•Capítulo 4• «Él desapareció»

—¡¿Qué?! Pero ¿Por qué? Serás el centro de atención del lugar y podrás pasar tiempo con este bello espécimen de hombre— aclaró Paolo intentando que Vanessa cambiara de opinión.

—Como usted ha dicho, sería el centro de atención y tendría que pasar tiempo con usted, nos conocimos hace una hora y ya no lo soporto, agotó mi energía— aclaró Vanessa, a ella no le gustaba estar rodeada de personas, su energía social se agotaba muy fácil. Ermitaña, esa era la palabra que la podría definir en ese momento.

—¿Ya no me soporta? — preguntó Paolo notablemente ofendido —si es por lo que pasó antes ¡Todo fue un malentendido! — intentó excusarse. Pero al ver que no obtenía ninguna reacción por parte de Vanessa intentó usar su lado «sentimental» para convencerla, era una chica así que, según Paolo, ella podría sentirse mal por su situación y aceptar. —Está bien, seré honesto contigo. Este proyecto es el punto fuerte de la empresa, se espera que sea muy rentable.  Mis padres estarán presentes y muchos de los posibles inversores conocen a mis padres desde hace años. Así que no quiero convertir un asunto de negocios en uno completamente personal, ¡No quiero verme envuelto en su lucha por presentarme a alguien!

—Entiendo lo que quiere decir— se giró en dirección de Paolo lanzando un suspiro — los inversores querrán que usted se una en un matrimonio con algunas de sus hijas o familiares con el fin de mejorar el estatus de cada uno. Usted quiere evitar eso y que sus relaciones sean únicamente laborales. Sin embargo, yo no debería aceptar algo como eso, además recién nos vimos ahora.

—Entonces te pagaré lo que quieras— insistió suponiendo que el dinero sería aquello que aceptaría sin dudar.

—No tengo necesidad de dinero, afortunadamente.

—Emplearé mi último recurso— sentenció mientras sonreía de lado —despediré a la mitad del personal.

—Hágalo, si los despide de manera injustificada ellos pueden poner una demanda contra usted y perdería una gran cantidad de dinero y de trabajadores— respondió Vanessa con una sonrisa triunfante.

—¿Qué puedo hacer para que aceptes una cita de trabajo? — preguntó resignado.

—Podría...— susurró Vanessa pensativa mientras recordaba los rumores acerca del segundo heredero —harás lo que yo diga por un mes— sonrió ladina.

—¡¿Qué?! ¡Ni loco haría eso! Tengo demasiado trabajo para mí como para tener que correr a los caprichos de una niñita— se cruzó de brazos.

—Está bien— elevó sus hombros —no iré, consigue a otra.

—Dos semanas— negoció.

—Tres semanas laborales y quiero el turno de noche hasta que resuelva el misterio, no creo que usted sea el que hace tanto ruido— Paolo no tuvo más opción que aceptar. No sabría dónde conseguir a otra víctima y Vanessa tendría a su acompañante para atrapar al responsable de los maquiavélicos ruidos.

Antes de que ambos salieran de la fábrica, los ojos de Paolo se posaron sobre Vanessa y bastante sorprendido preguntó: —¿Vas a conocer a mis padres así, señorita? —. Vanessa examinó su atuendo sin encontrar lo que a Paolo le parecía estar mal —¿Acaso no has llegado a ir a una fiesta? —. Las cejas de Paolo se fruncieron a causa del traje que Vanessa llevaba debajo de su uniforme a pesar de ser unisex, parecía ser más masculino ocultando todo rastro de femineidad.

—Pero esto ya es mi mejor vestido, aunque lo diga, este vestido sigue siendo mi selección especial, no le he pedido que me reembolse mi pago— se defendió Vanessa intentando deshacerse de aquel molesto hombre que tenía en frente.

—¡¿Quieres que pague por una cochinada de estas?! 

—¿Entonces no me va a llevar?— preguntó Vanessa extasiada, sentía que por fin podría librarse de él.

