•Capítulo 3• «Encuentro inesperado»

—¡¿Vanessa?!— exclamó casi de un grito llamando la atención de una pareja a su lado. Con una sonrisa se disculpó y optó por esperar a que sus caminos se encontraran o su amiga la viera, era increíble, la chica que jamás estaría en ninguno de esos lugares y mucho menos desearía llamar la atención estaba delante de ella con una enorme sonrisa y costosas joyas. —Esta no es la Vanessa que conozco ¿Qué le sucedió? Será ella o… ¡Eso es! No había forma de que fuese su Vanessa la explicación más lógica era que solo llevaba su cara, era una persona completamente diferente a la Vanessa que ella conocía, porque no era Vanessa. Con esta revelación Danna decidió seguir con su feliz y afortunada noche, quizá saldría con algún pretendiente de ahí.

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Por otro lado, la pareja que se había robado toda la atención esa noche se encontraba conversando mientras intentaba no asesinarse, debían demostrar al público que estaban bien con la compañía de la otra dejando a un lado la incomodidad de su primer encuentro.

—Intenta no mirarme a los ojos, me pones nervioso— dijo el segundo heredero.

—¿Nervioso? — preguntó Vanessa con una sonrisa ladina —Cuéntame más— susurró inclinándose a su dirección.

—¡¿Cómo te sentirías si hubiese sido yo quien te hubiese visto en esa situación?!— Expuso de una manera dramática.

—Yo no me doy baños en la fábrica— respondió Vanessa mientras bebía del zumo de uva —Además… ya he bañado cerdos, no es tan diferente— elevó sus hombros.

—¿Cerdos? ¡¿Me estás llamando cerdo?!— la aniquiló con la mirada —No debería hablarle así a su jefe— nuevamente Vanessa había opinado de más.

—Tiene razón, me disculpo… pero usted tampoco ha sido tan amable conmigo— inclinó la cabeza.

El joven tomó un pesado suspiro y prefirió disculparse, la verdad era que la manera en la que se conocieron era un poco diferente a la que usualmente conoces a tu jefe.

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Hace unas horas antes, Vanessa se encontraba en su turno de noche, estaba decidida a encontrar la razón detrás de los extraños ruidos y cambios que había los miércoles. Nada podría hacer que desistiera de esa idea pues la apuesta que había hecho con sus compañeras de que no había ningún fantasma sería de beneficio para ella. Mientras paseaba por los pasillos el extraño ruido se hizo presente, no había nadie más que ella y esa sensación de adrenalina corría por su cuerpo con mayor intensidad, al darse la vuelta continuó siguiendo el sonido.

—Es en el piso de arriba— dijo en una voz muy baja.

Se armó de valor, pues no había llegado a estar en esa zona de la fábrica por lo cual era absolutamente desconocida, observaba con detenimiento las puertas y salidas, en algún caso de emergencia sabría perfectamente a dónde huir. El estruendo se hacía cada vez mayor y comenzó a envolver el lugar, ese horrible y maléfico sonido retumbaba en los oídos de Vanessa la cual estaba temblando tanto que decidió correr por su vida.

—Esperen… Los fantasmas no existen— se repitió nuevamente y volvió por su camino, no se daría por vencida, ella sabía lo que quería y obtendría la recompensa de su valentía y esfuerzos por descubrir la verdad.

Avanzó con pasos seguros y vio una pequeña luz encendida en una de las salas, si era un fantasma podría ver perfectamente en la oscuridad así que ¡Por supuesto no era uno! Ella abrió la puerta sin ningún cuidado y la escena que veía no era nada agradable, los gritos resonaron en toda la fábrica y por primera vez llegaron hasta los oídos de las personas que por ahí transitaban. Frente a ella se apreciaba la figura de un acuerpado chico, el cual no llevaba sobre sí ninguna prenda.

—¡¿Podrías girarte por favor?!— Gritó aquel chico que estaba completamente desnudo en la oficina.

Vanessa se giró lo más rápido que pudo mientras apretaba sus ojos con fuerza, ella podía escuchar que aquel estaba vistiéndose y luego se acercaba a ella. Esa voz… se le hacía tan familiar y distante al mismo tiempo que ocasionaba un pequeño cosquilleo en su vientre.

—¡Aléjese de mí o llamaré a la policía! No es más que un pervertido ¡Un depravado que buscaba lugar para hacer sus cochinadas! — se alejaba de él por cada paso que el chico daba.

—Señorita, no soy un pervertido ¿Qué hace usted aquí? — preguntó mientras trataba de calmar a Vanessa.

