Un rey cae y la esperanza huye con la fe en una gota de sangre.

Parte I

"El asesino de la estirpe"

Decir que el ambiente era tenso es poco. Con la llegada del general "Samael" hermano del castaño Rey Esteban, todos los encontrados en el salón tuvieron que soportar una guerrilla de miradas y una tajante incomodidad entre hermanos. El mayor, dolido y con una gran sed de sangre y el menor, apasionado y protector que ya conocía su trágico destino.

Sólo una persona en el salón del trono, ignoraba lo que ocurriría esa noche, una joven de ojos olivados que sólo tenia en mente un pensamiento "Acabar con este día lo mas rápido posible"

Triste y desgraciadamente para ella, justo ese día perdería más que sólo un título de nobleza. No, vaya que perdería mucho más.

Como se rige en todos los cortejos de bienvenida, cada quien saludó al general con digno respeto. Al acercarse nuestra protagonista a tan maligna persona, sólo dos cosas escaparon de su boca. Un educado saludo, y una pregunta que rasgaría con vivaz rapidez el ambiente volviéndolo de uno de completa incomodidad a uno de total peligro.

- Bienvenido. - Musitó haciendo una reverencia. Éste igualó su acción con un asentamiento de cabeza. - ¿Piensa quedarse mucho tiempo general?

Todos quedaron petrificados ante digna incógnita. Alejandro por instinto llevó su mano a la empuñadura de su arma; y cerca de su hija junto a su esposa, una mirada fría recorrió el semblante de nuestro rey.

Sólo los que estaban cerca de la princesa pudieron experimentar en carne viva el terror que apareció en el cuerpo de ella al ver en la cara del general una santurrona y satisfecha sonrisa. El respondió.

- Ya veremos, todo dependiendo de las circunstancias. Espero poder solucionar lo mas pronto posible los asuntos pendientes con tu padre. Pero, puede tardar. Así que, puedo irme fácilmente cuando termine, ya sea esta misma noche o como también, no irme nunca... -

Lo último fue casi inaudible, solo fue mencionado para que única y exclusivamente su sobrina lo escuchara. Pero más de una persona, que sin la necesidad de leer sus labios pudieron adivinar que palabras salieron de su boca.

- Sebastian... - Susurra aurora entre sus labios hacia el oído de su esposo. En respuesta, éste sólo tensó su mandíbula conteniendo el querer golpear a su hermano en ese preciso instante.

Isabel tragó en seco y abrió la boca para poder emitir algún sonido en respuesta a tal advertencia, pero antes que siquiera pudiera formular alguna racionable oración, su padre se zafó del agarre fuerte de su esposa e interrumpió la escena colocándose cerca de su hija, postrando su mano sobre el hombro de ella.

- Hermano, creo que has venido algo apurado. De seguro no habrás almorzado. Te invito cordialmente a comer conmigo. -

Isabel, en un arrebato de confianza se giró hacia su padre para encararlo y recordarle que el almuerzo sería lo último según la programación.

- Padre, el almuerzo es lo últ... -

- No te preocupes hija, de todos modos. Ya es hora de comer. - Interrumpió.

Ella sin entender nada sólo mordió su lengua y dejó a su padre tomar las riendas de los acontecimientos.

Pasó el almuerzo (Y creo está demás mencionar que lo único que se podía apreciar era el sonido de los cuchillos y tenedores siendo ligeramente golpeados contra los platos) y el tiempo más rápido de lo que se pudo haber calculado. Luego irían "Según lo programado" a dar un tranquilo paseo por los alrededores del castillo.

Ambos hermanos, se limitaron a hablar únicamente de las actividades económicas y sociales de ambos distritos. Alejandro iba tras isabel y su madre, observando todo a su alrededor con sumo detalle. Un par de guardaespaldas del general estuvieron cerca de estos todo el tiempo. Isabel incómoda ante tal estresante situación solo asentía o negaba cuando su opinión era solicitada o musitaba algún "Estoy de acuerdo" si su tío se dirigía a ella sobre el cómo debería actuar alguien de la nobleza.

Ciertamente, este tenía una obsesión con las reglas, linaje y todo lo que tuviera relación a la perfección.

Se dirigieron al salón de música y ahí Isabel demostró su talento con el piano, su tío se levantó y la felicito cuando culminó su pequeño concierto.

Finalmente concluyeron el paseo con una cabalgata en el pueblo. Todos los ciudadanos al ver al general se alejaban intimidados o se inclinaban ante su presencia.

A samael no le agradó que algunos se alejaran sin siquiera dejar un saludo, lo vió como una falta de respeto a sus líderes y (como es de suponer) se lo mencionó a su hermano en forma de regaño.

Llegó la hora de la cena y ambos se retiraron a mitad de ésta con la excusa que estarían ocupados en el despacho, alejandro acompañó al rey en todo momento y quedó como guardia vigilante en la puerta del despacho del mismo.

Sin exagerar, al momento de salir ambos dirigentes del gran comedor un suspiro de alivio salió de muchas bocas, la mayoría provenientes de la servidumbre. Aurora tomó la mano de su hija y la apretó sobre la mesa, luego en un pequeño arrebato la fundió en un gran abrazo. Seguidamente como si nada hubiese pasado, se levantó y antes de retirarse dijo.

- Mary, prepare las cosas de isabel. Dormirá en mi habitación esta noche. - Mary solo asintió y la reina huyó de la escena.

Isabel quedó sola ahí sentada en una gigantesca mesa y con la mayoría de la servidumbre que la conocían desde bebé, acompañándola en este espacio.

