Una Segunda Oportunidad
Una Segunda Oportunidad
Por: Xinova Escritora
Introducción

Ciudad de México.

Debido a un mal tiempo en el norte del país, un frente frío sorprendió a la metrópoli. Ernesto descendió del Uber, unas calles antes de llegar al apartamento al que se dirigía; luego de que el auto, quedó varado sobre el tráfico de la urbe. 

En cuanto se acercó a la banqueta, cerró su chaqueta buscando sentir un poco más de calor en su cuerpo; entonces, comenzó correr con urgencia en dirección a los edificios donde Aline vivía. Su corazón palpitaba con fuerza, deseando llegar hasta ahí. Hacía dos meses que no sabía nada de ella, y ahora que se enteró que había vuelto, por el aviso de una vecina. No podía desperdiciar esa oportunidad. 

Mientras proseguía, un par de lágrimas rodaron sobre sus mejillas, las cuales limpió con el dorso de su mano, y prosiguió su andar con la esperanza de poder hablar con ella. Aunque aún tenía una gran bruma en su mente, sobre lo ocurrido ocho semanas atrás, y que fue la razón que llevó a que ella lo dejara.

 Deseaba con toda su alma poder estrecharla entre sus firmes brazos, que se reflejara en su mirada y se diera cuenta de lo que le hacía sentir.

—No voy a quitar el dedo del renglón hasta que me escuches —expresó agitado.

Al llegar frente al apartamento, abrió la puerta y retiró la chaqueta colocándola sobre el perchero. 

—Aline —pronunció con la voz temblorosa—. Bicho, necesito que me escuches, por favor —suplicó.

El joven percibió con claridad que la puerta de la alcoba se abrió; además, de que unas suaves pisadas acompasaban el silencio del interior.

—¿Ernesto? 

La voz de una sorprendida joven, se escuchó.

—¡Azul! —Ernesto pronunció con la voz entrecortada, lleno de decepción, al ver a la prima de su chica. — ¿Y Aline? —cuestionó con voz trémula.

—No está aquí —respondió con tristeza—. Hablé con ella hace un par de semanas, me prestó por un par de noches su piso —explicó sintiendo pesar al ver el rostro lleno de dolor de Ernesto.

—¿A dónde se fue?, por favor dímelo —suplicó—. Necesito encontrarla, hablar con ella; me estoy volviendo loco de desesperación.

Azul resopló.

—Lo lamento, no quiso decirme, sabe el cariño que te tengo, y que no te podría ocultar en dónde está —explicó.

Una capa de lágrimas nubló la visión del joven Robles, su corazón ardió como nunca lo había hecho y se dejó caer al suelo, sintiéndose derrotado.

—Me queda claro que ha decidido olvidarme. —Presionó con fuerza sus puños y permaneció pensativo.

«¿Cómo haría para arrancarse de tajo todo el amor que sentía por Aline?». «¿Lo lograría?».

***

Sierra Tarahumara, Chihuahua.

Una fuerte lluvia azotaba la reducida carretera de la cordillera por la que descendía el autobús en donde iba Aline, quien intentaba observar el camino a través de la ventanilla de su lugar, sintiendo gran nerviosismo.

 Su corazón palpitaba con agitación al haberse dado cuenta de los deslaves que se encontraban en aquel estrecho camino. Además, estaba resbaloso por el barro que desprendía  la montaña. Los limpiaparabrisas del viejo camión urbano, se movían con rapidez intentando permitirle tener algo de visibilidad  al  chofer; sin embargo, no lo lograba del todo.

Una joven castaña que se encontraba a un lado de Aline, sin poder evitarlo, tomó la mano de la chica y presionó con fuerza, ante el nerviosismo que la embargaba. Ambas se miraron unos instantes. No necesitaban decir nada para comprender que las dos sentían mucho temor. Giraron y se dieron cuenta que toda la gente iban inquietas, sujetándose con fuerza de sus asientos, además que algunas personas en ciertos momentos gritaban asustados al igual ellas.

—Tengo miedo —dijo la joven que compartía el asiento con Aline, además que la mirada de la chica estaba cristalizada.

Aline resopló, presionó con fuerza el agarre de aquella desconocida.

—También yo. —Colocó su mano libre sobre su vientre y su mirada liberó una lágrima solitaria. Al intentar despejar su mente, recordó aquellos ojos aceitunados, sin poder evitarlo, su corazón latió con bravura, de forma agitada al rememorar en la causa por la que decidió regresar a la ciudad de México.

—Necesitamos hablar, espero que puedas perdóname, mi amor —expresó con la voz llena de dolor.

Segundos después, sus ojos se abrieron de par en par, al percibir unas luces descender con rapidez, en una curva. Los pasajeros, al igual que Aline, distinguieron que un camión de carga, se acercaba invadiendo ambos carriles. Por lo que el chofer intentó virar para impedir impactarse de frente. Sin poder evitarlo, el autobús, salió de la carretera perdiendo el control, golpeando con los árboles que se encontraban a los alrededores, hasta que dio varios giros, continuando aquella caída, para al final llegar a un lago.

—Te amo Ernesto —expresó antes de perder el conocimiento, dándose cuenta como el agua comenzaba a tragarse el autobús. Entonces todo se volvió oscuro y sombrío para ella.

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