Kristen y el variante

«𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘪𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰 𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘪𝘯𝘤ó𝘮𝘰𝘥𝘰, 𝘴é 𝘩𝘢𝘤𝘪𝘢 𝘥ó𝘯𝘥𝘦 𝘴𝘦 𝘥𝘪𝘳𝘪𝘨𝘦, 𝘦𝘴 𝘮á𝘴 , 𝘤𝘳𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘣í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘪𝘮𝘢𝘨𝘪𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘤ó𝘮𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘢𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘮𝘦 𝘴𝘰𝘳𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘦»   

                                                —Gennyliebe

La carretera era relativamente corta. Divisaba los arbustos que se desvanecían. Esos arbustos áridos generaban un viento gélido que se confundían con mi constante ansiedad. Gotas de sudor perlaban mi frente y el recuerdo de la consulta me arrebataba el aire. Conducía rumbo a Mount Massive con un propósito en mente. Descubrir al autor intelectual y escribir un reporte trascendental en base a ello. Siempre estuve caracterizado por ser un remanente para la sociedad. Un remanente para mí familia y un remanente para el idilio; eso estaba a punto de cambiar. Tenía que dejar de pensar en ello, liberarme un poco y disfrutar del viaje. Encendí la radio, que funcionaba a la perfección. Cambié las estaciones hasta llegar a una en dónde ponían ««𝘐𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘮𝘰𝘰𝘥» de Glenn Miller. Un sonido inconfundible. ««𝘣𝘢-𝘥𝘢𝘩 𝘥𝘶𝘮- 𝘥𝘶𝘮-𝘥𝘢𝘩-𝘥𝘶𝘮-𝘥𝘶𝘮» y una entrada de platillos excepcional. Era la misma canción que usaba con Roslyn en nuestras clases de baile. No estaba familiarizado con la danza y menos con el Rock And Roll pero me gustaba acompañar a Roslyn. Las primeras clases no las tomaba en serio. Pero ver a mi Ex esposa feliz era agradable. Cada vez que íbamos a esas clases sentía unión, diversión, amor... Y por extraño que pareciese disfrutaba bailar. Esa era la canción que unió a mis padres y la canción que nos unía a nosotros. Después de cuatro meses logré aprender a bailar, así que nos inscribimos a un concurso regional de baile. Nos fue bien. No como esperábamos en el concurso. Nos fue bien como pareja. 

Finalizada la canción logré llegar a Colorado y lo primero que me disponía a hacer era buscar una habitación. Necesitaba dormir. Mañana sería un día atareado. Tenía que asentarme en Colorado, conseguir una vivienda y un trabajo. Muchas cosas que hacer para tan poco tiempo disponible. 

Recorrí un largo tramo de la ciudad hasta llegar al primer hotel de la misma. Parqueé el automóvil cerca a la acera. Bajé de él, abrí el baúl del auto, tomé las maletas y entré al hotel. El recepcionista tenía a lo sumo 19 años. Lo pude notar por los huecos en los pómulos de sus mejillas y el indicio de nuevas espinillas que se asomaban con la tarea de estresar al pobre muchacho. Estaba leyendo un cómic y al parecer no se había percatado de mi presencia. Toqué el timbre de hotel dos veces. Cuando se percató, me miró de reojo con disgusto. 

-Tranquilo, ya tendrás tiempo para leer tu cómic. Además no te voy a demorar ¿Tienes una habitación qué puedas alquilarme por esta noche? 

-Voy a mirar el mostrador y ya le confirmo -Mientras lo hacía dejó a un lado de el timbre el cómic que estaba leyendo. Era «Blue Devil»-. Ya volví, me queda la habitación 104 y la 232. 

-¿Blue Devil, eh? Es un gran cómic. Dame la ciento cuatro. ¿Podrías llevar mi maleta? Quiero aparcar el coche un poco mejor. No quiero que le estorbe a nadie. 

-Aquí está la llave y espero disfrute su estadía acá. Ya llevaré las maletas. 

-Está bien. Yo espero lo mismo. 