—Estoy trabajando y buscando al fantasma, ya que no es uno y solo es usted me iré— salió de la oficina, pero regresó —si usted no es empleado le pido que me siga y se retire del sitio— añadió con voz firme.

A pesar de eso su interior se estremeció al encontrarse con un rostro un poco familiar: Marcelo, su primer y no reconocido amor. Claro que su apariencia había cambiado un poco, ya era todo un adulto, o por lo menos eso fue lo que pensó la rubia.

—No soy empleado y no tengo por qué irme— dijo mientras se cruzaba de brazos —soy su jefe y puedo hacer que su estadía aquí sea de menos de una semana— sentenció ganándose automáticamente el desprecio de Vanessa.

—¿Me recuerda? — Preguntó la chica observando con detenimiento el rostro del mayor. El chico estaba confundido y la pesada mirada que Vanessa tenía sobre él lo ponía aún más nervioso. La mente de la menor se inundó de recuerdos y aún más de aquellas pequeñas cosas con las que solía molestar a Marcelo —ha pasado demasiado tiempo, has cambiado un poco pero igual pude reconocer esos lindos ojos— soltó una pequeña risita, pensando que a quién tenía al frente era a su antiguo amor.

—No tengo ni la menor idea de quién es usted— respondió él en un tono cortante, ¿Qué clase de chica halagaría a un hombre que jamás había llegado a ver en una situación como esa?

Ella se despidió lo más amable que pudo y se alejó del sitio, dejando al mayor pensativo acerca de la fiesta que en aquella noche se daría en la cual carecía de acompañante.

Ella continuaba con su trabajo, no era demasiado, pero podía gozar de un ambiente tranquilo, Danna no le había contado acerca del plan que tenía para aquella noche y la extrañaba. Podrían hablar justo ahora mientras organizaban la estantería y cuidaban del lugar, pero ella no estaba y Vanessa tendría que terminar con su turno de aquella noche y dormir toda la mañana siguiente.

—Si no hubiese sido por ese pervertido nudista y descerebrado del cara de vaca, no habría tontos rumores de «un fantasma rondando por la fábrica cada miércoles en la noche» no habría tenido que trasnochar buscando la verdad— se quejaba mientras amontonaba cajas y cestas. —¡Hubiese preferido quedarme viendo las aburridas películas románticas de Danna! — exclamó furiosa.

—¿Pervertido nudista y descerebrado? — Preguntó Paolo detrás de Vanessa haciendo que ella se quejara por lo bajo —¿Cuánto crees que puedas durar aquí? — sonrió ladino.

—No lo sé, depende de usted— respondió mirándolo a los ojos, cosa que incomodó al mayor —¿Me está despidiendo? — ladeó la cabeza.

Vanessa sabía perfectamente que no podría forzar las cosas, además no sería el primer ni último trabajo que tendría y si nada resultaba para ella podría volver al campo dónde trabajo nunca faltaba. Una parte de ella quería quedarse y demostrarles a sus compañeras que el fantasma no existía y la otra quería molestar a su desagradable y pervertido jefe, quizá habría encontrado un nuevo pasatiempo.

¿Y si aquel personaje abusaba de las jovencitas que tomaban el turno de noche? ¿Y si era esa la razón por la que solo a los hombres se les dejaba ese turno? La chica sacudió su cabeza numerosas veces intentando alejar la idea de que su Marcelo era un pervertido, quizá un accidente le habría borrado la memoria. Al pensar en eso, sintió cómo una espada atravesó su cuerpo.

—¿Por qué me observas así? ¿Tengo cara de monstruo? — frunció el ceño y negó con la cabeza —¿Tanto deseas este trabajo? Está bien, hoy soy generoso… Tendrás una sola oportunidad para conservarlo— dio un paso en dirección de la chica.

—¡No se acerque más! ¡No seré su víctima! — chilló mientras con sus manos cubría su pecho.

—Pero… ¡¿Qué haces?! ¿Por eso me tomas? — gritó ofendido —únicamente quería proponerte un negocio— expuso molesto.

—¡¿Si por eso lo tomo?! ¿Quién anda desnudo en medio de la noche en una fábrica? Y ¿Quién le sugiere algún trato a una chica en la noche? — puso sus manos en la cintura, parada de esa manera parecía, a los ojos de Paolo a una mamá regañona.

—Nada más sé mi cita esta noche— sonrió ladino.

—No— sentenció Vanessa para seguir con su trabajo.

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