El regreso a la conciencia fue como ahogarse al revés.Elyra jadeó, y el aire entró a sus pulmones con una sensación que era mitad alivio, mitad agonía. El limbo se solidificó a su alrededor, tomando forma de cámara que reconocía vagamente de la visión—el templo donde Lyra había sido sacrificada, excepto que este estaba medio colapsado, las columnas agrietadas y cubiertas de obsidiana negra.Se miró las manos. Seguían siendo suyas, mayormente. Pero había líneas de luz pulsando debajo de la piel, como venas hechas de energía pura. El Talismán ya no flotaba sobre ella—ahora estaba parcialmente incrustado en su pecho, medio hundido en su carne, brillando con un ritmo que coincidía con su latido.
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