Pasaron siete meses y medio en los cuales la vida de todos cambió por completo.Logan ya no era un hombre que regresaba tarde del trabajo para evitar a una esposa que le habían impuesto. A una mujer que jamás amó.Ahora lo que más anhelaba luego de las horas de trabajo era regresar junto a April a casa y ser un padre y esposo a tiempo completo. Desayunaba con los trillizos, los llevaba al jardín, discutía con ellos sobre dinosaurios, escuchaba sus cuentos eternos antes de dormir. Había aprendido a peinar a Sienna o al menos a intentarlo, a diferenciar los calcetines de Ethan y Dylan, y a armar castillos con almohadas que no resistían ni tres segundos.April, por su parte, seguía siendo ese torbellino imparable. Trabajaba con él palmo a palmo, en la empresa, en casa, en la vida. Lo corregía cuando hablaba muy brusco con algún proveedor y lo abrazaba cuando necesitaba recordar que el amor también se cultiva con paciencia.Y en medio de todo eso, el embarazo avanzaba. Esta vez distinto. E

Cap. 2: La mujer de la oficina. Nathan Callahan estaba en su oficina, con la mirada perdida en los ventanales que dominaban el skyline de la ciudad. Pero en su mente, solo existía una imagen: Marie. Esa mañana. Recogiendo la caja de chocolates que él había dejado frente a su puerta.La había visto desde su apartamento. Oculto, como un idiota, entre las persianas entreabiertas. Ella leyó la nota. Sonrió. Y durante unos segundos, él sintió que todo... tal vez, todavía tenía solución.Pero la realidad lo golpeó más fuerte que cualquier esperanza.Marie trabajaba ahora para Knight Corp. Un nombre discreto, casi inofensivo para cualquiera que no supiera lo que representaba. Pero él sí lo sabía. Porque esa empresa no era una más. Era su competencia, no de la magnitud de Montgomery Enterprises pero el nombre de Knight ya resonaba en los círculos empresariales. El informe que pidió le fue entregado con puntualidad quirúrgica.Knight & Corporation había llegado al país hacía apenas cinco año

Cap. 4: ¿La madre de tu hijo?Marie dio un paso y se detuvo al verlo.—¿Qué haces aquí?—Esperándote.—¿Por qué?—Te pusiste pálida. Supuse que no estabas bien.—Estoy bien —dijo ella, pero su voz sonó débil.—No lo creo Marie, no me mientas. ¿Tomaste el medicamento para las naúseas?Ella no respondió de inmediato. Nathan sacó un pequeño frasco del bolsillo interior de su chaqueta y se lo tendió sin más.—Toma. Seguro se te olvidaron.Marie parpadeó.—¿Cómo sabías que...?—Porque te conozco, Marie. Y porque me encargo de lo que me importa.Ella dudó, pero tomó el frasco. Sus dedos rozaron los de él por un instante, y ese contacto breve bastó para encender una chispa peligrosa.—No deberías estar aquí —susurró ella, bajando la mirada.Nathan no se movió. La observaba como si intentara memorizarla.—¿El hombre que te acompaña es tu jefe?Marie arqueó una ceja. Solo lo miró. —Tranquila. —Nathan abrió sus brazos en señal de rendición—, solo es curiosidad. —Trabajo. Primera reunión. —N

Cap. 6: ¡ALERTA DE SEGURIDAD!Marie se había quitado los tacones desde que entró, pero aún no lograba sacarse de encima la tensión del día. El té que había dejado preparado en la cocina se había enfriado. El computador portátil brillaba sobre la mesa del comedor, junto a una libreta con anotaciones dispersas.Tecleó sin parar durante varios minutos, concentrada en los detalles del informe que debía entregar al día siguiente. Sabía que Emerson Knight exigía precisión quirúrgica en todo, y ella, pese a sus reservas, no quería fallar.Una notificación apareció en la pantalla. Roja. Inusual. ¡ALERTA DE SEGURIDAD. Acceso remoto sospechoso detectado!Frunció el ceño.—¿Qué…?Le dio clic. El sistema le mostraba un intento de conexión desde una IP oculta. Una especie de rastreo oculto. En cualquier otro momento, habría pensado que era un fallo. Había recibido alertas similares antes, especialmente desde que trabajaba con grandes firmas.Pero esta vez… su instinto le gritó algo distinto.—N

Cap. 8: Marie Smith, ¿quieres ser mi novia?Nathan cerró la puerta con el pie mientras la mantenía en brazos. El silencio de su apartamento contrastaba con la tormenta que ambos llevaban dentro.Marie lo miró desde arriba, con las mejillas encendidas y los labios aún hinchados por el beso anterior. Su respiración estaba agitada. Él la sentía vibrar contra su pecho. Tan ligera. Tan suya, aunque no se atreviera a confesarlo en voz alta.La llevó hasta la habitación sin apartar la mirada. La depositó con cuidado sobre la cama, pero la tensión entre ellos era tan densa que parecía chispear en el aire. Nathan se inclinó sobre ella, y sus manos grandes, seguras, la recorrieron con una mezcla de devoción y hambre contenida.—Estás hermosa —susurró junto a sus labios—. Cada maldita noche cierro los ojos y te imagino así... jadeando por mí.Marie apretó las piernas, sintiendo ese calor espeso entre los muslos. Su cuerpo reaccionaba sin filtro. Las hormonas, el deseo, la conexión. Todo conspira