- ¿Que esperan? -Dijo luego de estar unos minutos pensativa. - ¡Siéntense a comer conmigo! Los invito, o ¿Acaso prefieren que la comida se pierda? -Dijo animadamente y concluyó con una sonrisa.

Algunos rieron, otros negaron, pero todos y cada uno se sentaron y se sirvieron de tan grande y larga mesa (con espacios libres que fácilmente abarcarían hasta 100 invitados) exquisitos platos de abundante comida.

Todos compartieron y por primera vez en un largo tiempo se sintieron como una familia más y normal. Algunos vieron esta acción como la oportunidad más grande en sus vidas de compartir la comida con alguien de la nobleza y otros la vieron como una falta de respeto proviniendo de la princesa.

Mas aún así, esto a ella no le importó. Pues, sólo sabía que había sido un día tenso y largo y quería culminarlo acompañada de todas las personas que quería.

Sus mucamas estaban cerca comiendo con ella y a pesar que las había visto de toda la vida, por primera vez hablaban como iguales dejando los títulos de lado.

Los reunidos eran sólo personas comunes y corrientes comiendo juntos en alegría.

- Creo que por un día como hoy, terminar con una cena tan maravillosa es la manera perfecta de alegrar el alma. - Menciono ella.

Todos rieron y algunos pocos aguantaron las ganas de llorar.

Un par de horas después isabel se acercó al despacho de su padre encontrando a alejandro vigilando en la puerta y divisó también a un par de guerrilleros de samael, encontrados un poco más alejados observando y detallando todo a su alrededor.

- Alejandro... - Susurró ya estando cerca y procurando que sólo el fuese testigo de sus palabras.

- Isabel. Deberías ya, estar durmiendo... - Dijo en voz baja.

- Quería ver a papá antes de ir a dormir. Mamá quiere que la acompañe y duerma con ella. Supongo que, extraña cuando lo hacía de pequeña cada vez que tenía pesadillas. - Mencionó.

- Sí. Tal vez añora viejos tiempos. - Respondió alejandro algo triste, isabel rió un poco.

- Lo siento kitsune, hoy no podrás dormir en mi cama. -

Ella colocó su mano en el pecho de él y éste la arropó con la suya. Vaya que su amada a veces solía ser ignorante, o tal vez era el hecho que el ya sabía la verdad.

¿Viejos tiempos? Yo lo llamaría "Una pequeña despedida" -Pensó.

Isabel se alejó de alejandro con una pequeña sonrisa y tocó la puerta. Del otro lado escuchó un "Adelante" y abrió la misma.

- Permiso, buenas noches general, buenas noches padre. - Dijo adentro del despacho haciendo una pequeña reverencia.

Ambos uno al lado del otro y con muchos documentos en el escritorio la saludaron. Su padre sonrió y se acercó a ella.

- Hola hija. ¿Vas a dormir? -

- Si papá. - Respondió.

El padre atrajo a su hija a su pecho y se fundieron en un hermoso abrazo. Uno se estaba despidiendo y el otro deseaba verlo al día siguiente para celebrar la ida de su familiar.

Samael por otro lado, vió la acción con frialdad y cierto rencor. Por un momento consideró la idea de la "retirada" pero de nuevo... A su mente regresaron todos los recuerdos en el que por culpa de su hermano "El puro" fue hecho a un lado y despreciado por casi toda una nación. Y ahí, volvieron todos esos sentimientos vengativos a su ser.

Padre e hija se despidieron. Él besó su cabeza y ella lo retuvo unos momentos más entre sus brazos. Vaya que amaba a su padre, y era que por muy ocupado que estuviese, siempre tenía tiempo para su hija.

Era un amado rey.

Amado esposo.

Y amado padre.

Isabel se retiró del lugar con la mera sensación que se desprendía de algo grande en su vida.

Iba a comenzar a perderse entre los pasillos cuando alejandro la llamó desde el otro extremo del corredor. Llegó a su encuentro casi sin aire y ésta sólo rió bajo.

- No me tengas tanta compasión querida. - Reclamó casi sin aire a su lado.

- ¿Por qué viniste? - Ignoró su anterior comentario.

- El Rey me pidió que te escoltará. -

- ¿Al cuarto de mi madre? ¿Que podría pasarme? - Pregunto irónica. - ¿Que me pique un mosquito acaso?

Y era eso lo que faltaba para que ambos estallaran en risas.

- Como sea, de todos modos sólo cumplo sus órdenes. Aquí soy solo un soldado más. - Mencionó caminando al lado de isabel. Estos entrelazaron sus manos.

- Dime ¿Un "Soldado más " se quedaría en la noche durmiendo en  cama, en mí habitación y en mí pecho? - Replicó.

Alejandro solo entornó los ojos, y apretó un poco la unión de sus manos.

Estando cerca de un cruce entre pasillos jaló su brazo y se escondieron tras una de las paredes procurando que nadie estuviera alrededor. La colocó frente a él mientras se recostaba de la pared y la atrajo a milímetros de su cara.

- En tal caso, puede que no sea Solo un soldado más. -Respondió lento.

- Alejandro... - Dijo ella con la voz algo temblorosa y sus manos tomando con fuerza la camisa de él.

- Por favor, no vuelvas a igualarme con otro chico que podría estar en mí  posición. Me da celos el solo hecho de pensar que... - Rozó su nariz con la de ella y ambos unieron frentes. - ...otro probase tus labios.

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