En la esquina se encontraba una mujer, estaba ebria y su maquillaje estaba corrido. Uno de sus tacones estaba dañado. Ella en general parecía quebrada. Hasta cierto punto era algo incómodo porque tenía que pasar al lado de ella. De sus quejidos. Y hacer caso omiso de su presencia no era tan sencillo como pensaba. Pasé a un lado sin hacer mucho ruido. Cuando estaba a unos metros ella decidió agachar la cabeza. Se veía tan débil. Tan sencilla de analizar. La atisbé con curiosidad sin ser demasiado incómodo. Pero luego decidí apartarme. Estaba agotado.

La habitación era pequeña pero bastante limpia y arreglada. Me recosté sobre la cama que era suave como la cama matrimonial que se encontraba en mí casa y que ahora sólo era ocupada por mí. Tomé una bocanada de aire y revisé los documentos de nuevo. Esta vez con más atención. Ahora era un profesor y mi nombre era George Robertson. Me especializaba en historia y literatura. Lo que era una ventaja. Supongo que todo ello lo tuvo en cuenta Adam. La foto era la de mi luna de miel. Sólo estaba yo, lo que me hizo pensar en el trabajo constante de Adam. La foto estaba retocada. El permiso de conducción era muy bien hecho. Al igual que las múltiples referencias. Tenía la mitad del rompecabezas armado. Tenía todo lo necesario para asentarme. Un trabajo de profesor sustituto no era difícil de conseguir y una casa cerca del pico de Colorado tampoco lo era. Adam ya había hecho su parte, sólo faltaba la mía. Guardé los archivos en la caja.a tapé y me dirigí al lavabo. Lave mi rostro y me di palmadas en los pómulos .

-vamos, sé que tú puedes -me dije a mismo-. No puedes acobardarte ahora.

Me miré al espejo. Ensimismado. Denotaba el cansancio severo que tenía. Tenía ojeras. El rostro macilento. Y lo peor era que ello sólo representaba la punta del iceberg. Uno bastante peligroso. Y a la vez maravilloso.

Volví a la alcoba y me lancé hacia la cama. Y antes de siquiera notarlo me quedé dormido. 

2

A la mañana siguiente salí de la habitación con la idea de conseguir trabajo. Ya no se encontraba el recepcionista friki de la noche anterior. Ahora estaba una chica morena de rostro parsimonioso. Me saludó, le devolví el saludo y salí del hotel. Encendí el Shelby, qué mucha gente miraba con envidia y admiración. Un carro antiguo con una presencia desorbitante. 

Mientras andaba por la ciudad me encontré con un señor de aspecto longevo. Su rostro demandaba experiencia y un conocimiento espacial de la ciudad que me sería de gran ayuda.

-Disculpe, muy buen día. Siento molestarlo pero quería preguntarle algo -dije, mientras el miraba mi auto.

-En mis tiempos este automóvil era la sensación y eso al parecer no ha cambiado. Es un gran auto. -me contestó golpeando el capó un par de veces-. ¿Qué quieres preguntar? 

-Necesito saber que escuelas se encuentran alrededor de la ciudad. 

- La escuela más cercana es la Aspen Valley. 

-¿No sabe si necesitan algún profesor suplente? 

-Mmm, entiendo... Pero yo no sé mucho de ello. Sólo que nuestra escuela es la mejor del condado en cuanto a béisbol. Pero puede pasarse por el restaurante de Jodie Dinner's. Hay un señor llamado James Simmons. Siempre está los jueves. Él es el director. Es posible que venga acompañado de su medio novia, la señorita Mimi Corcoran. Ella es la bibliotecaria pero la mayoría del tiempo están juntos. James la lleva cortejando desde las navidades pasadas. Dicen que ella es la que en verdad controla la escuela.

-Significa que debo ir pasado mañana. 

-No estarán sino hasta unas tres semanas pero le puedo proporcionar más información. Sólo vaya a esta dirección -me pasó un papel-. Allí puede contactar a un señor. Su nombre es Kevin, él tiene el contacto de James. 

-Muchas gracias. -le respondí mientras miraba el papel. 

-Veo que no es de acá... Se nota por su acento. 

-Tiene razón, soy de Denver. Pero vine a un lugar un poco más tranquilo. Soy escritor. Pero puedo alargar los horarios como profesor sustituto. Dar jornadas completas me impedirían escribir y dar clases al tiempo. 

-Ya veo. Espero consiga el empleo. 

-Muchas gracias. Me servirá mucho su ayuda.

-Si usted se gana a la señorita Mimi, el empleó será suyo. 

-Lo tendré en cuenta -dije. 

