Capítulo dos. Un contrato matrimonial

Emma estacionó el auto en el garaje y por un momento dudó en entrar a su casa o salir corriendo a cualquier parte del mundo. Cualquier lugar era mejor que estar en Nueva York, en la misma ciudad que Ryan Black, su marido.

—Eres una tonta, Emma Collins, una tonta —se dijo dejando caer su cabeza sobre el volante, preguntándose: ¿Qué es lo que iba a hacer ahora? ¡Estaba casada! Casada con un hombre que era mucho mayor que ella, que no amaba y encima de todo ¡Era el maldito mejor amigo de su padre!

—¡Aaaah! —gritó con frustración, se reclinó sobre el sillón. Nada podía hacer ahora, más que esperar y confiar en Ryan. Él le había dicho que buscaría la oficina donde se había oficiado su matrimonio y buscaría la manera de anularlo.

Emma realmente esperaba que la estupidez que había cometido la noche anterior, no tuviese muchas más consecuencias y lo más importante de todo que su padre no se enterara de lo que había hecho o estaría en grandes problemas.

Con resignación bajó del auto para entrar a su casa. Tenía que ir a la oficina y reunirse con Ryan por la tarde para saber qué es lo que había averiguado.

—Genial, no hay pájaros en el alambre —murmuró al estar en la sala y descubrir que estaba vacía. Quizá su madre había salido con los gemelos y con suerte su padre estaría ocupado en la biblioteca llevando el trabajo de las sucursales en Florida.

Dio un paso y el silencio fue interrumpido por el sonido de su tacón. Resopló y se quitó los zapatos con suerte, nadie se enteraría de que no había llegado a dormir, dio uno, dos y tres pasos hacia la escalera y antes de que pudiera echarse a correr sus intenciones fueron cortadas abruptamente.

—¡Emma Collins!

—Trágame Tierra y escúpeme en Marte —susurró al escuchar la voz de su padre.

—¿Se puede saber dónde dormiste anoche?

Emma cerró los ojos. «¿Por qué tenía tanta mala suerte?», se preguntó.

—¡Buenos días, papi! —gritó girándose y fingiendo una sonrisa y una felicidad que no sentía.

Su corazón martillaba dentro de su pecho como si estuviera en una carrera de caballos.

—Te hice una pregunta —dijo Michael con seriedad y Emma supo que estaba perdida.

—Tuve una reunión hasta muy tarde ayer por la noche y bebí un par de copas. Sé que me has dicho que no beba, pero en realidad tuve que salvar a tu amigo Ryan de un aprieto, así que…

¿Ryan? ¿En serio era tan idiota como para venir a mencionarlo en ese precisó momento? «El alcohol me ha embrutecido», pensó.

—¿Ryan? ¿Qué le sucedió? —preguntó el hombre y Emma sonrió internamente.

—Pues teníamos una reunión con una modelo y al parecer quedó flechada por tu amigo y quiso pasarse de lista, así que me tocó fingir ser su novia, y…

—¿Novia? —Michael estalló en carcajadas al escuchar el cuento de Emma.

—¿Qué tiene de raro? No soy tan malvada con él como tú crees —dijo en tono de indignación.

—Nada, entonces… ¿Qué pasó? —instó Michael a que continuara.

—Ella no quitó el dedo del renglón e invitó a Ryan a una discoteca y tuve que continuar con la farsa de ser su novia, así que terminamos bebiendo de más y pasé la noche con Ryan.

Emma quiso golpearse la cabeza contra la columna al darse cuenta de que estaba prácticamente confesándose ante su padre.

—¿Estás segura de que fue con Ryan? No quiero mentiras Emma, no me gusta para nada tu relación con Nicholas, pero no me gustaría que me mintieras para evitar que me moleste contigo por pasar la noche fuera de casa.

Emma sintió como si le hubiese picado una abeja al escuchar el nombre del hombre responsable de toda la locura que había hecho y dicho hasta ese momento. Su enojo fue tan grande que no tuvo ningún impedimento para decirle a su padre lo que pensaba del muchacho.

—No tienes que preocuparte por Nicholas, nunca más papi. Te aseguro que nuestra relación terminó y es definitiva.

—¿Qué? ¿Cómo qué terminó?

—Creí que estarías feliz con la noticia.

—Cariño, si es por mí, no lo hagas. Yo puedo no quererlo, puede no gustarme para ser tu novio, pero si lo amas…

—Él no es el hombre que creí que era. Tenías razón, solamente es un inmaduro que no sabe ni lo que quiere. Así que no te preocupes, papá, no lo hice por ti —dijo girándose sobre sus pies. Tenía unas ganas inmensas de llorar y no podía hacerlo sin echar por tierra lo que acababa de decirle a su padre.

—¿Estás segura, cariño?

—Completamente, papi. Ahora tengo que dejarte, debo asistir a una reunión antes del mediodía y es posible que hoy también llegue tarde. Tengo que reunirme con Ryan para discutir los nuevos contratos para las modelos que estarán trabajando en la nueva campaña el próximo mes.

