Mi ex jefe, mi Sugar Daddy
Mi ex jefe, mi Sugar Daddy
Por: Mony Ortiz
Capítulo 1

La luz del sol entró por mi ventana castigando severamente mis ojos que se empeñaban en seguir durmiendo, era lunes y debía comenzar con la búsqueda de un nuevo empleo, el tercero en una semana y es que estaba segura de que el universo conspiraba contra mí.

—¡Cierra la m*****a ventana! —Le grité a Amelia, Melo de cariño, mi amiga y compañera de cuarto.

—Nada de: cierra la m*****a ventana, levántate de esa cama y sal a buscar un empleo, en dos meses empiezan las fechas de matriculación a la universidad y tú, no tienes un empleo ¿Cómo pretendes pagar la matrícula?

—¿No se supone que en este país la educación es gratuita?

—Ana, la educación, siempre tiene un costo, necesitas al menos cinco mil pesos, para la ficha, el examen de admisión, la inscripción y eso sin contar tus gastos diarios, la renta, el internet.

—¡Ya Melo calla! Vas a hacer que me reviente la cabeza, en este momento me levanto, tienes razón si quiero entrar en la universidad debo conseguir un empleo, pero sobre todo lo necesito si quiero comer y tener un techo dónde dormir.

—Amiga, tú sabes que yo no tengo problema en que te quedes conmigo todo el tiempo que necesites, pero la dueña de la pensión, no tardará en darse cuenta de que estás viviendo aquí de polizonte y nos va a comenzar a cobrar doble alquiler.

—¿Doble alquiler? Pero si solo hay una cama, en ese caso que nos cambie a una habitación para dos personas — vociferé mientras ella encendía la secadora de pelo para peinarse y ya no me escuchaba.

Melo trabajaba como asistente de un médico, que le daba la oportunidad de estudiar, ella ya había concluido el primer semestre de la carrera de odontología. Desde que consiguió la emancipación del orfanato comenzó a trabajar ahí y podía mantener sus gastos y pagarse la carrera en una universidad pública, yo en cambio, salí del orfanato por ser mayor de edad, pero no lograba establecerme en ningún empleo.

Debo reconocer que tengo un carácter intenso, no tolero las injusticias y, además, me cuesta mucho quedarme callada cuando no estoy de acuerdo con algo, “Tu boca va a ser tu perdición” me decía la directora del orfanato y me duele reconocer que tenía razón.

—Ya me voy al trabajo, espero que cuando vuelva, me tengas una buena noticia.

—Buscaré, te lo prometo —Bajó a desayunar, su pensión le incluía el desayuno y la cena, pero obviamente solo para una persona, así que regresó y me trajo el vaso de leche y una pieza de pan. Ella estaba un poco pasadita de peso y había decidido ponerse a dieta, pero yo estoy segura de que lo hacía para que yo tuviera algo que llevarme a la boca antes de salir a escondidas de doña Lucha, la dueña de la pensión.

Me metí a la ducha y me vestí, había llenado varias solicitudes de empleo y no pensaba regresar, hasta que consiguiera algo.

Salir sin que me viera doña Lucha, era toda una odisea, así que me escondía hasta que la veía meterse a la cocina y salía corriendo para que no me viera. Respiré profundamente, me encantaba el olor a mar, la pensión estaba en la calle Majaguey, muy cerca de la costera Miguel Alemán la zona turística del paradisiaco puerto de Acapulco. Subí al autobús para que me llevara a la zona hotelera, suponía que, en esa zona, iba a ser mucho más fácil encontrar un trabajo. No buscaba un gran empleo, en realidad, no podía exigir mucho, solo había terminado el bachillerato y además necesitaba algo de medio tiempo, que me permitiera compartir los gastos con Melo y pagar la matrícula de la universidad.

Tuve suerte y el autobús iba casi vacío, así que yo miraba por la ventana para ver si veía algún anuncio solicitando personal, era común que en algunos lugares colocaran letreros a la vista de los transeúntes.