3

Durante las tres semanas estuve recorriendo Colorado en busca de un buen apartamento. Después de unas abrasador tiempo logré localizar uno. Lo hacía con necesidad, ya que la habitación no era suficiente para mí. Estuve andando unos siete kilómetros hasta encontrar el apartamento cerca al pico de Colorado. Cuando llegué noté que era una casita. Tenía un aspecto antiguo pero elegante. Aparqué el auto y me bajé. En el jardín se encontraban dos niños jugando con unos autos de juguete. En dónde acababa el jardín y empezaba el apartamento se encontraba una señora de mediana edad recostada en una silla. Al parecer estaba cuidando a sus hijos e impidiendo que se lanzarán a la avenida con los múltiples carros que pasaban. De la casa salió una chica un poco más joven qué mandó a los niños a entrar a la casa. 

El agente inmobiliario me informó que se encontraba en venta pero que los dueños estarían dispuestos a negociar un poco más económico con un inquilino medio decente. Me mostró la casa por los alrededores y también el interior de ella. La casa disponía de un patio sombreado y un garaje para el Shelby. Tenía cinco habitaciones y el piso era de madera. Era una casa muy bien cuidada. 

Desperté cierta curiosidad en Dylan que era el nombre de el agente inmobiliario, pero no demasiada. A lo mejor era porque la matrícula de mi auto reflejaba Denver. O quizá por el auto. Y a mí me venía de maravilla tener una casa cerca de Mount Massive. 

-Entonces señor George, ¿Qué opina? 

-La quiero pero no puedo darle una respuesta. He de ver a un hombre más tarde pero supongo que abrirá mañana, ¿no?

-Sí. Pero mañana abriré hasta el medio día. Después me iré a casa y veré el partido de la serie en la televisión. Este año puede que nos vaya bien.

Sí, es cierto -asentí

Dylan me extendió la mano. 

-Espero tenga un excelente día señor George. Nos vemos mañana. 

Le devolví el gesto. 

-Una pregunta, ¿Qué tan lejos tengo que andar para conseguir una cerveza? Siento que la necesito. 

-Bueno... No creo que tanto, cómo mucho media hora. En aquella zona sólo hay bares y burdeles. Es una calle peligrosa así que tenga cuidado.

-Muchas gracias. Qué tenga un buen día. 

Me subí al auto y estuve andando durante veinte minutos. Luego bajé y decidí que debía caminar un poco para cambiar de aires. Di un paseo por los alrededores para saborear la atmósfera carnavalesca. Pasé por una docena de bares unos cuantos cines de segunda y un club de striptease 

-¡𝘤𝘩𝘪𝘤𝘢𝘴, 𝘤𝘩𝘪𝘤𝘢𝘴, 𝘤𝘩𝘪𝘤𝘢𝘴, ¡𝘮𝘦𝘫𝘰𝘳 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘤𝘵á𝘤𝘶𝘭𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰! ¡𝘌𝘭 𝘮𝘦𝘫𝘰𝘳 𝘣𝘶𝘳𝘥𝘦𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘫𝘢𝘮á𝘴 𝘩𝘢𝘺𝘢 𝘷𝘪𝘴𝘵𝘰! ¡𝘌𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘥𝘢𝘮𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘢𝘧𝘦𝘪𝘵𝘢𝘯! ¿𝘌𝘯𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘦𝘯 𝘢 𝘭𝘰 𝘲𝘶é 𝘮𝘦 𝘳𝘦𝘧𝘪𝘦𝘳𝘰?

Anunciaba la voz de un señor de cuello blanco en la acera. 

El olor a alcohol y a vómito era inconfundible. Un lugar sórdido no muy agradable para tomar una cerveza. La rockola estaba a un volumen altísimo. Ese tintineante sonido hacía que me sujetara las sienes. Quería dar la vuelta y volver a mí coche.

Acababa de pasar por un bebedero dónde se encontraba aparcado el auto, cuando un estallido de risas resonó en uno de los bares, un hombre salió volando por la puerta. Trastabilló hasta caer desparramado en la acera. 

-¡Y no vuelvas más por aquí pichacorta! -gritó una mujer. 

Lo que generó más carcajadas y un poco más desenfrenadas.

