Capítulo - Un nuevo cielo El aire de Uruguay era distinto. No era solo la humedad que subía desde el Río de la Plata, ni el cielo ligeramente gris de aquel mediodía; era que, por primera vez en semanas, Joselín sentía que respiraba. Bajó del avión tomada del brazo de Mateo. Su amigo, atento como siempre, la acompañaba con paso firme mientras, por dentro, ella se repetía una y otra vez en la escena que había vivido horas antes en el aeropuerto de Alicante. Stephen. Su Stephen, oculto tras una gorra, diciéndole que la amaba y que la esperaría. Su despedida, aunque breve, le había devuelto el alma al cuerpo. Por eso, aunque debía estar triste, sonreía. Y no era una sonrisa forzada. Estaba contenta. Sentía que, por fin, algo iba a salir bien. —No sabes lo bien que me hace verte así —dijo Mateo mientras caminaban por la manga. Joselín lo miró con ternura. —No sé cómo agradecerte —le respondió—. Mateo, te debo la vida. Literalmente. Él le revolvió el cabello, como cuando eran chicos.
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