Cap. 12: Cita olvidada. El reloj marcaba las nueve con cuarenta y cinco. Luisana revisó su celular por quinta vez en menos de diez minutos. Nada. Ni un mensaje. Ni una llamada perdida. —Muy ocupado… claro —murmuró, con una sonrisa irónica que dolía más de lo que admitía—. El mejor abogado de Nueva York, ¿no? Demasiado ocupado para su novia.Suspiró. Se acercó a la mesa donde había dispuesto todo con cuidado: la cena caliente que ahora ya no lo estaba, dos copas de vino tinto, la botella abierta… y las velas que comenzaban a consumirse lentamente.—¿Qué está pasando contigo Axel? —se recriminó en voz baja, mientras sus ojos recorrían la escena—. Pensé que esto era de verdad pero creo que solo yo me enamoré. ¿Será que Renzo tiene razón y Axel no es lo que aparenta?Una playlist suave de jazz seguía sonando de fondo. Esa música que él dijo una vez que lo calmaba. Esa misma que ella eligió para crear una atmósfera íntima, romántica. Para reconciliarse. Para volver a empezar.Se pasó la

Cap. 14: Reconciliación. Al día siguiente Luisana se alistaba para ir a su oficina, llevaba un conjunto en tono verde esmeralda que abrazaba su figura con elegancia y seguridad: falda lápiz de seda, blusa de escote cruzado y tacones de aguja. Había recogido su melena en una coleta pulida y el maquillaje era sutil, salvo por los labios rojo carmesí que contrastaban con su piel clara.Estaba lista para enfrentar la tormenta mediática que rodeaba a Biocare, la empresa de cosméticos a la que su agencia había sido contratada para limpiar la imagen tras el escándalo en París. La esperaba una rueda de prensa, un desayuno corporativo y una serie de entrevistas pactadas con precisión milimétrica. Iba armada de argumentos, de estrategia y de rabia.Lo que no esperaba al abrir la puerta era encontrarse con Axel Montgomery parado frente a su puerta.Apoyado casualmente contra el marco, con una botella en las manos, la miraba con una expresión entre culpable y desafiante. Esa mañana, había optado

La oficina privada de Richard Crowe en la torre central tenía una vista panorámica de Manhattan, pero aquella noche no miraba el horizonte. Miraba la pantalla de su celular, con los nudillos blancos por la presión. Nada. Ni un maldito mensaje. Ni una pista nueva.—¡¿Dónde diablos están?! —gruñó, arrojando el teléfono contra el escritorio de madera oscura.Dos hombres de traje, robustos y visiblemente incómodos, permanecían de pie al otro lado del escritorio. Uno de ellos, el más joven, se atrevió a hablar.—Señor Crowe… estamos siguiendo una pista. Hay una mujer sospechosa en Brownsville. Encaja con el perfil.Richard alzó la mirada con furia contenida.—¿Sospechosa? —repitió con veneno en la voz—. ¿Y qué demonios hacen parados aquí en lugar de mostrarme una foto?—Aún no hemos logrado un acercamiento directo. La zona es complicada. Pero tenemos vigilancia en el edificio donde fue vista. Apenas podamos confirmarlo, le enviaremos la imagen —agregó el otro, intentando mantener la calma.

Cap. 18: Entre dos amores. Luisana separó los labios lo miró con expresión de asombro. Aria se quedó paralizada, con los ojos abiertos de par en par. Ninguna dijo nada. —Mañana te espero allá —añadió Axel, mientras sacaba una tarjeta y anotaba su dirección personal—. Es un espacio más pequeño. No te tomará mucho tiempo.Aria tomó la tarjeta, indecisa.—¿Está seguro…?—Estoy seguro —respondió Axel, con ese tono que no admitía réplica.El aire entre los tres pareció pesado. Las miradas se cruzaron. Las intenciones se tensaron en hilos invisibles.Luisana sonrió con una elegancia envenenada.—Qué considerado eres, amor —murmuró, acercándose para ajustar el cuello de su camisa como si nada—. Siempre ayudando a los que lo necesitan.Pero sus labios no sonreían. Consultó la hora en su reloj con un suspiro elegante.—Debemos irnos o llegaremos tarde —dijo con naturalidad, como si la escena anterior no existiera.Se volvió hacia Aria, le dedicó una sonrisa sin afecto, y luego caminó hasta l

Cap. 20: ¿Qué haces tú aquí?El sonido de la campanilla sobre la puerta hizo que Aria se girara con sobresalto. Axel entró al restaurante con pasos firmes, el abrigo empapado por la lluvia, el ceño fruncido, los ojos escaneando el lugar hasta que la vio.Aria se levantó de inmediato, todavía con la cuchara en la mano y Nina sentada junto a ella. Su rostro se tensó, el miedo y el alivio mezclados en su mirada.—Nos encontraron —dijo sin rodeos, con la voz temblorosa—. No tengo a dónde ir.Axel no preguntó más. Solo asintió, como si ya supiera que no había tiempo que perder.—Tranquila —dijo con tono firme—. Las voy a ayudar. Vengan conmigo.Extendió la mano hacia Nina, pero fue Aria quien la tomó con fuerza y la cargo. Axel agarró el pequeño bolso. Salieron los tres sin despedirse del encargado, cruzaron la calle bajo la lluvia y subieron al auto de Axel. Él abrió la puerta trasera para que Nina entrara primero, luego ayudó a Aria. Cerró con fuerza. Subió al asiento del conductor y ence