Al hombre le sangraba la nariz, que estaba severamente torcida y tenía un arañazo en la parte izquierda de la cara  que le cruzaba desde la sien hasta la línea de la mandíbula. Su cinturón estaba desajustado y sus pantalones a medio colocar. El hedor me llegaba profundamente. 

Se levantó y empezó a espetar uno que otro insulto. 

En ese momento una mujer me tomó por el brazo. Aunque en realidad era una niña de dieciséis años a lo sumo. Ojos oscuros y tacones altos. Su maquillaje era muy vivo y su rostro le daba un toque hogareño. Algo bastante inusual.

-¿Qué haces por acá cariño? ¿Quieres un poco de diversión? Ven, acompáñame. 

-No, gracias. -le respondí

- Tú te lo pierdes, soplapollas.

Y me soltó. 

Volteé y vi como el hombre tambaleaba. Di uno que otro paso en su dirección pero antes de acercarme a él, la prostituta joven llegó y lo tomo por el brazo. Sonreía pero no de forma mezquina y cuando vio que el tipo trastabilló de nuevo lo asió por el brazo. 

-Ten cuidado cielo -dijo- ven, acompáñame. 

El hombre se levantó. La grasa y el sudor le perlaban la frente. Los pantalones seguían sueltos y del bolsillo se asomaba la culata de una pistola. Cuando la prostituta lo ayudo a levantar, él sacó la pistola, la presionó contra el estómago de ella y apretó el gatillo. El sonido fue una minidetonación. Cómo un petardo cuando lo lanzan al aire. La chica gritó y se sentó en la acera con las manos entrecruzadas en el vientre. 

-!Me has disparado! - Daba la impresión de estar más furiosa que herida, aunque la sangre empezaba a entrelazarse por sus dedos-. ¿Por qué me has disparado maricón de m****a?

El hombre hizo caso omiso y se dirigió de nuevo al bar profiriendo. Yo no había logrado moverme de mi sitio, primero porque había quedado helado por el estupor de la escena, pero principalmente porque todo había ocurrido en segundos. 

—¿Esto es lo que quieres puta de m****a? —gritó él—. si esto es lo que quieres entonces te lo daré.

Puso la boca de la pistola en su boca y luego apretó el gatillo. 

4

Doblé un pañuelo de mi bolsillo y lo presioné contra el orificio de su vestido azul. No sé cuan grave era la herida, pero podía captar el dolor debido a las expresiones e insultos que ella espetaba. No estaba muy conforme frente a la creciente muchedumbre y cuando una de las personas se arrimó más de lo necesario ella gruñó.

-Deja de mirarme el escote, para ello debes pagar. 

Yo me acerqué un poco más hasta hacerme a un lado de ella. Tomé su mano y la puse encima de la mía . 

-Oye, no sé tu nombre y me fuiste de gran ayuda.

-Soy George y no es verdad. Quedé congelado frente a lo que sucedió. 

Sirenas se escuchaban. Su ruido cada vez era más cercano. Un hombre se acercó hacía donde estaba la joven y las demás personas. 

-¿Qué pasó? -preguntó mientras miraba con frivolidad al hombre desparramado en la acera

-Ese hijoputa de ahí me disparó. No puede estar más muerto. 

Estaba presionando con cierta fuerza para detener un poco el sangrado. Me estaba manchando las manos con sangre de la guapa prostituta 

-Toma, sujeta el pañuelo. Presiona fuerte y haz mucha presión. -Le ordené- Ello detendrá la hemorragia mientras llega la patrulla. 

Me dirigió una sonrisa avispada. 

-Así que no quieres que te vean por acá, ¿Eh?

-No es eso. Es que soy nuevo y no conozco a nadie de acá. Sólo estaba de paso. 

Una mujer se hizo al otro lado del andén sosteniendo las mejillas de la chica. Luego se fijó en mí y dijo: 

-¿No lo estamos todos, cariño? 

5

Por la ventana del restaurante de Jodie dinner's divisé a James Henderson. Estaba acompañado de una señora de tez morena. Supuse que era la señorita Mimi. Su vestido era púrpura y en combinación llevaba un gorro con una pluma como adorno. 

