-Capítulo 1-

En total eran veinte hombres vestidos con trajes, y cada uno lucia serio e imperturbable, todos ellos estaban a la espera de algo, era obvio con solo mirarles. Además de que se encontraban fuera de la oficina de Harrison Lawrence. ¿Había nuevas contrataciones de seguridad?, ¿o simplemente serian nuevos empleados de la empresa?... James no estaba seguro, él no solía involucrarse en el trabajo de su padre, ni siquiera iba muy seguido a la empresa.

Definitivamente no le interesaba en lo absoluto, pero si estaba entendido del funcionamiento de algunas cosas, de la parte financiera. Harrison se había encargado personalmente de enseñarle a su hijo, James, el manejo de la empresa, pues esperaba que este fuera el próximo cabecilla de las industrias Lawrence. Era como un legado a seguir, todos los hombres Lawrence habían dedicado su vida al trabajo, y aquello no cambiaria.

James dejó de mirar a los hombres de negro, sonrió burlesco ante la comparación, sin dirigirles segundas miradas, e ingresó a la oficina de su padre luego de dar aviso de su presencia. Él no estaba ahí para saludar a su padre, solo necesitaba algunos papeles que se encontraban sobre el escritorio de este.

—James, estoy ocupado, ¿qué quieres?—, Harrison se encontraba reunido con otras dos personas; una mujer y un hombre. Parecían estar realmente ocupados, había más de una pila de carpetas. A James no le importaba, pero si le molestaba el olor a cigarrillo en el aire, ugh, nunca se acostumbraría a ese horrible humo gris. —¿Y bien?— Harrison no era un hombre con paciencia, y mucho menos cuando se encontraba en medio de un trabajo.

—Uh, si, necesito- Su mirada dio con lo que buscaba, hojas enganchadas de un extremo. —Necesito los papeles que mando la universidad, los que están ahí— Solo dio unos cuantos pasos más y tomó lo que venia a buscar, —¿Puedo llevármelo, verdad?—

—Puedes— Harrison ya no estaba prestándole atención a su hijo, si quiera y estaba mirándole, ocupado en mantener una conversación con sus mejores empleados; Sara y Gilbert, ellos solían manejar la empresa de Londres cuando su jefe se encontraba de viaje de negocios, eran la mano derecha de Lawrence. —James, aun no te vayas, ve a tomar asiento y espera—, No fue un pedido amable, el tono de su voz salió mandón. Era una orden.

Harrison Lawrence era un tipo mandón que no aceptaba un no por respuesta, a menos que eso quisiera. Él exudaba poder y miedo, por ello era de entender que sus empleados siempre hiciesen un buen trabajo; Un trabajo completo y exitoso.

James no dijo nada, sus quejas siempre se quedaban atravesadas en su garganta, al menos cuando la conversación estaba siendo con su orgulloso padre. Al tipo simplemente no le agradaba que le respondieran con desazón, y mucho menos con desdén. James tomó asiento en uno de los sillones de su padre, odiaba esperar y mucho más dentro de la oficina de su padre; La atmosfera simplemente siempre era incomoda y pesada, como si algo malo estuviese por pasar. Y ahora James estaba seguro que algo muy malo pasaría, pues él no solía esperar estar donde estaba, y mucho menos por una orden de su padre. Definitivamente lo que escucharía, quien sabe en cuanto minutos, no le agradaría. La ultima vez fue así, hace un año, cuando Harrison le anunció que se iría al extranjero, a Canadá para ser más precisos. Y James a penas había podido oponerse, él solo fue transportado hacia el aeropuerto y en horas ya se encontraba en una mansión en Canadá, dejando sus estudios a un lado en un pestañeo.

—Diablos...— La madison salió en susurros, James ya comenzaba a asustarse, ¿y si su lunático padre tendría los mismo planes?, ¿dónde seria mandado esta vez?. Solo esperaba estar equivocado, aunque tratándose de su padre, realmente era lo más lógico a pensar. James ya no se encontraba de buen humor, aunque no lo había estado del todo al pisar la empresa, ni mucho antes. Había tenido una fuerte discusión con su novia, o bueno, con su compañera de sexo. Entonces todo se empezó a acumular. Se sentía enfermo, y el humo del cigarrillo solo empeoraba su estado, quería vomitar.

Por suerte, solo unos minutos más y Harrison llamó a su hijo, pero aun así James no se relajo ni alivio, todo lo contrario, solo quería que lo que fuera se terminará rápido para poder ir a casa y descansar. El dolor de cabeza se hizo presente. Malditos cigarrillos.

—James, él es Ryan—, El hombre simplemente presentó a su hijo con un tipo que no conocía de nada, o bueno, era uno de los hombres que esperaba afuera. Un completo extraño. —Mi hijo se encargara de enseñarte la casa, un recorrido completo, también tendrás los planos y lo que necesites—. Harrison le entregó una carpeta roja al nuevo seguridad, —Esto es tuyo— Se trataba del perfil de Ryan, —Tu CV es sorprendente, no me hizo falta ver el perfil de nadie más, eres el indicado, lo que busco. Estoy seguro que harás un gran trabajo— Los elogios no salían fácilmente de la boca de Harrison, pero al parecer Ryan Lance lo había sorprendido.

