Doce horas después de que la policía llegará a la solitaria casa de Isola y de que la ambulancia recogiera a Michael gravemente herido, Leone Bellini estaba terminando de darse una ducha, silbó una vieja melodía mientras se afeitaba y salió vestido con un elegante saco color vino, unos pantalones de vestir negros y unos zapatos limpios y lustrosos. Caminó hasta una tienda de conveniencia cercana, tomó una canastilla y la llenó de toda clase de cosas: latas de atún, agua embotellada, pan tostado, dulces, cigarrillos y sus yogurts favoritos.
— Dame esa botella – dijo Leone al dependiente cuando estaba pagando la cuenta.
El chico tomó una botella de vodka barato y lo agregó a la lista de cosas por pagar.
Leone pagó la cuenta, agradeció al dependiente con una parca sonrisa y salió cargado tres pesadas bolsas, arrancó su auto