Faltaba solo una cuadra para llegar a la Costera, cuando un anuncio llamó mi atención “Se solicita camarera, medio tiempo, urgente”.

—¡Bajan! —Le grité al chofer del autobús para que me dejara bajar —¡Bajan! —Volví a gritar al ver que no se detenía.

—¡Aquí no es parada, se tiene que esperar hasta que llegue! —Me gritó malhumorado.

—Si estuviera abajo y te hubiera hecho la parada para subir te habrías detenido, solo es parada cuando les conviene —Le grité molesta, el servicio público era cada vez más nefasto, y la gente, nunca se quejaba, pero yo no estaba dispuesta a quedarme callada.

—Ya, ya bájate y para la otra pide tu bajada con anticipación ——Me gritó, pero se detuvo para evitar que le hiciera un escándalo.

Y así era yo, nunca me dejaba de nadie, en el orfanato aprendí a que si no me defendía yo, nadie lo haría.

Regresé a la cafetería y entré para solicitar el empleo, me atendió una señora con cara de enojona, le di mi solicitud y la leyó con calma.

—¿Huérfana?

—Sí señora, egresada del Ejército de Salvación, allí estudié hasta el bachillerato.

—¿Todavía vives ahí?

—No, no, ya soy mayor de edad y ahora vivo en una pensión para estudiantes.

—El trabajo es de medio tiempo, te pago ochocientos pesos a la semana y además puedes ganar más con las propinas, pero sábado y domingo tienes que trabajar tiempo completo.

—¿Se paga más por esos días si se trabaja todo el día?

—No, pero son los días que hay más gente, así que las propinas son más. ¿Lo tomas?

El sueldo era muy poco, y en ese momento el restaurante estaba vacío, quizá por la hora, pero si no lo tomaba corría el riesgo de no encontrar otro trabajo pronto. Con ochocientos pesos a la semana, bien podía ahorrar quinientos y haciendo cuentas, para dentro de dos meses, tendría cuatro mil pesos y sin contar el dinero de las propinas.

—Está bien señora, lo tomo.

—Bien, ¿Te puedes quedar desde hoy?

—Sí claro, me quedo.

No podía creer mi buena suerte, recién había comenzado a buscar trabajo y ya tenía uno. La señora me dio un uniforme, era una camiseta con el logotipo del restaurante, un delantal y una gorra para recogerme el cabello, entré en el baño y me puse el uniforme, en cuanto salí, la señora me ordenó que hiciera la limpieza del lugar.

—¿Yo tengo que hacer la limpieza? Pensé que sería camarera.

—Solo es un apoyo por hoy, es que la chica que lo hace, está enferma y no va a venir.

Supuse que esas cosas iban a pasar constantemente, pero bueno, estaba vacío, no había clientes, así que me puse a limpiar. Una vez que terminé, me mandó a lavar los baños y luego a ayudar en la cocina lavando los trastes.

Finalmente, llegaron unos clientes, se sentaron y yo me dispuse a ir a atender su mesa, pero la señora me dijo que no, que siguiera ayudando y que ella se encargaba.

Cuando los clientes se fueron, ella tomó la propina que dejaron sobre la mesa y se la guardó en su bolsa, pero me envió a mí a limpiar la mesa y a lavar los platos. Con los siguientes clientes pasó lo mismo, estuve a punto de decirle que no se me hacía justo, era mi oportunidad de ganar un poco más con las propinas, pero pensé que no debía pelear, quizá al siguiente día sería diferente, una vez que la chica de la limpieza regresara.

Regresé a la pensión ya de noche, lo que supuestamente era medio tiempo, se convirtió en tiempo completo, “solo por hoy” me dijo y accedí, no me podía dar el lujo de que me echaran el mismo día.

Cuando llegué a la pensión, Melo ya me esperaba con la ventana abierta, me saltaba sin que nadie me viera.

—Amiga, tengo un empleo —dije orgullosa.

—¿En verdad? ¡Ayyy qué emoción! Me da mucho gusto, sabía que lo encontrarías.

