*—Cassie:—Maldición —gruñó Cassie, entrando con paso firme al edificio de la empresa familiar.Miró su reloj: estaba a tiempo, pero su incomodidad era palpable. La ropa que llevaba, elegida por su madre, era la causa de su irritación. La falda negra, ajustada y pasada de moda, le llegaba justo por debajo de las rodillas, mientras que la blusa blanca de mangas largas parecía un uniforme de oficinista de otra época. Para rematar, estaba obligada a usar tacones, una tortura para alguien que prefería sandalias o zapatillas. Cassie se sentía como una jirafa en equilibrio precario.Frente al ascensor, se miró de reojo en la superficie metálica de las puertas. Su cabello castaño recogido en un moño estaba, como de costumbre, en completo desorden. Intentó arreglárselo con frustración, pero terminó empeorándolo.—¿Por qué tarda tanto esta cosa? —murmuró entre dientes, tamborileando los dedos contra su bolso.Al no encontrar nada más en qué ocupar su mente, miró a su alrededor. Había pas
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