—Espera un momento.Interrumpí suavemente con una sonrisa: —¿Mi papá? ¿Quién es mi papá?Ellos fueron los que se negaron a reconocerme aquel día.Isabella, con una sonrisa forzada, respondió: —Hija, ¿por qué sigues con rencores? Somos familia, solo que no pudimos aceptar la situación en ese momento.—Sí, Delia, mejor dejemos las cosas como están —dijo Estrella.—¿Qué actitud es esa?Isabella reprendió a Estrella, aunque sin mucha severidad, y añadió: —¿Aún no llamas a tu hermana?Estrella me miró con desdén, pero luego, recordando algo, sonrió y dijo: —Hermana....Me sentí incómoda. Observaba con calma, intentando descubrir qué estaban tramando.Isabella empujó a Felipe: —¿Y tú? ¿No vas a saludar a tu hija?Felipe aclaró su garganta, me miró y señaló la puerta de la habitación: —Viniste a ver a la abuela, ¿verdad? Ve a visitarla.—Está bien.Entré en la habitación y vi a la abuela todavía inconsciente en la cama, bastante débil.No sabía cuándo despertaría.Mientras tanto, la familia
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