Maeve—Vamos, pequeña cazadora.La voz me sacó bruscamente del pesado sueño. Abrí los ojos para encontrarme con la figura de una chica parada frente a mí. Su expresión era de impaciencia, y su postura, tensa.—Levántate de una vez que no tengo todo el tiempo del mundo, —insistió con un tono que rozaba la irritación.—Déjame en paz, —murmuré, girándome para darle la espalda, intentando ignorarla y volver a mis sueños. Pero ella no estaba dispuesta a ceder.—Vamos, arriba, nos vamos de aquí.Esas palabras llamaron mi atención. Me enderecé y me senté en la cama, mirándola con interés.—¿Cómo? —pregunté, confundida y curiosa a partes iguales.Ella, frustrada con mi lentitud, me agarró en sus brazos y, sin nada de delicadeza, me sacó de la celda. En un abrir y cerrar de ojos, me encontré en una habitación grande y desconocida.—¡Suéltame! —grité, mirándola a los ojos, intentando comprender la situación.—Cámbiate, —dijo ella secamente, señalando hacia un conjunto de ropas dispuestas en la
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