Sus propios planes

Después de la muerte de Pablo, Lily intentó defender su unión, aunque la familia Vermont la acosara, presionara y encerrara en un galpón sucio y apestoso, no porque fuera fuerte, simplemente porque estaba agotada.

Sus padres habían fallecido y ahora su esposo, tampoco podía seguir creyendo que Samantha era su familia.

Había quedado sola y estaba destruida, emocional y físicamente.

Habían pasado dos meses del día en que enviudó, y llevaba tres días sin comer. Sus captores al menos le daban un litro de agua.

Lilian se había rendido ante la vida, y si lo que quedaba de ella era eso, pues mejor sería dejar ese mundo con el recuerdo de su boda, así que cuando un hombre de un metro sesenta y ciento treinta kilos le preguntó por octagésima vez si firmaría los papeles de la anulación matrimonial, cerró los ojos.

Despertó en un hospital con la noticia de que estaba embarazada.

Esa misma noche se dirigió a la compañía Vermont, irrumpió en el estudio de Pietro y le entregó los papeles firmados.

Renunciaría a todo con tal de proteger a sus hijas y mantenerlas lejos de ellos.

Pablo comprendería su decisión en donde estuviera, no la culparía por apartarlas de los Vermont.

 Lily había decidido marcharse, así que fue a despedirse de él en el cementerio, llevaba consigo la ecografía con la que confirmaban que los bebes en su vientre eran dos niñas.

Con el tamaño de su pansa no podía agacharse con facilidad, así que se arrodilló sobre el césped, cuando Samantha se paró delante de ella.

- No lo dejabas vivir en paz, vivías pegada a él como una mosca en sus oídos ¿Y tampoco lo dejarás descansar?

- Samantha, es mi esposo y puedo visitarlo cuanto quiera.

- Ni siquiera es tu esposo, ese matrimonio se anuló hace rato.

- Ante el cielo seguimos siendo marido y mujer.

- Jamás lo fueron – soltó con desagrado – su mujer siempre fui yo.

- ¿De qué estás hablando Samantha?

- ¿Por qué más crees que un hombre no tocaría a su novia en años? Porque ya tiene a alguien más.

Lily vaciló por un momento – aunque eso fuera así, él jamás tocaría a la prometida de su hermano.

Si era honesta consigo misma, siempre supo que no era la única en la vida de Pablo. 

Ella trabaja en un bar cerca de la compañía Vermont y los rumores de Pablo saliendo antes de la oficina o llegando con una misteriosa mujer no eran pocos, aunque él siempre sostuviera ante ella que trabajaba hasta tarde. Pero cuando le propuso matrimonio, creyó que el amor entre ellos era real.

Quizás él solo canalizaba sus necesidades con alguien más para no presionarla.

Pero definitivamente no jugaría sucio contra su propio hermano, y Pietro tampoco haría la vista gorda a su prometida siendo infiel.

- ¿Estas seguras de eso? ¿Qué tan bien conocías a Pablo? ¿Nunca sospechaste que solo se acercó a ti porque era la mejor manera de cabrear a Pietro?

- Samantha, creo que deberías hacerte ver, llevas meses hablando estupideces – empezando por sostener presenciar una discusión que nunca sucedió.

- Necesitaba el apoyo de la compañía de tus padres para poder enfrentarse a Pietro por la dirección de las compañías Vermont, nunca tuvo ningún interés en ti, ni siquiera te toco en tu noche de bodas.

- No te hablaré de las intimidades de mi matrimonio.

- Pablo conseguiría lo tuyo, yo lo de Pietro y luego los dejaríamos a los dos en la ruina.

- ¿No temes que le diga esto a Pietro? – sentía su cuerpo flojo, pero no volvería a titubear delante de ella.

- No lo harás, porque él jamás te escuchará.

Cuando Samantha le tiró un sobre lleno de fotos de ella y Pablo siendo íntimos, comenzó a pensar que todo aquello podía ser cierto.

- ¿Sabes lo que hacía tu esposo mientras lo esperabas con tu vestido de novia en la primera noche de su matrimonio?

Ella se acercó a Lily y susurró contra su oído: - Me hacía el amor a metros de tu cuarto

El corazón de Lily se quedó como si fuera atropellado por miles de carros

- Ese es el único motivo por el que te permití continuar con ese embarazo - Samantha se alejó riendo - me divertirá verte padecer con un bastardo al que no le podrás decir ni quien es su verdadero padre.

Mientras recordaba las palabras de Samantha, se sintió agradecida ante los cielos: la soberbia de Samantha era tal, que solo hacía estupideces.

