Ricardo apretó los dientes con rabia, —¿Aún no confías en mí?Beata le miró fríamente, —Contesta a mi pregunta.Tras un momento de silencio, Ricardo dijo: —Tú también tienes que entenderme, al fin y al cabo, tengo necesidades sexuales. ¿Me dejas solucionar yo mismo?Al oírlo, a Beata le daba asco.—Ricardo, ¿te acuerdas de cómo me prometiste antes?Ricardo sabía que fue culpa suya, bajó la voz: —Beata, soy el presidente del Grupo López, y el día que te casaste conmigo debiste saber que no serías la única mujer para mí.Beata respiró hondo y dijo: —¡Me da igual lo que hagas, sólo tengo una petición, esa mujer no puede quedar embarazada, si no, no te dejaré marchar!Ricardo se apresuró a asegurarle: —No te preocupes. No dejaré que se embarace, ¡tu bebé es el futuro heredero del Grupo López!—¡Lo juras, si rompes tu juramento, perderás todo y serás pobre!Ricardo le palmeó suavemente la espalda y asintió: —Vale, vale, lo juro, si rompo mi juramento, me iré al infierno, ¿vale? Ahora estás
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