C71- ¿QUIÉN LAS ENVIÓ?Eros salió del auto sin esperar a que el chofer terminara de frenar, sus pasos fueron rápidos y decididos. Cada segundo que pasaba sin verla lo desesperaba. No le importaron los mareos, ni el dolor que aún sentía en las costillas. Había pasado casi una semana sin hablar con Lucy, Tamara le había dicho que su teléfono se había dañado en la explosión, que no valía la pena intentar recuperarlo. Pero eso ya no importaba.Lo único que quería era verla. Asegurarse de que estuviera bien.Subió los escalones de la entrada principal y empujó la puerta. No tocó. No dudó. Solo entró.La casa estaba en silencio y la vio.Ella estaba en el comedor, sentada a la mesa, desayunando en silencio.Sola.Cuando escuchó la puerta abrirse, sus ojos se agrandaron apenas por un segundo, llenos de sorpresa, pero enseguida esa chispa desapareció y su mirada se volvió fría.Eros caminó hacia ella, con una sonrisa tensa. Aliviado de verla y de tenerla tan cerca.—Conejita, ya estoy aquí —m

C73- CREMA DE AVELLANAS.Lucy estaba en su habitación, con la espalda apoyada en el espaldar de la cama y un tarro de crema de avellanas con chocolate entre las manos. Lo sostenía como si fuera un salvavidas. Cada cucharada era dulce, espesa, pegajosa… pero no calmaba nada. Si acaso, solo le daba una excusa para seguir ahí, sin moverse, sin pensar en lo que realmente dolía.Habían pasado días desde que Eros volviera.Días de silencio.Días en los que él no había subido a buscarla. En los que tampoco había intentado explicarse. Tal vez porque ya no tenía nada que decir. O porque no lo creía necesario. Tal vez pensaba que ella simplemente iba a acostumbrarse, que lo aceptaría así, como si todo lo que había hecho no importara.Pero importaba.Las noches sin él la habían destruido. La imagen de Eros con Tamara la perseguía cada vez que cerraba los ojos. Imaginárselo con ella, tocándola, besándola… haciéndole el amor, la carcomía por dentro.Era una tortura lenta que le devoraba el pecho.

C75-PROVOCACIÓN.La música seguía sonando, pero Lucy ya no la escuchaba. Todo se sentía un poco borroso, como si no estuviera realmente ahí. Leonardo la sostenía con firmeza, pero ella no dejaba de buscarlo. Escaneaba el club, una y otra vez, esperando verlo entre las sombras, pero Eros no aparecía.Leonardo notó su distracción y sonrió inclinándose.—¿Buscas a alguien, Lucy Anderson? —susurró cerca de su oído, con un tono provocativo—. ¿O esperas que alguien te encuentre?Ella se tensó. Y en el acto comprendió que él, lo sabía. Sabía que había alguien más, que su mente no estaba ahí.—No es asunto tuyo —dijo ella, intentando separarse, pero Leonardo la giró de golpe y la atrapó contra su pecho. Su boca casi tocaba su oreja cuando habló de nuevo.—Claro que lo es. Porque si ese alguien fuera importante… ya estaría aquí, ¿no crees?La frase le cayó como un puñal directo al pecho. Y dolió. Porque era verdad. Eros no estaba. La había dejado sola quizás, vestida de verde, en una jodida fi

C77- PREGUNTALE TU MISMA.Eros no se movió, su mirada seguía fija en Lucy, el pecho subía y bajaba rápido, trastornado y dolido.—No tengo que elegir —dijo—. Porque siempre has sido tú. Desde el puto principio.Lucy parpadeó y sintió cómo algo se rompía adentro, pero no lo dejó notarlo. Dio un paso atrás y se cruzó de brazos y negó con la cabeza.—No. Eres un maldito mentiroso.—No lo soy.—¡Te vi! —le cortó, gritando—. ¡La vi! Estabas con Tamara, en esa maldita cama.Eros se quedó quieto un segundo y luego frunció el ceño, confundido.—¿Qué dijiste?—¡Que te vi! —soltó, casi escupiendo las palabras—. Tamara me mandó un video. Estabas dormido, en su cama.Eros abrió los ojos, incrédulo, y luego conectó las piezas. Y una sensación de furia lo invadió.—Yo... no. No he tocado a nadie más desde que estás conmigo. ¡A nadie, Lucy!Ella apretó los labios y por un momento dudó, fue apenas por un segundo, pero el dolor pesaba más.—No te creo. Seguro estabas cansado, ¿no? Te conozco. Sé que t

C79-SU LUCY.La sangre de Lucy se heló. No por Tamara. Sino por él. Por Eros. Por lo que estaba dispuesto a hacer por ella. No era una amenaza vacía, lo conocía lo suficiente para saber que si ella abría la boca y decía hazlo, Tamara dejaba de existir ahí mismo.Y eso la aterraba.Pero lo peor… fue que también la excitó.Porque Eros estaba en su forma más oscura y peligrosa. Y aun así, seguía siendo suyo, como si el mundo entero pudiera arder y él solo le importara lo que ella dijera.Tragó saliva, sin poder apartar la vista del arma.—Eros… Yo… no sé qué se supone que haga ahora.No dijo que no, pero tampoco dijo que sí. Porque una parte de ella quería que retrocediera y la otra quería ver qué tan lejos llegaría por ella.Eros curvó los labios en una sonrisa fría, sin humor, ni piedad.—¿Sabes cuál es el error más común, conejita? Dejar que alguien nos joda una y otra vez, sin hacer nada. Pensar que con solo alejarnos, basta. Pero no. A veces… hay que terminar todo de raíz.Hizo una