas, moviéndose adelante y hacia atrás con los mismos movimientos, dando medias vueltas. Ella se mueve sensual, ejecutando un movimiento de cadera de un lado al otro, dibujando un ocho con el movimiento y empieza a saltar con el paso del caballito. Víctor la sostiene y la sube sobre su rodilla y ella continúa ejecutando ese movimiento que llama la atención de varios de los presentes que están murmurando. —Tu esposo está aquí, no lo había notado. —No te preocupes, no dirá nada. Víctor lo mira; en la mesa, Ricardo toma su bebida, mientras sus amigos especulan. —No sé si fue

Capítulo 17. Reencuentro inesperado. Ella apoya su cabeza contra el pecho de Ricardo. Está roja como un tomate, muy avergonzada; su expresión es confusa, parece un poema lleno de tantas inquietudes, difícil de leer, difícil de descifrar. —¿Potra? —pregunta débil.—¿Ya no más garrapata? —Ella se acomoda para verlo a los ojos. —Digamos que vamos escalando. —Se lleva los dedos con los que la está tocando a la boca, los chupa de tal manera que ella delira viendo sus acciones. Él vuelve a meter su mano por dentro de su pantalón y continúa, humedeciéndola. —Suéltame, por favor —pide en susurros. —Suéltate… —le pide él—. ¿Acaso no lo disfrutas? ¿No te hace falta? —Le habla al oído, ella sintiéndose débil. Jamás había experimentado algo así, tan pura, tan inocente. ¿Cómo explicarle que solo él ha tocado su cuerpo? Ella se sonroja, él aprieta sus senos, están agitados, él la besa, ella le corresponde, la hace correrse, la piel de Valentina se eriza, él lo nota, su nervio

Capítulo 19. Incertidumbre. Valentina se quita la ropa rápidamente, quedando en lencería, y se arroja al río, su río de lamentos, su río de escape, de desahogo, que oculta su dolor, que se lleva sus lágrimas, río de secretos. * En la fábrica. —Ricardo, no te esperaba, pensé que no vendrías. Ricardo enfoca a su amigo muy serio. —Agustín, pasa a la oficina, tenemos que hablar. Agustín se incomoda y se preocupa por su expresión, su tono, su actitud; él no es de portarse de esa manera, por lo menos no con él, a menos que él sienta que ha hecho algo mal. —Dime, ¿qué pasa? Ricardo no se sienta; él toma la botella de whisky y se sirve un trago, que toma hasta el fondo, luego otro que apenas prueba. —Me estás preocupando, hombre, ¿qué te tiene tan tenso? —Te haré algunas preguntas, Agustín, y quiero que me respondas con la verdad. —Sí, sí, claro, hombre, tu pregunta. —Agustín, ¿tienes idea de qué fue lo que pasó con Valentina en esta fábrica? Agustín se tensa.