Semanas antes había logrado comunicarme por teléfono con el señor James. Gracias a la ayuda de Kevin. James estaba dispuesto a escucharme y habíamos pactado encontraros a las 7:30 pm en el restaurante. Entré un poco preocupado y tensionado. La apariencia de James era bondadosa, lo que en realidad me preocupaba era la señorita Mimi. Ella Lucía muy dudosa y sus ojos demandaban una frialdad parecida a la que utilizaba yo en mis terapias. Me senté en frente de ellos no sin antes saludarlos. En el portafolio tenía las falsas referencias y demás papeles. No los quería mostrar enseguida. No quería parecer demandante y necesitado. De Denver partí con una buena suma de dinero pero necesitaba mantenerme estable financieramente. 

-así qué señor... 

-George. George Robertson. 

-señor George. Cuénteme, ¿Cómo pudo contactarme? -me dijo James curioso. 

- Fue algo no tan sencillo... Me comentaron que usted frecuentaba con la señorita... Disculpe, ¿Puedo saber su nombre? -pregunté ya sabiéndolo. Era una mentira piadosa.

-Mimi Corcoran. 

- Un gusto. 

-El placer es mío -aunque no lo parecía. 

-Le venía diciendo señor James, pude conseguir el contacto gracias a un amigo suyo. Kevin creo que se llama. Él me pasó su contacto y heme aquí. 

-¿Qué lo trajo por acá señor Robertson? -interrumpió Mimi.

- Sólo dígame George, por favor. 

-Está bien. Llámeme Señora Mimi. Hace mucho tiempo dejé de ser señorita. 

-De acuerdo.

No sabía si era impresión mía, pero sentía la nuca y axilas empapadas de sudor. No tenía claro si era por el incidente o por la mirada frívola de la señora Corcoran. 

-¿Qué lo trajo por acá? George 

-Esta ciudad es tranquilizadora. Y necesitaba nuevos aires y experiencias. Estoy escribiendo un libro, así que debía despejarme un poco de lo cotidiano y concentrarme más en mi proyecto. 

-Así que un libro... ¿De qué trata? 

-Cuando lo termine sabrá cuál es la historia detrás. Se lo prometo. Será la primera en leerlo. No quiero que después aminore su intriga. 

-Es muy perspicaz señor George. Eso me agrada. 

-Me halaga, señora Mimi pero no es así

-Yo también estoy acá señor George -interumpió con tono burlón James. 

-Me disculpo -le devolví el gesto-. Sí gustan les puedo mostrar mis referencias. 

-Eso iba a pedir señor George pero primero pidamos algo. Ya tenderemos tiempo para verlas. 

Después de que cada uno pidiera la carta sentí un poco más de relajación. La tensión se había marchado lentamente y veía cómo rompíamos el hielo; al menos así era con James. La señora Corcoran era mas perspicaz y no aflojaba. Su mirada seguía seria pero había disminuido un poco. Eso representaba un gran avance para mí. Sólo faltaba mostrar mis referencias; referencias que logré mirar el día anterior con más cuidado que la primera vez que les eché un ojo. Estaban muy bien elaboradas. En la mayoría de ellas destacaba por mi dinamismo. Había pasado por algunas escuelas conocidas y otras no tanto. Eso representaba un peligro. Si de casualidad investigaran más a fondo me podría meter en un problema gigante, pero era sólo una suposición. Con tanto riesgo asomándose y mirándome tentativamente, esto era ínfimo.

-Ahora sí, señor George, quiero ver las referencias. 

-Está bien. Tome -Tenía cierta duda de sí me creerían-. Me tomé la libertad de organizar el tiempo que duré en cada una. 

-Vaya, que metódico.

La señora Corcoran se quedó revisando media hora a lo sumo los papeles, cada vez que pasaba de una referencia a otra, bajaba la carpeta y me miraba de arriba abajo. Con curiosidad. Yo estaba callado, no quería interrumpir ni decir nada estúpido. Necesitaba el trabajo. 

-Son muy buenas referencias. Trabajó en Maine y fue profesor de lenguas. Y en Denver de historia. Es bastante polifacético señor George. Eso me gusta. Pero lamentablemente no tenemos un puesto completo para usted. Cómo mucho podría ser suplente. Pero sólo estaría unas dos o tres veces a la semana por acá. 

¿Qué opinas, James?

-No lo sé... Es una buena oportunidad para ambos pero no estoy seguro de si usted pueda acceder al trabajo. Cómo dijo la señorita Mimi, es lo máximo que le podemos ofrecer. 

