125. El regalo (T2)
Herseis, recostada sobre el sofá, disfrutaba del calor del cuerpo de Helios sobre ella, no como una presión abrumadora, sino como un abrazo que contenía todo el poder del universo. Había en él algo firme, un control absoluto que siempre se mantenía presente, incluso en sus momentos más vulnerables. A su lado, se sentía protegida, deseada, pero también libre. Y en esa libertad, su deseo florecía, como un fuego latente que se avivaba con cada roce de su piel contra la suya.Sus manos se encontraron, entrelazándose como si fuesen dos líneas que finalmente convergían. Un toque que no solo era físico, sino algo más, algo más profundo, que traspasaba la carne y se adentraba en los rincones de sus almas. Sentían el pulso compartido, como si sus corazones hubieran encontrado el mismo ritmo, acelerado, desbordante, y a la vez pacífico. Era en ese momento cuando ambos comprendían que se pertenecían mutuamente, sin necesidad de palabras.Helios, con su carácter siempre controlado, era ahora un v
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