Ryan fue falsamente agradecido, dando una leve inclinación —Es un Honor trabajar para usted, y no se preocupe señor Lawrence, cuidare de su hijo como si mi vida dependiera de ello—

Harrison asintió de acuerdo —Como debe ser—. La sensación era buena, como cuando te ganabas la lotería, así se sentía Lawrence. La investigación sobre Ryan Lance solo había confirmado lo que su CV decía, era un hombre preparado desde muy joven.

Pero alguien que no estaba entendiendo del todo lo que estaba ocurriendo, y ese era James Lawrence; Su mirada era de confusión y sorpresa. —¿Qué?— Fue lo primero que salió de su boca, estaba casi sin aliento.

—Él será tu guardaespaldas—

Por supuesto.

—Pero- Y nuevamente James no tuvo oportunidad de decir nada, solo fue arrastrado fuera de la oficina luego de otra orden de su padre. Los pensamientos comenzaron a surgir, ¿nuevamente estaban, estaba en peligro?, ¿la historia se volvería repetir?... Pensó que, por alguna loca razón, que su vida podría ser un poco más tranquila ahora. Que equivocado estaba, él nunca tendría una vida tranquila y sin peligro de por medio. No para un Lawrence, no en cuanto su padre siguiese involucrado en la criminalidad. Eran como una mafia, la venta de drogas y armas era algo común para James. Lamentablemente.

—Joven James, el chofer esta esperándolo—

James asintió, siguiendo a la menuda mujer, quería irse, realmente quería. También quería estar solo, pero sabia que aquello no iba a suceder quien sabes hasta cuando. Su vida era un caos, resaltando la soledad y tristeza. Una vida que no quería vivir. —A casa— Casi sonrió irónico, él nunca sintió su casa como una, solo era un mansión vacía, silenciosa y fría. No era una casa, solo una jaula. La tristeza en su pecho no llegó a su rostro, después de tantos años había aprendido a controlarlo, a controlarse. Era un pequeño conejo obediente, tras una dura domesticación.

¿No era algo cruel y triste?...

James no observó en ningún momento a su guardaespaldas, no quería mirarle, lo odiaba, le recordaba a su antiguo guardaespaldas. Habían pasado dos tres años de ello, este había muerto por su culpa, defendiéndole. La culpa aun seguía en su pecho. Alguien murió. Eso era lo que quería evitar.

Cuando el auto se detuvo James aun seguía observando un punto fijo, metido en sus pensamientos y recuerdos. Tuvo que ser de vuelto a la realidad.

—Llegamos—

James piso rápidamente tierra, y su mirada fue a parar en su guardaespaldas. Su voz le tomó por sorpresa, era dura, casi gruesa. Algo agradable de oír, si fueras una mujer y estuvieras con las piernas abiertas sobre la cama. Algo en James tragó saliva y salió del mercedes. Idiota, ¿en que estas pensando?. Esto era culpa de Matt, su tonto amigo curioso. ¿Enserio habían visto esa clase de porno? Agh, como sea:—¿Cómo era que te llamabas?—, Él se acordaba.

—Ryan Lance— Este caminó hacia la puerta principal, abriéndola para que su "jefe" ingresará.

—¿Mi padre te dio la llave de la casa?— Bufó, —Si que debiste impresionarlo— James no iba a ser un buen chico al cual cuidar. Lo decidió ahora, en este momento. Haría renunciar a este hombre, pero no había que malinterpretar, él lo estaría haciendo por este desconocido. Nadie más iba a morir por su culpa. Iba a literalmente salvar su vida. De nada.

Ryan no dijo nada mientras aseguraba la puerta principal.

—¿Qué?, ¿acoso no se te permite decir más de cinco palabras al día?, ¿o solo eres un idiota?— James era bueno provocando a los demás, sabiendo que nadie se animaría a enfrentarlo. Vamos, su apellido bastaba para ello, aunque los rumores sobre su familia ayudaban también. —Já, si, eres un idiota— Pues no obtuvo respuesta. —Como sea, me voy a dormir— James subió las escaleras hacia el segundo puso, pues su habitación se encontraba ahí. Y fue una gran sorpresa la que se llevó al sentir que alguien le siguió hasta ahí. —¿Qué diablos? Fuera de mi habitación— Intentó que el tono de su voz sonara como la que usaba su padre para ordenarle a alguien o a él mismo. Al parecer no funciono ya que el imbécil de su guardaespaldas solo hizo lo contrario y comenzó a merodear, tocando y mirándolo todo.

James gruñó, —Fuera, habló en serio—

Ryan se retuvo frente al ventanal abierto, —Mi trabajo es cuidarte y revisar que todo este en orden, déjame decirte que ya no es buena idea dejar esto abierto— Cerró una de las puertas del ventanal corredizo, —Ni siquiera puede estar abierta cuando tú estés aquí, a menos que yo tambien lo este—

Él estaba siendo peor que su antiguo guardaespaldas, —Espera, ¿estas diciendo que no puedo tener el ventanal abierto si tu no estas? Es ridículo, y suena ridículo. Solo déjame solo— James necesitaba de un descanso, ahora. —¿No estas escuchándome? Te dije que salieras de mi habitación, soy tu maldito jefe ahora— Se acercó, se encontró a solo centímetros del hombre que al aparecer era más joven de lo imaginado...

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo