⁠✧✧✧ Una semana más tarde. En la mansión de "Luna Plateada". ✧✧✧ —¡¡AAAAAAAHHH!! —los gritos desesperados de la hembra que daba a luz resonaban en la habitación esa tarde. Por las largas ventanas de cristal, el cálido dorado del atardecer se filtraba majestuosamente, bañando con su luz toda la elegante recámara. Una partera de la manada, Blanca, y la hechicera Zoraida, se encontraban en el interior por cualquier eventualidad. —Lo haces muy bien, sigue así —decía con voz animada, Blanca, sentada en una orilla de la cama, sostenía la mano de Korina. La Beta de la manada Garra Dorada, pujaba con todas sus fuerzas, su cuerpo bañado en sudor, hasta que finalmente, el sonido de un bebé llorando se escuchó. Todas sonrieron, en los brazos de la partera un bebé macho. —¡WHAAA! —el llanto del pequeño cachorro, tan infantil y agudo. Su cabellera tan rubia como el oro, fue limpiado con una manta blanca, envuelto y dado a su madre. La hembra rubia, lo sostuvo entre sus cálidos br

Connie se acercó rápidamente, sus pasos resonando en el largo pasillo, por supuesto, le daba igual si los alertaba. Las voces de Mirza y Gael, cesaron, la hembra finalmente se detuvo frente a ellos. —¿Quieres que me vaya? ¿Es eso, Gael?, no sé porque me sorprende, ya me habías echado una vez… —frunció el ceño Alfa Connie, intentaba ocultar la ira creciendo en su interior, pero era inútil, su rostro se tornó rojizo, sus ojos intensamente rojos como la sangre. —No. Él no quiere que… —¡LE PREGUNTÉ A MI ESPOSO! —alzó Connie la voz, sus pasos avanzando hacia ese Rey dragón, hasta que quedó a uno solo de distancia. Él la miró seriamente, ni siquiera se inmutó por las acciones de la Alfa. —El trato era que me dieras un hijo. Estás embarazada, mi deber era enseñarte a controlar tu magia, lo hiciste asombrosamente rápido. Aún así, no te estoy echando, míralo como mi forma de protegerte en esta ocasión. —Pero no he dado a luz… —susurró Connie, sin siquiera sorprenderse al escuchar

¡POOOOOF! Como una explosión de magia, el portal se deshizo en segundos, apenas la hembra logró cruzarlo. —¡AAY! —gritó al caer de rodillas, apoyando sus palmas en la fría tierra entre césped húmedo. En las profundidades del bosque esa noche. En la distancia se escuchaban los sonidos de los animalillos nocturnos. Alfa Connie paseó su mirada por los alrededores. Su vista rojiza brillaba a la vez que observaba el desconocido bosque, su olfato tampoco reconocía el aroma de ese sector. Ella comenzó a ponerse de pie, su vestido blanco de magia, sucio de tierra, pero en cuestión de segundos, usando su magia lo dejó limpio. «¿Y ahora… Dónde estamos?», habló Connie, internamente con su loba, Sary. «Avancemos un poco más… Y averigüemos.» Con cautela la hembra comenzó a caminar entre la oscuridad, parecía que había llovido bastante fuerte, debido a la presencia de humedad que aún quedaba en el bosque, sin embargo, era una hermosa noche, un cielo estrellado que se filtraba por l

El Rey Dragón, apretó los puños con una furia que amenazaba con estallar. El aire en la sala se volvió denso, cargado de tensión entre él y el hombre lobo que tenía enfrente. —No me hables de ese lobo Alfa —respondió Gael, su voz resonando con una altivez que helaba la sangre—. No tengo tiempo para tus amenazas. Mi única prioridad es encontrar a mi esposa. Aeron lo observó con atención, intentando desentrañar la desesperación que se ocultaba tras los ojos violetas del dragón. A pesar de sus esfuerzos por disimularlo, la angustia era evidente. —Si no encuentras a Connie, las consecuencias serán… desastrosas. No intento obstaculizarte, Rey Gael. Ella no está en Noche Carmesí. Si lo estuviera, sus lobos lo habrían sentido. Ella es la Alfa —explicó tratando de ser claro, Aeron. —¿Entonces dónde sugieres que pueda estar? —demandó Gael, incapaz de ocultar la prisa en su voz—. No tengo tiempo que perder. Ella… Un silencio pesado se instaló entre ellos, cuando ese Rey dragón, h

—¿Eso?, es verdad… —él desvío su mirada a un costado, como si estuviera pensativo, pero, de inmediato volvió a ver a la hembra— Sin embargo, es tu esposo. Huyes de él por un motivo, y si ya negociaron una vez, ¿por qué no hacerlo una segunda vez a cambio de que te libere de la maldición por romper el contrato? ¡Connie se sorprendió! Su idea no era tan descabellada. Si ella ayudaba a Gael a salvar a su antiguo amor, él la liberaría. El único detalle… Era que… ¡¡Él ERA SU MALDITO MATE!! ¡ELLA NO QUERÍA DEJARLO POR NINGÚN MOTIVO! ¡AL CARAJO ESE ANTIGUO AMOR! Estaba enojada, pero ese macho albino era suyo, y lo amaba, y su posesividad no se permitía pensar en verlo con otra. Armandite extendió su mano captando nuevamente la atención de la hembra, ella no dudó, tenía que actuar rápido. "Pensaré después en cómo arreglar el tema de Gael. Ahorita, este trato es algo que no puedo dejar pasar…" Connie sintió una oleada de energía fluir entre ellos en el momento en que sus mano