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Al despertar, lo primero que pudo escuchar fue el sonido de los neumáticos posiblemente desgastándose con fuerza sobre alguna carretera. Le habían encadenado los brazos y las piernas para que no pudiera escapar de aquel lugar. La cabeza le dolía con fuerza cada vez que su cuerpo temblaba con fuerza, el golpe que había recibido en la cabeza la seguía inestabilizando. Podía percibir el asqueroso olor del tabaco y alcohol cerca de ella. Escuchaba las voces de aquellos hombres que la habían capturado. Quería regresar desesperadamente a casa, quería volver a ver a su madre, a su padre y a toda su familia. No quería encontrarse en aquel lugar donde posiblemente no podría salir con vida, no sabía para nada que era lo que querían de ella pero sabía que ella no había hecho absolutamente nada para terminar en aquel lugar.

El sonido que producía el motor se incrementó cuando la velocidad aumentó, haciéndola rodar por un momento en aquella camioneta. Un quejido de dolor salió de sus labios cuando su cabeza se golpeó contra una de las puertas traseras.

La mirada de la anciana se clavó en su delgado cuerpo, deslizando su mirada por cada una de sus delicadas curvas, sorprendida de realmente haberla visto antes que todos. Sabía perfectamente que aquel momento llegaría, que ella llegaría pero nunca imaginó que la mujer que había visto al leer las cartas apareciera tan rápido. Deseaba comunicarse con Theo, anunciarle que ella había llegado pero era imposible hacerlo porque ella primero tenía que pasar sobre Scott. Si Scott deseaba quedarse con ella, los verdes ojos de Theo nunca podrían encontrarla.

Aurora intentó moverse en aquel lugar, sintiendo como aquel vehículo se detenía firmemente. Indicando que finalmente habían llegado al lugar donde ellos habían decidido llevarla para finalizar su trabajo. Estaba aterrada, la mandíbula le temblaba con tanta fuerza que comenzaba a dolerle al igual que todo el cuerpo. Estaba tensa, temblaba y lloraba mientras susurraba cosas que parecía realmente no tener sentido alguno. Sus mejillas llenas de lágrimas llamaron la atención de la anciana por un momento, observando como gruesas lágrimas caían por el joven rostro de la mujer.

Por un momento se sintió mal por ella pero finalmente le importó tan poco que terminó por soltar una pequeña sonrisa, conseguir a aquella mujer era justo lo que necesitaba en esos momentos para saldar cada una de sus cuentas con Scott y Theo. Meterse con la familia Evans era lo peor que podría hacer una persona en esos momentos. Eran peligrosos, tenían la sangre fría y amaban lastimar a cualquiera que se metiera en su camino. Simplemente eran el claro ejemplo de un demonio de carne y hueso sobre la tierra. Tenían suficiente poder como para chantajear a cualquier persona, incluso al presidente si ellos lo deseaban. Podrían tenerlo de rodillas, chupando sus lujosos zapatos de diseñador con tan solo un pequeño chasquido.

—Bájenla del auto, asegúrense que no escape—soltó antes de abrir la puerta, soltando un pequeño suspiro al sentir el aire de la ciudad golpeando su rostro— saben perfectamente que hacer.

—¡Si señora!— respondió uno de los hombres que acompañaban a la anciana, hablando mientras se acercaba al delgado cuerpo de Aurora.

Un gran grito de pánico se escapó de los labios de Aurora cuando pudo sentir las masculinas manos de aquel hombre sobre su cuerpo, jalándola con fuerza hacia él para poder levantarla del suelo de la camioneta y bajarla de ahí. Los gritos desesperados de Aurora interrumpieron el silencio de aquel lugar que para ella era un completo lugar oscuro. Por un momento se rehusó al caminar, sintiendo como aquellos hombres la tomaban con más fuerza cada vez que luchaba y gritaba en aquel lugar.

