Capítulo 3

Bianca.

Estuve un mes más en el ala de aislamiento. Me subieron unos años más la condena por matar a esa mujer. No sentí pena ninguna por robarle la vida, porque era una mala persona y me iba a hacer daño a mí. Era yo o ella. Y decidí salvarme a mí.

La cárcel era como una jungla. Los depredadores iban a por sus presas, así que te tenías que convertir en un depredador antes de que te devoraran. Ahora yo era ese depredador.

No salía de mi prisión. Por prevención me ubicaron en una solitaria. Mejor así. No sentía ganas de ver a nadie. Tampoco de que me acosaran después de lo que hice. Volví a robarle la vida a otra persona y ni siquiera me importó. ¿Había algo mal en mí? Sí. Ahora no tenía alma y esa era la consecuencia.

Me había convertido en una persona egoísta.

Ya no me importaban los sentimientos de los demás, solo los míos.

—Bianca Lamberdy —el pitido de la puerta me hizo alzar la cabeza y mirar al guardia —. Tienes visita.

¿Visita? Yo no podía tener visitas. Estaban prohibidas para mí. El corazón me latió fuerte en mi pecho, rápido me puse en pie y salí por la puerta cuando él me lo permitió. Después buscó las esposas y las colocó detrás de mí muñecas a mi espalda. El pasillo de la prisión se volvió más aterrador cuando me encontré caminando.

Desde allí, todas las prisiones estaban conectadas y podían verme. Casi siempre podía en mis rejas una sábana para tener privacidad, pero todas las miradas de esas presas me estaban poniendo nerviosa. Las oía cuchichear en ruso, así que no entendí nada de lo que decían. Ninguna de ellas se atrevió a decir nada.

Puede que me tuvieran miedo después de lo que hice.

O tan solo estaban analizando mis acciones para matarme después.

Aún tenía la sangre de esa mujer debajo de mis uñas. Intente quitarlas, pero no me había duchado desde hace mucho tiempo.

Mis pensamientos intentaron descubrir quién era la persona que me visitaba. ¿Cómo lo había hecho? Pensé en Giovanni Lobo, entonces recordé que no podía ser él porque lo asesiné.

Sentí un pinchazo en mi pecho y respiré muy hondo siguiendo al guardia. Él hacía gestos con sus manos, para que los demás trabajadores de la cárcel, abrieran poco a poco las rejas que dividían las diferentes salas. Cada pitido resonaba en mi cabeza, cada parpadeo me hacía querer llorar.

No lo hice.

Me erguí y en unos minutos estaba sentada en un cubículo. Todo paso rápido, no había nadie más en esa sala. Había un vidrio de cristal que partía el cubículo. Aquello era parecido a lo que se grababa en algunas películas de cárceles y criminales.

Me senté en la silla que era bastante incómoda. Espere a que alguien se encontrara al otro lado. Pero no había nadie.

Fue entonces cuando lo vi.

Vestía con un traje caro azul, su cabello estaba peinado hacía atrás y me observó antes de sentarse. Nos quedamos en silencio mirándonos un par de segundos. Aún no podía creer que estuviera vivo. Yo vi su cuerpo muerto.

—¿Qué haces aquí, Luka? —pregunté con dureza.

Así que él era un Romanov. Luka Romanov. El hijo que había sido adoptado por Nikolai y Anastasia.

No habló solo me analizó.

—¿Vienes a asegurarte de que estoy rota y destruida? —sonreí burlona —. Cariño eso no puede pasar. Tú y tu familia podéis llevarme hasta el mismísimo infierno que seguiré en pie. Vosotros no sois capaces de destruirme, Luka. Soy mucho más fuerte que todos vosotros.

Se rascó el cuello acercándose al cristal. Esbozó una sonrisa divertida.

—Tu apariencia es un asco —comentó.

—No se puede estar divina en una cárcel en la que cada día te quieren asesinar.

Tragó saliva y su diversión se evaporó.

—Estoy aquí porque necesito que confíes en mí, Blanka —soltó sus palabras sin miramientos —. Vine para ayudarte.

Una carcajada emergió de lo más profundo de mi ser.

—¿Ayudarme? ¿A mí? —volví a reírme —. Tuviste oportunidad ese día. Pudiste decirle algo a tu hermana y te quedaste callado. Te hiciste el muerto y ni siquiera me avisaste sobre ello.

—El abuelo de Giovanni quería mi cabeza, casi la consigue de no ser por Annika. Ella me salvó y me dio alojo en su clan —explicó rápidamente.

—No me importa —casi chille —. Te quería, Luka. Estaba sintiendo cosas muy bonitas por ti.

Sus ojos no pudieron agrandarse más.

—Tú estabas enamorada de Don. Y tampoco podía corresponderte.

—¡Esa clase de sentimientos no, idiota! —me levante enojada y mi rostro estuvo más cerca del vidrio que nos separaba —. Nosotros dos teníamos tensión sexual, sí, lo reconozco, pero te quería como mi amigo. Sentía que podía confiar en ti. ¿Sabes cuánto llore por ti? Te eche de menos todo el tiempo.

—Yo también te eche de menos, Blanka.

—¡Qué no me importa! —golpee el cristal —. ¡No me digas Blanka porque ese no es mi nombre!

—Es tu nombre, eres Blanka Romanova, mi hermana. Yo te cambiaba los pañales cuando era un bebé cagón —aseguró asqueado —. La primera vez que te vi venir con la tía Sasha a la boda, solo quise correr hacia ti y abrazarte. Pero no podía. Annika me había ordenado seducirte y llevarte hasta ella. Cuando quise darme cuenta que estaba loca era demasiado era tarde.

—¡Tenías la opción de no hacerlo o protegerme!

—Me tenía cogido por los huevos, pequeña salamandra. Es algo que no puedes entender.

Fruncí mi ceño.

—Te voy a golpear, idiota.

Sonrió de nuevo.

—Lo harás después de que te ayude a salir de aquí.

—No quiero tu ayuda —dije entre dientes.

—Bueno, salamandra, igual te voy a ayudar —se encogió de hombros —. Pareces un oso panda con esas ojeras. Te vas a tener que inyectar algo para volver a estar bonita.

Me sacó la lengua burlándose de mí y yo enseñé mi dedo del medio. Este era el Luka que estaba de menos.  No sabía si podía confiar en él. Esto era un infierno, quería salir, pero no con su ayuda. ¿Tenía otra opción? No. Era eso o quedarme y vivir una vida infeliz. Aunque estaba segura que allí fuera todo era mucho más peligroso.

—Vete con tu familia y déjame en paz.

—Deja el drama, ya estoy con mi hermana favorita —sonrió y se puso en pie —. Tendrás noticias mías pronto. Te sacaré de aquí, quiero ayudarte porque solo tú te mereces estar en la pirámide de la mafia. Liderando. Como mi papá lo quería.

Me giré para irme de una vez porque estaba enojada, confusa y herida. Pero todo me dio vueltas así que me senté. Luka se inclinó al cristal con las facciones preocupadas. Lo veía doble, me estaba mareando muy feo. Había sentido esto muchas veces, solo tenía que sentarme y coger aire. Debería ser por la falta de nutrición.

—¿Te encuentras bien? Llamaré a alguien —me informó.

Quería decirle que estaba bien. Pero no pude. No me dio tiempo a nada más que respirar una última bocanada de oxígeno.

Mi consciencia se apagó.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo