HardinEstacioné el coche. Estaba respirando hondo antes de entrar. Noté, tan pronto como abrí la puerta, que algo no estaba bien. Mi hija estaba en brazos de la niñera, que bajaba las escaleras.—Dámela... —Miré a mi pequeña. Aún se frotaba los ojos, como si acabara de despertar.—Estaba durmiendo. Sé que no es hora, pero estaba cansada...—¡Está bien! —Volví a jugar con ella.—Señor, estaba bajando para prepararle algo de comer. Aún no ha comido a esta hora.—¿Oíste, hija? Papá va a hacer una comida rica para los dos. ¿Qué te parece? Eh... —Pasé mi dedo por sus pequeñas costillas, y ella rio para mí, agarrando mis dedos enseguida.—Yo lo hago, señor...—No se preocupe. ¡Yo cuido de ella!La niñera continuó detrás de mí, sonriendo. Mientras tanto, a mí no me importaba en absoluto. Seguí con la bebé en brazos, y caminamos hasta la cocina. Por un instante, sentí que algo andaba mal y no supe identificar qué era. Pero la presencia de ella llenaba esta casa, y siempre estaba pegada a la
Leer más