Tumbada en el asiento trasero, en los brazos de Lisandro, Ximena exclamaba:—¡Mariana, maldita sea! ¡Maldita niña, voy a romper nuestra amistad!Mariana estaba sentada en el asiento delantero, jugueteando con un colgante de bruja negra en su mano, observando las brillantes luces de la ciudad a travé
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