Puedo escuchar que el corazón de Sia late más fuerte y las chispas del toque entre Sebastián y yo se intensifican.Mi respiración se entrecorta cuando la luz blanca comienza a desvanecerse y miro a Sia, jadeando ante la sonrisa en su rostro. Su piel ya no está pálida, su corazón es fuerte y rítmico, y respira de manera uniforme.“¡Sia! ¡Mi ángel!”, susurro, acercándola.“Ah, y mami también está bien ahora”, dice Zion mientras Sebastián le choca los cinco.“Eres mi héroe, hijo”, dice él mientras todos miramos a Sia.“Mami, ya no duele”, susurra ella, haciendo que me duela el corazón.No solo nunca se quejó, sino que es muy valiente. Le sonrío, estallando en una risa suave mientras la acerco a ella y a Zion.“Estoy tan feliz, mi ángel, estoy tan feliz…”, susurro mientras Sebastián acaricia la parte de atrás de su cabello. El techo tiembla y la realidad regresa.“Tenemos que salir y terminar con esto”, digo, sintiéndome más fuerte y más determinada que nunca.Sebastián asiente mi
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