-Me es muy bueno, de hecho. Creo que me cae de maravilla. Así puedo concentrarme en mi libro y venir de vez en cuando. 

-Tengo que decirle que la paga de un profesor sustituto no es muy buena. Además no tiene contrato, así que en cualquier momento puede ser revocado. Lo entiende, ¿Verdad? -Me dijo la señora Mimi, expectante a mi respuesta

- Lo sé. Y es lo que necesito. Tengo algún dinero ahorrado pero me servirían mucho unos ingresos extra. 

-Bueno... Entonces el empleo es suyo señor George. Venga mañana a la escuela. Puede conocer a los muchachos,a escuela y su respectiva clase. 

-Estoy encantado de ello. -Estiré la mano. 

-Nosotros también -dijo el señor James y me devolvió el gesto. 

-Permítame yo pago la cuenta, en agradecimiento a ustedes. 

-No tiene porqué...

-insisto. 

Me levanté y pagué la cuenta. Me devolví y tomé mi gabán negro. Salimos del restaurante y acompañé al señor James y a la señorita Mimi hasta su coche. Era un Ford festiva rojo. Un carro modesto, pero con un toque de elegancia. Estaba muy bien cuidado. Lo más inusual fue ver a la señorita Mimi en el asiento del conductor. Era algo que no esperaba y lo que me hizo suponer que el auto era de ella. 

-Nos vemos mañana, y gracias por pagar la cena señor George. 

-Sólo llámeme George -Reí-. No es necesario el señor.

-Está bien, George. Será difícil acostumbrarme - dijo en tono burlón-. Qué tenga buena noche. 

-Ustedes también. Hasta luego señor James. Es un placer poder a un acuerdo

-Gracias a ti muchacho. Espero no me defraudes. Estoy metiendo las manos al fuego contigo. 

-No se defraudará, se lo aseguro. 

El carro arrancó y con él iba una futura pareja, sino es que ya lo eran. Por mí parte caminé unos cinco metros hasta llegar al mío. Encendí la radio y parti de nuevo al hotel. 

En él, se encontraba otra vez el recepcionista de la noche anterior. Hice ademán de saludarle pero estaba absorto en una revista. Era 𝘛𝘩𝘦 𝘸𝘦𝘦𝘬𝘭𝘺 𝘨𝘢𝘻𝘦𝘵𝘵𝘦. Estaba distraído y preferí no molestarle. Pasé por un lado con curiosidad en la revista. No la leía desde la visita de Adam. Y no estaba muy enterado de lo que sucedía. 

-¿Está enterado? -me preguntó-. Volvieron los mismos altercados de m****a, pero esta vez no fue Denver.

-La verdad no he estado enterado de nada en las últimas semanas. ¿Qué fue y dónde? 

-Fue acá en colorado -tomó el periódico y me lo entregó-. Puede verlo usted mismo. 

Cuando sujeté el periódico, el aire se hizo pesado. Mis ojos se sumían en cada párrafo; letra tras letra. 𝘋𝘌 𝘕𝘜𝘌𝘝𝘖! 𝘦𝘭 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢𝘯𝘰 𝘧𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘤𝘦𝘳𝘤𝘢 𝘢𝘭 𝘱𝘪𝘤𝘰 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘭𝘰𝘳𝘢𝘥𝘰. Titulaba. No podía desviar la mirada de las sangrías. Esta vez lo sentí más personal. Me enfadaba mi torpeza, mi lentitud y mi mediocridad. Los asesinatos continuaban y yo me encontraba distraído; pensaba que tomarme las cosas con calma bastaban, pero no era así. Esto era en serio. 

-Vea un poco más abajo-me interrumpió curioso el recepcionista esperando mi reacción-. Hay más detalles.

-Ya veo... pero tengo afán -Mentí. Prefería no seguir leyendo.- Bueno no es mucho... La misma estrategia de siempre, con un toque algo diferente esta vez. El asesino arrancó su columna vertebral y puso otra nota. «.𝘶𝘯𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘮á𝘴 𝘱𝘭𝘢𝘤𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘴 𝘺 𝘥𝘪𝘴𝘧𝘳𝘶𝘵𝘢𝘣𝘭𝘦𝘴 𝘦𝘴 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘤ó𝘮𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘪𝘤𝘰𝘴 𝘮á𝘴 𝘢𝘭𝘵𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘴𝘢𝘵𝘪𝘴𝘧𝘢𝘤𝘤𝘪ó𝘯. 𝘚𝘪𝘯 𝘥𝘶𝘥𝘢 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴». Curioso, ¿No? 