La anulación del matrimonio la eximía de tener que ceder las acciones de su familia a los Vermont como compensación, cosa que Samantha no midió en su empeño por destruirla.

Por supuesto que tampoco pudo contar con nada de Pablo, así que cuando se enteró de su embarazo, no se molestó por querer demostrarles que nada de aquello era cierto.

Podría haber pedido un estudio de ADN para confirmar que el hombre con el que estuvo aquella noche era él en cuanto sus niñas nacieron, pero después de la única noche que paso allí, era un hecho que sus hijas estrían mejor cuanto más lejos estuvieran de esa mansión.

- Señorita Loren, la compañía me envió a buscarla a la dirección que nos proporcionó para llevarla a Compañías Vermont.

Levantó la vista para notar el rostro severo del chofer, saliendo de su ensoñación.

No parecía ser mucho mayor que ella, pero parecía más un guardia de seguridad muy fornido que un chofer.

No pudo evitar soltar una risita por lo bajo.

- Lo siento, me sorprendiste – se disculpó avergonzada cuando noto la expresión confundida del chofer ante su risa - creí que la empresa enviaría a un chofer con experiencia en traslado y cuidado de menores como siempre, pero… ¿Estás seguro de que podrás llevarnos? – hizo un gesto con el mentón hacia las niñas que jugaban entre un par de arbustos de un metro de altura.

- Me he capacitado en traslado de menores y tengo experiencia en cuidado de bebés – no era como Rose, la voz de este hombre no se suavizaba al hablar de niños – puedo asegurarle que soy muy responsable y garantizar la seguridad de las niñas.

La seriedad con la que hablaba, de cierta manera, la tranquilizaba.

- A Las niñas les encanta hablar y a veces los conductores no tienen paciencia, solo no quiero alguien que se queje de ellas por ser solo... niñas, no tienes que ser tan serio – le extendió una bolsa de snacks.

No esperaba que aceptara, así que cuando la rechazó, no se sintió ofendida.

Después de subir al auto y acomodar a las niñas, comenzó la odisea de siempre.

- Señor, ¿le gustan las plazas? – Emma siempre era de las preguntas curiosas.

- Sí, me encantan.

- ¿Por qué? – y Eva era la que cuestionaba todo.

- Porque es lindo salir y pasar tiempo al aire libre.

- ¿Hay una plaza cerca de donde vive? Mi mami nos dijo que íbamos a vivir cerca de una plaza.

- Sí, vivo cerca de una plaza y voy todos los días.

- ¿Hay juegos para su tamaño en esa plaza, Señor?

- No – el chofer reía y Lily se divertía al imaginarlo

- ¿Por qué va a una plaza todos los días si no hay juegos para alguien como usted?

- Voy a correr.

- Correr no es divertido

A medida que la charla avanzaba llegaban al edificio central de las compañías Vermont.

Samantha salía por la puerta principal con un tapado rojo y lentes negros.

Seguía luciendo tan arrogante como siempre.

No podía imaginar nadie mejor que Pietro Vermont para ella, no era que conociera mucho a su cuñado como para poder juzgar si su carácter congeniaría con el de su prima, pero era el único hombre que podría cumplir con los ambiciosos estándares de Samantha.

En cuanto a si Pietro merecía a una víbora como ella como su esposa, le parecía que eran perfectos.

Durante los primeros meses de su embarazo, ambos le hicieron la vida imposible.

Si no fuera por las humillaciones constantes a las que Samantha la sometía y la dureza con la que Pietro la juzgo sin piedad al ser acusada de infiel, no se habría alejado de su ciudad natal en el momento en que más vulnerable se sentía.

Pero ahora que estaba de vuelta, aprovecharía la excusa de este proyecto para demostrarles que se equivocaron al tratarla de esa manera.

Pietro era un hombre de negocios y a juzgar por cómo dilató ese compromiso, no lo quería. Con la información justa y una propuesta interesante que rindiera lo suficiente para él, podría conseguir lo que necesitaba.

Ganaría a toda costa el apoyo de Pietro contra Samantha, y recuperaría la empresa de sus padres de las garras de su tía.

Luego sería su turno, necesitaba a Cosméticos Loren para hacerle frente a Vermont.

No pensaba quedarse allí, en un lugar al que únicamente la ataba el dolor, pero se encargaría de cobrarse todo lo que le debían antes de desaparecer lejos con sus hijas y disfrutar de una vida llena de paz.

No soportaría que siguieran viviendo en total impunidad cuando la empujaron al borde de un abismo.

Poco imaginaba, que los muertos se levantarían de sus tumbas para poner su mundo de cabeza, o que Pietro tenía sus propios planes para ella.

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