Al regresar a la habitación, Clara seguía pensando en Hernán, pero Diego parecía distraído.—¿Aún no hay noticias de mi hermano? —preguntó Clara.Diego, distraído, la miró y dijo: —¿Qué dijiste?Clara tomó su mano y le dejó en claro: —No me gusta Ezequiel, para nada.Al encontrarse con los ojos firmes de Clara, Diego suspiró suavemente y dijo: —Lo sé, solo que...Él solo se sentía un poco inquieto. Desde el día en que conoció a Clara, supo que era una chica excepcional y muy talentosa.Dondequiera que ella estuviera, era como un pequeño sol que atraía todas las miradas. Desde hace mucho tiempo, él quería encerrar ese sol en su hogar, ocultándolo de todos.Poco a poco, el brillo del sol se convirtió en una joya, convirtiéndose en su posesión privada. Desde ese momento, nadie más podría ver su luz.Pero él mismo había perdido esa joya, y ella había vuelto a su mundo, incluso más deslumbrante y radiante, sin posibilidad de regresar.Clara conocía su naturaleza posesiva y, pacientemente, l
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