—¿Cómo es posible? Soy un hombre mayor, debo cumplir mi promesa— afirmó con convicción, haciendo que Vanessa se quejara por lo bajo —ven, te llevaré a comprar un traje de confección, lo que quieras.

—¿Qué es eso? — cuestionó Vanessa. —La cena es dentro de dos horas ¡¿Cómo voy a conseguir todo eso a tiempo?! — hizo una pausa —además de todo eso, no he cenado. Mi estómago está rugiendo por comida en esta ocasión— sus palabras fueron frenadas al caer en cuenta que estaba hablando de más —¿No es de mala educación llegar tarde? —. Preguntó intentando cambiar el tema.

«Realmente es una chica de campo, solamente piensa en la comida» se dijo Paolo internamente mientras regresaba a su tono formal: —La cena empezó oficialmente a las 8:00, ahora son las 16:30. Ahora le ordeno como jefe, que entregue inmediatamente el trabajo en mano a los demás, y que salga en cinco minutos— dicho esto, abandonó el lugar.

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El dependiente echó un vistazo al inadecuado vestido de Vanessa, intentaba devorarla con la mirada y con un gesto despectivo, escupió: —Disculpe, señorita, no aceptamos clientes demasiado casuales— intentó tomar a Vanessa por el brazo para sacarla de la tienda con un poco de disimulo.

—Escucha, ¿quieres ganar dinero con nosotros? Tenemos prisa— Paolo entonces sacó una tarjeta negra, rápidamente, la regresó a su abrigo, permitiendo que el empleado  solo la viera por un par de segundos. —Esto es una tarjeta negra, es un símbolo de estatus. Esta señorita no tiene buen ojo con la ropa, pero debe ser la mujer más brillante de la sala esta noche. Como puede ver, el dinero no es problema.

—¡Sí señor, enseguida! Estimada cliente..., disculpe. Asignaré inmediatamente a la persona que mejor pueda combinar su atuendo para que la reciba.

Luego de cuarenta minutos de espera, Vanessa salió por fin del probador con otro nuevo vestido, un poco cansada pero apoyada cautelosamente por el dependiente. Paolo se dio la vuelta para mirarla, y aunque Vane únicamente llevara una cola suelta, toda ella se apreciaba como un ángel de brillo incomparable. el chico se quedó congelado durante unos diez segundos, tragó la boca, fingiendo decir con calma: —No está mal, esto es lo que buscábamos— sin embargo, sus ojos no dejaron de mirar a Vanessa.

—Oye, no sabía que era tan difícil ser una mujer «de lujo y exquisita» no te puedes imaginar la cantidad de trajes que me he cambiado—. Se quejó tras salir de la tienda —dime, ¿a dónde vas? ¿No tienes que estar allí en una hora?

Paolo resistió el impulso de seguir mirándola, giró la cabeza hacia el otro lado y fingió estar mirando la pantalla de su teléfono, —oye, ¿a quiénes deberían ir las mujeres para el pelo y las uñas? ¿A una peluquería?

Vanessa empezó a preguntarse si Paolo no se había acercado nunca a ninguna mujer y respondió: —¿Te refieres a la peluquería y manicura? Pero no creo que la necesite, mi pelo al cien por cien no necesita ningún tinte ni peinado. Siempre me lo cuido muy bien— alardeó sacudiéndolo de un lado a otro.

Paolo escuchó esto y se acordó de su vestido e inmediatamente le replicó: —Oye, escucha, no me fío para nada de tu gusto por el diseño, tengo que conseguirte un profesional.

—¿Puedo confiar en alguien que no sabe ni nombrar la profesión de la belleza?— Susurró Vanessa temiendo que Paolo la oyera.

—¡Lo he encontrado! He buscado en I*******m y he encontrado un profesional que hace estilismos para famosos. Tiene 5M de seguidores, debe ser la persona adecuada. Da la casualidad de que vive aquí. Le he enviado un mensaje privado, si no me responde en tres minutos, lo haré yo.