Dorotea la miró con tranquilidad, observando como las cadenas que le había colocado hace unas cuantas horas se sacudían con fuerza cada vez que ella peleaba por intentar alejarse. Realmente no le preocupaba que Aurora pudiera escaparse de aquel lugar, confiaba en las gruesas cadenas que la sujetaban, en su debilidad y sobre todo confiaba que la venda que cubría aquellos ojos claros.

—Súbanla—ordenó. En esos momentos era la responsable de ese trabajo, tenía el poder de ordenarles a esos hombres que hicieran lo que a ella se le antojara y en esos momentos lo único que buscaba era subir a aquella mujer en el avión privado de sus jefes.

Aurora tembló y gritó con más fuerza al escuchar el sonido que producía las turbinas de aquel avión privado. Su desesperación combinada con sus fuertes gritos había logrado que el sonido de aquellas turbinas pasara por desapercibido en esos momentos.

—¿Crees que a Theo le guste esta mujer?—preguntó uno de los hombres que la llevaba a jalones hacia el avión, observando el cabello largo de Aurora mientras ella se sacudía.

—No lo creo, tiene mejores mujeres que ella.

—Como Larissa, esa mujer es realmente sorprendente. Esta mujer no le llega a los talones a Larissa, ella es fuerte, seductora y terriblemente adictiva. Es una pena que Theo nunca comparta a sus mujeres.

—Esta esta buena.

—¡Dejen de hablar de una vez y súbanla al avión que se nos hará tarde!— gritó con fuerza la mujer, negando al subir las escaleras del avión.— no sirven para nada, únicamente piensan en...—susurró antes de guardar silencio.— puede que Theo se enamoré de esta mujer— terminó por decir, volteando a ver a Aurora.

—¿Enamorarse de esta mujer cuando tiene mejores cosas en casa?—preguntó uno de los hombres cuando finalmente consiguió subir a Aurora dentro de aquel lujoso avión privado.— no lo creo.—susurró antes de lanzar a Aurora sobre uno de los asientos de cuero blanco.

—¿Qué es lo que quieren de mí?—preguntó Aurora, hablando por primera vez algo que todos pudieron entender. Temblando en aquel asiento de cuero, escuchando como las cadenas de metal continuaban sonando por culpa de los interminables temblores que su cuerpo hacía.

—Nosotros nada.

—¿¡Entonces por qué están haciéndome esto!?—gritó con fuerza sin poder ver aun a las personas que había a su alrededor. Sollozando con fuerza al percibir unos cuantos pasos a sus costados.

—Nosotros no tenemos ningún interés en ti, únicamente queremos hacer nuestro trabajo.

—¡Nunca me he metido con nadie!—respondió entre llanto, esta vez con una voz mucho más inentendible que la pasada, debido a la manera en que lloraba con fuerza.

—Estoy harta—soltó Dorotea, negando mientras se dejaba caer en uno de los asientos— hagan que guarde silencio de una vez por todas.

—No...no—susurró Aurora sin poder mirar, perdiendo nuevamente el conocimiento al recibir un segundo golpe en la cabeza aquella noche.

—Por fin—susurró, escuchando el silencio que había quedado tras callar a Aurora. Un fuerte suspiro de frustración salió de sus labios cuando su teléfono celular comenzó a sonar, reconociendo aquel tono de llamada.

Tras regalarle una pequeña mirada a sus compañeros terminó por llevarse aquel teléfono celular al oído. Escuchando el grueso tono de voz de su jefe tras ordenarle regresar lo más rápido posible.

—No es tan fácil viajar de Los Ángeles a Londres en una sola noche. Llegaremos en cuanto podamos, voy a colgar, estoy cansada— soltó Dorotea, terminando aquella llamada— era Scott, quiere que nos movamos lo más rápido así que larguémonos de una vez por todas, tenemos que llevar a la chica... a la mercancia.

l joven hombre.

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