-Sí, muy curioso. Que tenga buena noche. 

Entré en la habitación y luego pasé por el lado de la cama para llegar al baño. Sujeté unos barbitúricos y un vaso de agua. Me miré al espejo y los tomé. Mi reflejo quería decir algo, lo sentía. Toda esa impotencia estaba almacenada allí. No quise seguir viendo el rostro de un cobarde, así que volví a la habitación y me recosté sobre la cama. Mañana será un día mejor. 

6

Era una mañana nueva en la que empezaría mi etapa como profesor sustituto. El principio del fin ya fuese mío o de William Lovery. La angosta línea que nos situaba en un mismo punto, y que me obligaba a depender de los movimientos que él hiciera. Qué emocionante, pero hoy debía dejar de pensar en ello. No era tiempo para estar ensimismado con cosas tan complicadas. Hoy es un buen día y el día de mañana será mejor. ¿Qué pensara la señora Mimi? Supongo estará muy pendiente a lo que yo haga. ¿Cómo serán los chicos a los que les daré mi primera clase? Todo ello se volvía curioso y emocionante para mí. Mi estadía en Colorado apenas empezaba. 

Al llegar a la escuela me encontré con la señora Mimi. Ella me dedicó una mirada furtiva, pensando que no le pondría atención. Hice un gesto de salido, el cual me devolvió mientras se dirigía hacía dónde me encontraba. 

-Es un gusto tenerlo acá, Señor George. Y que conveniente encontrarlo tan temprano. 

-Muy buen día. Tenía planeado buscarla y mire que casualidad -sonreí-. El gusto es mío.

Ella también sonrió.

- Entonces vamos. 

Le seguí, mirando cada uno de los salones de clase. Me sentía nervioso y Mimi lo notaba. De paso a mi salón nos encontramos con el profesor de deportes. Iba a hacía el gimnasio pero se detuvo un momento y me dedicó una mirada seria de pies a cabeza. 

-Eres el nuevo. James me habló de ti. Un gusto, soy Robert. Hablamos después con más calma. Adiós. 

-Buen día. 

Llegué al salón y fui presentado como profesor de lenguas. Los estudiantes se miraban los unos a los otros. No sabían lo que sucedía.

-Su nombre es George y estará los martes y jueves. Será profesor suplente hasta que Andrew se recupere. Espero se lleven bien. 

Cuándo la señora Mimi se marchó, volví a presentarme de nuevo. Y conocí a cada uno de los estudiantes. Eran buenos chicos. El chico prodigio era Mike Hanlon. Seguramente conseguiría una recomendación deportiva. Sarah era otra prodigio. Una chica artista. Dotes actorales y mucho ahínco. 

No fue mucho tiempo. Logré acostumbrarme a ellos al cabo de un mes. Las clases se volvieron más amenas tanto para mí como para ellos. Comencé a escribir en basé a William Lovery un libro de ficción. Mimi Corcoran era una señora muy perspicaz y constantemente se le notaba curiosa por mi libro. 

No sólo estaba en la escuela distraído. También averigüé más sobre William. Todo lo que Adam dejó era sorprendente. Direcciones. Escritos. Nombres. Todos y cada uno eran vitales. Averigüé uno por uno y logré hacer un esquema con base a los nombres. Un avance corto pero seguro. También una grabación pero no estaba preparado para escucharlo; no aún. 

Leí más papeles. En uno de ellos estaba los orígenes de William. su estadía en Mount Massive y su posterior declive. Ahora sabía su origen. En los documentales leí que William tenía un afecto enfermizo por un peluche. Ese afecto se dió cuando se experimentó con él. Después de dos meses de experimentos para ser exactos, William sólo abrazaba a su peluche y no permitía que nadie lo tocara. Era más violento de lo usual cuando alguien se acercaba a su peluche. Era lo único que le impedía quebrarse completamente. Toda la noche estuve leyendo. Pero faltaba mucho. Mucha información inconclusa y para ello estaban los nombres y direcciones. 

Ya los había reunido. Ahora era momento de visitar a cada uno. 

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