Le conté todo lo que había pasado y me dijo que esperaba que realmente cumplieran con lo que había pactado.

Al siguiente día llegué muy temprano a mi trabajo, pero la señora me dijo que estaba despedida, que la chica que estaba había regresado y que ya no necesitaban mis servicios.

—¡Claro! Entonces págueme mi día, si me está despidiendo me debe pagar el día que trabajé ayer.

—¿Pagarte? Pero si los únicos clientes que vinieron los atendí yo. ¿Por qué tendría que pagarte?

—No atendí a los clientes porque usted me puso a barrer, a trapear, a limpiar los baños y lavar los trastes.

—Pero eso era como un apoyo, no era parte de tu trabajo.

Me puse furiosa, lo que me estaba haciendo era una injusticia, se había aprovechado de mi necesidad y de que era huérfana, no tenía a nadie que respondiera por mí.

En ese momento vi que de la cocina, salía una chica con una charola llena de platos, caminé hacia ella y “sin querer” choqué con ella haciendo que cayeran todos los platos al piso y se rompieran.

—Lo siento mucho, soy muy torpe, no se preocupe señora, no pague mi día, use ese dinero para comprar los platos que rompí.

Salí corriendo antes de que me golpeara, me gritó que me iba a denunciar, pero sabía que no lo haría.

Caminé por toda la costera, pero no había nada, hasta que llegué a un puesto de revistas, recordé que en el diario había una sección de anuncios, y algunas empresas anunciaban ahí sus vacantes, pero no quería comprarlo, no estaba para desperdiciar el poco dinero que me quedaba. Miré a mi alrededor y en una banca vi a un hombre leyendo, me acerqué hasta él y le pregunté si me dejaba ver los anuncios, era un señor mayor y muy amable, me regaló la página de avisos clasificados.

El primero que llamó mi atención fue uno que decía “Se solicitan camaristas, medio tiempo, de preferencia estudiantes”. Definitivamente, ese era el empleo que necesitaba, comencé a caminar para llegar al Dreams Acapulco Resort, era uno de los hoteles más caros de Acapulco, vi la fecha y era el primer día que salía el anuncio en el diario, así que quizá tenía una oportunidad de conseguirlo.

Y lo mejor de todo, era que me quedaba a tan solo quince minutos en autobús desde la pensión y justo en ese momento, me encontraba a escasas cuatro cuadras, caminé entusiasmada, necesitaba ese empleo y lo iba a conseguir a como diera lugar.

Llegué al hotel, y me di cuenta de que en la entrada de los empleados había una fila enorme para entrar a entregar solicitud, tenía que buscar la manera de que me entrevistaran, pero había por lo menos unas treinta personas antes que yo.

Disimuladamente me escabullí hasta la entrada de los huéspedes, justamente en ese momento llegaba un auto, el valet parking los recibió. Era un hombre muy guapo, mayor, como de unos cuarenta años, pero parecía un actor de cine. Iba vestido con unos jeans y una camisa de lino blanca; y llevaba gafas oscuras, tomó de la mano a una mujer, seguramente su esposa, una señora como de treinta y algo, muy guapa y elegante.

—Marco cariño, gracias por recogerme en el aeropuerto —La escuché decir, así que él se llamaba Marco.

Los dejé pasar, y esperé que estuvieran lo suficientemente lejos y caminé hacia la entrada como si fuera un huésped.

—Buenos días, señorita ¿Tiene reservación? —Me preguntó el hombre de la entrada.

—Vengo con mi tío Marco, acaba de entrar hace un segundo —Dije con la mayor naturalidad posible.

—¿El señor Marco Duran?

—Sí, él es mi tío —Dije y caminé hacia la puerta segura de mi misma, aunque por dentro moría de nervios.

—Adelante señorita, bienvenida.

Entré y fingí correr hacia “mi tío” pero cuando estuve dentro, pregunté por el área de recursos humanos, no sabía cómo, pero ese empleo, tenía que ser mío. Antes de entrar le di una última mirada a Marco Duran, “dios, qué guapo es” pensé.

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