Capítulo Ocho

Amaya Bezos

Entro a la casa hecha una furia, me aletea la nariz y el pecho me sube y baja exaltado . Esto tenía que ser obra del Karma. No podría ofrecerle otra explicación a lo que acababa de ver en el jardín.

Por una vez en la vida que mi padre me consigue un guardaespaldas al que quisiera guardarle la espalda yo, y el estúpido Italiano me amenaza directamente, me hace saber que sería capaz de todo si me ve cerca de un hombre.

No se si considerarme estúpida también por obedecer su palabra. Pero mi sexto sentido me indica que por primera vez en la vida no es aconsejable desobedecer una orden directa, que no es lo más razonable. Lo mejor hasta de saber de que es capaz el dueño del infierno, lo más prudente será alejarme de todo lo que pueda ocasionar que la ira Marcelo Di Alberti despierte.

Pero me dolió no poder acercarme a ese bomboncito de abdomen perfecto. A ese tatuaje que llevaba en el pecho.

¡Por la madre santa de los guardias de seguridad! De donde habían sacado a ese e
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