Capitulo 4.

Nikaury fue despertada la mañana siguiente por el sonido de su teléfono vibrando. Se quejó en voz alta mientras se despertaba. “La calma ha terminado”, pensó. Miró su teléfono y vio que tenía razón. Era un mensaje de texto de su jefe de equipo en la UAC, Radamet Diaz. Le decía que debía reunirse con él, y estaba escrito en su típico estilo conciso... UAC 8:00 Miró la hora y se dio cuenta de que tendría que darse prisa para poder llegar a la cita prevista a tiempo. La oficina de mi jefe solo quedaba a media hora de su casa, pero tendría que salir de aquí rápido. Le tomó a Nikaury solo unos minutos cepillarse los dientes, peinarse, vestirse y bajar las escaleras deprisa. Gabriela ya estaba preparando el desayuno en la cocina. “¿Ya el café está listo?”, preguntó Nikaury.

“Sí”, dijo Gabriela antes de servirle una taza caliente. Nikaury se tomó el café rápidamente. “¿No te da tiempo de desayunar?”, le preguntó Gabriela. “Me temo que no”. Gabriela le entregó un panecillo. “Entonces llévate esto. Debes comer algo”. Nikaury le dio las gracias a Gabriela, bebió un poco más de café y se precipitó hacia su auto. Durante el corto viaje Asia la oficina, de su jefe fue inundada por una sensación peculiar. Comenzó a sentirse mejor de como se había sentido durante los últimos días, hasta un poco loca. Era en parte una subida de adrenalina, por supuesto, ya que su cuerpo y mente estaban preparadas para un nuevo caso. Pero también era algo bastante inquietante, una sensación de que las cosas de alguna manera estaban volviendo a la normalidad. Nikaury suspiró al darse cuenta de eso. Se preguntó qué significaba el hecho de que cazar monstruos se sentía más normal para ella que pasar tiempo con la gente que amaba. “No puede ser... normal”, pensó

Peor aún, le recordó a algo que su padre, un oficial de la Marina brutal y amargado, le había dicho antes de morir. “Eres una cazadora. Te mataría si trataras de vivir mucho tiempo en aquello que las personas llaman normal”. Nikaury deseaba con todo su corazón que eso no fuera cierto. Pero en momentos como estos, no pudo evitar preocuparse. ¿Era imposible para ella desempeñar los papeles de esposa, madre y amiga? ¿Era inútil siquiera intentarlo? ¿“La caza” era lo único que realmente tenía en la vida? No, definitivamente no era lo único. Seguramente ni siquiera lo más importante en su vida. Con firmeza, se sacó la cuestión desagradable de su mente. Cuando llegó al edificio de la UAC, se estacionó, entró a toda prisa y se dirigió directamente a la oficina de Radamet Diaz. Ella vio que Dariana ya estaba allí, viéndose bastante más despierta de lo que Nikaury se sentía. Nikaury sabía que Dariana, como Daury, tenían un apartamento en la ciudad de Republica Dominicana, así que no había estado tan apurada en llegar. Pero Nikaury también atribuyó parte de la frescura mañanera de Dariana su juventud. Nikaury había sido igual a Dariana de joven, lista y ansiosa de entrar en acción en cualquier momento, a cualquier hora del día o de la noche, y capaz de pasar mucho tiempo sin dormir si así lo exigía el trabajo en cuestión. ¿Esos días habían quedado atrás? No era un pensamiento agradable, y no hizo nada para mejorar el estado de ánimo ya inquieto de Nikaury. Sentado en su escritorio, Radamet Diaz se veía tan formidable como siempre, con sus rasgos negros y angulosos y mirada severa. Nikaury se sentó, y Radamet fue directo al grano. “Hubo un asesinato esta mañana. Sucedió en los alcarrizos. ¿Alguna de ustedes está familiarizada con el lugar?”. Dariana dijo: “He ido un par de veces. Un lugar muy solitario”. “Yo también he ido”, dijo Nikaury. Nikaury recordaba la reserva natural bastante bien. Quedaba en la piña de Chesapeake, a un poco más de dos horas en auto. Tenía varios cientos de hectáreas de bosque y una gran playa pública en la piña. Era una zona popular para los amantes del aire libre. Radamet tamborileó los dedos sobre su escritorio. “La víctima se llamaba Daniel Sebut, un pastor luterano de la ciudad cercana de moca. Fue enterrado vivo en la orilla de la playa”.