—Por supuesto, no te olvides de desayunar, mi princesa —dijo dándole un beso en la frente y antes de que Emma pudiera escapar. Michel agregó—: Invita a Ryan a cenar esta noche, tengo algo que comunicarles y como tal parece que están llevándose bien, considero que esto va a gustarles.

Emma asintió y no se atrevió a preguntar, corrió hacia su habitación y una vez en la seguridad de las cuatro paredes de su recámara se dejó caer al suelo y lloró.

La muchacha no podía explicar todo lo que estaba sintiendo, las imágenes de Nicholas con Angélica herían de nuevo su corazón.

No comprendía la razón por la que ellos la habían traicionado. Él era su novio desde hacía cinco años y Angélica era su amiga. Incluso el trabajo de secretaria se lo había conseguido ella, había hablado con Nicholas dos años atrás para que le diera un puesto en su empresa.

—¡Tonta! Eso es lo que soy por no haberme dado cuenta de lo que ocurría entre ellos —masculló limpiando sus lágrimas con brusquedad.

♦—♦—♦♦—♦—♦

—¿¡Qué es lo que estás diciendo!? —Nicholas se encogió al escuchar el grito de su padre.

—Emma y yo decidimos darnos un tiempo —repitió. Él jamás aceptaría que le había sido infiel o su padre lo molería a golpes.

—¿Estás loco?

—No papá, no estoy loco. Pero no puedo negarme cuando ha sido ella quien me ha pedido un tiempo. Tiene mucho trabajo y yo…

—Y tú harás que ese tiempo solo dure horas, ¿me estás escuchando?

—Te he escuchado muy bien, papá, sin embargo, quiero que comprendas que no pienso presionarla. Le daré el tiempo que ella necesita.

—¡Y una m****a, Nicholas! Ella podrá tener todo el tiempo del mundo. Todo el puto tiempo que quiera una vez que se convierta en tu esposa y firme un contrato matrimonial que te permita acceder a su dinero.

—No tengo prisa por casarme, papá. Solamente tengo veinte años ¡No he vivido mi vida porque tú quieres vivirla por mí!

El sonido de la bofetada se escuchó en la sala de la familia Fisher. Nicholas miró a su padre con resentimiento.

—Y no tendrás vida que vivir, si no te casas con Emma Collins. Estamos arruinados…

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Ryan dejó caer la carpeta sobre su escritorio y se sentó en su silla mirando a la ventana y preguntándose ¿en qué momento se fue todo a la m****a? Él no podía recordar nada de lo ocurrido la noche anterior, había estado rompiéndose la cabeza durante toda la mañana, pero lo único que venía a su mente era el momento que Clarise le había dicho que no.

No obstante, esa no era su mayor preocupación en este momento. Lo era lo que había hecho por culpa de ese «No». Estaba casado legalmente con la hija de su mejor amigo, con la chiquilla que se había pasado los dos últimos años de su vida tratando de enloquecerlo con su comportamiento loco e infantil.

Emma era inteligente, no podía negarlo, no pondría en tela de juicio su desempeño en el trabajo, pero fuera de la oficina era otra cosa. Los tres toques a la puerta le hicieron girarse para decir:

—Adelante.

Emma entró como si fuera un ciclón en busca de destrucción, podía adivinar fácilmente su estado de ánimo y no era mejor que el suyo.

—¿Conseguiste la oficina dónde cometimos el error de casarnos? —preguntó apenas se sentó.

—Sí, el acta de matrimonio fue firmada cerca de la medianoche.

—¿Qué? ¿Estás bromeando? ¿Qué oficina haría eso a esa hora? —preguntó pensando que a lo mejor solo había sido una broma.

—De hecho, Emma. Nos casamos en el antro.

—¡Estás loco! ¿Cómo que en el mismo antro?

—Pues al parecer es una actividad que el lugar organizó para realizar bodas rápidas para quienes quisieran dar el paso sin reflexionar mucho sobre eso, y justo ahí entramos nosotros. El documento es legal —dijo empujando el sobre hacia Emma.

—No podemos tener tanta mala suerte —dijo mientras abría el sobre.

Emma comprobó los sellos y las firmas. En efecto, esa era su firma original, quizá un poco torcida debido a su estado de embriaguez, pero era su jodida firma estampada en el acta de matrimonio.

—Pues podemos estar más jodidos, bonita —expresó Ryan con un suspiro.

—¿Qué puede ser más jodido que estar casados por culpa de unas muchas copas?

—El contrato matrimonial que firmamos.

—¿Contrato?

—Sí, no podemos divorciarnos —dijo Ryan con pesar.

—¿Cómo que no podemos divorciarnos? Estás loco, en el estado de embriaguez que estábamos, dudo mucho hasta que hayamos consumado la noche de bodas —dijo de manera abrupta.

Ryan la miró como si fuera una extraterrestre, antes de maldecir para sus adentros. Hasta ese momento él no había pensado en la posibilidad de haberse acostado con Emma.

—Pues no sé si consumamos o no la noche de bodas. Lo que sí sé es que no podemos divorciarnos en los siguientes tres años. Quién solicite el divorcio tendrá que pagar una cifra millonaria.

—¿A quién fue el idiota que se le ocurrió algo como eso? —preguntó enfadada.

—A ti…

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