Vane interrumpió a Paolo: —Pero ¡¿Qué?! Quiero decir que ahora mismo, inmediatamente, ¿puedes contratarlo? ¿Un estilista famoso? Olvídalo, creo que soy lo suficientemente guapa tal y como estoy, al menos nunca me he visto tan bonita. «Este tipo es realmente fatal para las mujeres» pensó Vanessa. Después de discutir por más de veinte minutos, Vanessa reflexionó un momento y continuó: —Llévame al baño en el centro comercial cercano, me arreglaré un poco y luego podremos ir directamente a la fiesta.

—¿Vas a arrastrar este hermoso vestido al centro comercial para que lo vean todos los hombres en Shopping Mall?— se quejó Paolo impotente y celoso.

—¡Basta!, entonces sal del coche y espera diez minutos, lo arreglaré inmediatamente y ¡no bajes la ventanilla! ¡Nada de mirar a escondidas!— contestó Vanessa ya agotada.

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De esa manera terminaron en aquella fiesta en la que Danna nunca imaginaría llegar a ver a su amiga y mucho menos con un guapo hombre a su lado. Claro está que para Vanessa la presencia de su amiga en el lugar era desconocida y se encargaría de que ella no supiera que estaba ahí.

—Ya que usted será mi sirviente por cinco días, tendrá que tratarme con respeto— dijo la menor rompiendo con el silencio que se había formado.

—¿En qué lío me metí?… Está bien, su «alteza» Mis padres vendrán en un momento, no vayas a decirme «cerdo» frente a ellos ni que soy tu «esclavo» y tampoco hables de cómo nos conocimos, solo deja que yo hable— Vanessa sonrió de manera falsa y Paolo imitó su acción.

Vanessa continuó bebiendo su zumo de uva mientras Paolo observaba a su alrededor, estaba ansioso por ver a sus padres y los nervios de que a su acompañante se le saliera algún tipo de información de más lo carcomía por dentro. En ese poco espacio de tiempo se dio cuenta de la imprudencia de Vanessa, quizá ella no sabía mantener los secretos. En su mente, Paolo tomó nota de no darle tanta información a la mencionada.

—Oye… Siento que te he visto en algún otro lugar— susurró ella mientras se acercaba y observaba de manera detenida a Paolo —¿De casualidad eres Marcelo? — preguntó con un tono de incertidumbre.

—¿Marcelo? ¡¿Conoces a mi hermano?!— regresó Paolo la pregunta.

—¿Hermano? Yo… él no me mencionó tener alguno— se dijo por lo bajo.

—¿De dónde lo conoces? ¿Cuándo? — cuestionó expectante, quizá Vanessa podría tener aquella valiosa información que tanto anhelaba.

—Fue hace algunos años, fue un gran amigo mío, sin embargo, un par de meses después lo trasladaron y perdimos el contacto— respondió Vanessa con una melancólica sonrisa y un triste y dolorido tono de voz. —¿Cómo está él ahora?— Indagó. Pero aquella pregunta había causado un caos en el interior de Paolo ¿Cómo podría estar su hermano? Ni siquiera él mismo tenía la respuesta.

—Él desapareció— reveló demudando su rostro.

—Yo… ¿Hace cuánto? ¿Dónde? ¿Cuándo fue la última vez que supo de él? — interrogó con suma preocupación.

—Mis padres ya están aquí, hablamos después— dijo colocándose de pie, Vanessa algo extrañada imitó su acción y con una sonrisa recibió a los mayores, cuyo parecer era algo diferente al de Paolo a pesar de ser familia ¿Eran familia realmente? Vanessa sacudió levemente su cabeza para sacar aquellas erradas ideas que estaban haciendo nido en ella.

—Ellos son mis padres Carlo y Bianca Martini y ella es...— Paolo observó a Vanessa para que ella dijera su nombre.

—Vanessa Rinaldi, un placer— se presentó con una sonrisa que podría ganarse cualquier corazón, a excepción de la señora que tenía al frente la cual la veía como si fuese una cazafortunas.

—Al parecer has elegido una buena compañera esta noche— dijo su padre satisfecho.

—Solo queda esperar a saber cuánto logra quitarle a nuestro hijo— Susurró la señora con voz chirriante logrando ser escuchada por todos.

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