CAPITULO 1

—Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia —recitó el cura en el momento en que miraba a ambos y Derek tomaba a Megan de la cintura para sellar su unión ante Dios y casi todos los presentes.

—¡No puedo creer que esté casado! —exclamó Derek totalmente exaltado, levantando la copa que le había acercado su madre para brindar por tal acontecimiento.

—Yo tampoco, querido. Jamás imaginé que un inútil como tú lograra conquistar a una mujer tan inteligente como Megan. Supongo que tendrás tus encantos.

Dina, la madre de Derek, se acercó a saludarlos y susurró tales palabras con sarcasmo al oído de su hijo.

—Supongo que debo felicitarte, querida. Espero que el inmaduro de mi hijo sepa valorarte y hacerte feliz —se dirigió a Megan, dándole un abrazo sincero y fraternal. Jamás imaginó que su pupila más talentosa se fijaría en alguien como su hijo.

Ella, tan llena de vida, sueños y metas.

Él, bueno... él era su hijo. Sin aspiraciones ni ganas de superarse, un niño mimado que solo sabía despilfarrar su dinero, pero al fin y al cabo, era su hijo.

Tenía la esperanza de encontrar en Megan todo lo que su hijo no podría darle al imperio de modas que dirigía y que tanto esfuerzo y sacrificio implicó para ella. Solo por ese motivo apoyó la decisión  de casarse con el bueno para nada de Derek.

No la culpaba. Derek era extremadamente atractivo, igual que su padre. Encantador, igual que su padre, despilfarrador y mujeriego, igual que su padre. Pero bueno; por lo menos tenía la esperanza, pequeña, pero esperanza al fin de que Megan, con todo su carisma y su inteligencia, lograra cambiarlo.

Con ese pensamiento se acercó a despedir a los novios, que estaban a punto de partir hacia una playa paradisiaca en plan de luna de miel. Dina sabía que durante el noviazgo de los recién casados, su hijo en varias ocasiones tuvo pequeños e insignificantes deslices con algunas modelos y aspirantes que constantemente acudían a la empresa que dirigía.

Solo porque quería que Megan fuese su reemplazo en la presidencia de la empresa, no le abría los ojos en relación a su hijo.

Era egoísta de su parte, pero sabía que la muchacha era talentosa, aspiraba la fama y en algún punto de la vida, cuando consiguiera todo lo que tanto soñaba, se lo iba a agradecer.

Además, siempre y cuando podía recurrir ella también a romances fugaces. No se opondría sabiendo todo lo que su hijo hacía, pero debería de ser sumamente cuidadosa y discreta.

Estaba segura que en menos de lo que cantara un gallo, Megan le pediría el divorcio a Derek por infiel y aprovecharía la ocasión para sugerirle tener pequeñas aventuras discretas, con tal de que no se desvincule de la familia. Ya vería cómo manipularla cuando llegara el momento.

—Megan, hija, sabes el gran cariño y el aprecio que te tengo. Por favor, no te rindas fácilmente, tengo muchos planes para ti —la abrazó y le dio un beso en la mejilla—. Y tú, mi querido hijo, facilítale las cosas a esta muchacha, que la quiero íntegra para que comience con sus nuevas tareas en la empresa. Pórtate bien —con su dedo índice lo señaló y Derek se acercó más a ella para depositar un beso en su frente.

—Claro, madre. La tendrás fresca e intacta a nuestra vuelta —respondió, tomando a su esposa de la cintura y se dirigieron a la salida de la fiesta para partir rumbo al aeropuerto. Más adelante se organizaría bien para atender sus múltiples compromisos con cierta señorita que lo miraba enfurecida desde un rincón del salón.

Le convenía en demasía los planes de su madre para Megan.

Si bien, al principio de su relación estaba muy enamorado de ella, con el tiempo las cosas se fueron enfriando para él y una de las razones por las que se casaba con ella era su madre. 

Lo había amenazado sutilmente con que cortaría todas sus tarjetas y bloquearía las cuentas bancarias que tenía a su disposición, si no formalizaba de una vez por todas su relación y la hacía su esposa. Y lo peor, él tendría que trabajar para ella si quería tener ingresos.

¡Esa mujer estaba loca!

¿Él trabajar?

¡Para qué! Si a su familia lo que le sobraba era el dinero. ¡Por Dios!

—Cariño, ¿a qué se refería tu madre con todo eso? —preguntó ingenuamente Megan.

Él esbozó una de sus sonrisas más encantadoras y, besando la comisura de sus labios, le susurró al oído:

—A nada en especial, mi amor. Sabes que mi madre te quiere más que a mí y solo quiere asegurarse de que vuelvas bien predispuesta para asumir tu nueva posición en la empresa. No te preocupes.

Convencida de las palabras de su flamante esposo, Megan sonrió feliz.

Al fin y al cabo, se había casado con el hombre de su vida: perfecto a sus ojos en todos los sentidos y con una posición que le ayudaría a ser reconocida a nivel mundial por su trabajo en la moda.

No podía pedir más: estaba casada con el hombre que amaba y al mismo tiempo, ese matrimonio le traería el mayor beneficio a su carrera profesional.

Cuando entró a trabajar con Dina, todo eso era un simple sueño que hoy se hacía realidad. Ya no era huérfana pues en ella encontró el amor y los consejos de una madre, y en Derek encontró al hombre perfecto que con solo una sonrisa iluminaba toda la oscuridad en la que antes estaba sumida.

Con solo doce años, perdió a sus padres en un terrible accidente. El servicio social consideró que su único familiar, su abuela paterna, que por cierto odiaba a su madre, sería su única esperanza de no ser enviada a una casa de acogida. Jamás esperó que la mujer se hiciera responsable de ella, pero la sorprendió: primeramente, aceptando ser su tutora, y luego dándole todo el cariño y el amor que un niño necesitaba. La educó y la instó a soñar y volar alto, "Piensa y sueña en grande, Megan. Nunca te conformes" eran siempre sus palabras. Lástima que también la había abandonado al tiempo que entraba a trabajar en DINAMO. Sufrió un infarto que acabó con su vida.

La extrañaba, pero ahora ya tenía una familia que la amaba, o por lo menos. eso pensaba ella.

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