Nikaury se estremeció un poco. ¡Enterrado vivo! Había tenido pesadillas con eso, pero en realidad nunca había trabajado en un caso relacionado con este tipo de asesinato macabro. Radamet, continuó: “Daniel fue encontrado aproximadamente a las siete de la mañana, y parecía que solo llevaba muerto aproximadamente una hora”. Dariana preguntó: “¿Por qué es un caso del FBI?”. Radamet dijo: “Daniel no es la primera víctima. Ayer fue encontrado otro cuerpo cerca, una joven llamada Clara Luz”. Nikaury contuvo un suspiro. “No me digas”, dijo. “También enterrada viva”. “Exacto”, dijo Radamet. “La mataron en una de las rutas de senderismo en la misma reserva natural, al parecer también temprano en la mañana. Fue descubierta más tarde ese día cuando un excursionista se encontró con el suelo movido y llamó a los servicios del parque”. Radamet se echó hacia atrás en su silla y la movió de un lado a otro. Dijo: “Hasta ahora, la policía local no tiene ningún sospechoso o testigo. Aparte de los lugares y el CL. no tienen casi nada. Ambas víctimas eran personas jóvenes y sanas. No ha habido tiempo para averiguar si estuvieron conectadas de alguna forma, aparte del hecho que ambas estuvieran allí temprano en la mañana”. Nikaury trató de darle sentido a lo que acababa de oír, pero no tenía casi información. Ella preguntó: “¿La policía local acordonó el área?”. Radamet asintió. “Cerraron la zona boscosa cerca de ese sendero y la mitad de la playa al público. Les dije que no movieran el cuerpo en la playa hasta que mi gente llegara”. “¿Y el cuerpo de la mujer?”, preguntó Dariana. “Está en la morgue de la Fe, la ciudad más cercana. El médico forense del distrito Máximo está en la playa en este momento. Quiero que ustedes se vayan para allá lo antes posible. Llévense un vehículo del FBI, algo que llame la atención. Tengo la esperanza de que si al menos el FBI está visible en la escena, eso desacelere al asesino. Mi pensar es que estos no serán sus últimos asesinatos”. Radamet miró a Nikaury y Dariana.“¿Alguna pregunta?”, preguntó. Nikaury tenía una pregunta, pero no sabía si debía hacerla. Finalmente dijo: “Señor, quiero hacer una petición”. “¿Qué?”, dijo Radamet, reclinándose en su silla de nuevo. “Quiero que el agente especial Daury sea asignado a este caso”. Los ojos de Radamet se abrieron sorprendido por lo que Nikaury acabo de decir.

“El agente Daury está de licencia”, dijo. “Estoy seguro de que la agente Dariana y tú pueden manejar este caso perfectamente bien”. “Eso no lo dudo”, dijo Nikaury. “Pero…  ”Ella vaciló. “Pero ¿qué?”, preguntó Radamet. Nikaury tragó en seco. Sabía que a Radamet no le gustaba cuando los agentes pedían favores personales. Ella dijo: “Creo que tiene que volver al trabajo, señor. Creo que le haría bien”. Radamet frunció el ceño y no dijo nada por un momento. Luego dijo: “No lo asignaré oficialmente al caso. Pero si quieres que trabaje con ustedes de manera informal, no me opondré”. Nikaury le dio las gracias, tratando de no ser demasiado efusiva para que no cambiara de parecer. Luego ella y Dariana buscaron un VUD oficial del FBI. A lo que Dariana comenzó a conducir hacia el sur, Nikaury sacó su teléfono celular y le envió un mensaje de texto a Daury. Estoy trabajando en un nuevo caso con Dariana. El jefe dice que puedes trabajar con nosotras. Quiero que trabajes con nosotras.

Nikaury esperó unos momentos. Su corazón latió con un poco más de fuerza cuando el mensaje fue marcado como “leído”. Luego escribió... ¿Podemos contar contigo? Una vez más, el mensaje fue marcado como “leído”, pero no hubo respuesta. El ánimo de Nikaury se hundió. “Tal vez esto no es una buena idea”, pensó. “Tal vez todavía es demasiado pronto”. Deseaba que Daury le respondiera, aunque solo para decirle que no.

Mientras Dariana conducía la camioneta al sur hacia su destino, Nikaury siguió mirando los mensajes de texto que había enviado desde su teléfono celular. Daury todavía no había respondido. Finalmente decidió llamarlo. Marcó su número. Para su frustración, solo oyó su correo de voz. Ante el pitido, ella simplemente dijo: “Daury, llámame. Ahora mismo”. A lo que Nikaury colocó su teléfono en su regazo, Dariana la miró desde detrás del volante. “¿Pasa algo?”, preguntó Dariana. “No lo sé”, dijo Nikaury. “Espero que no”. Su preocupación siguió en aumento mientras Dariana conducía. Recordó un mensaje de texto que había recibido de Daury mientras había estado trabajando en su caso más reciente en México... Solo para que sepas. Llevo rato sentado aquí con una pistola en mi boca.

Nikaury se estremeció ante el recuerdo de la llamada telefónica desesperada que había venido después, cuando logró disuadirlo de suicidarse. ¿Estaba pasando lo mismo? Si era así, ¿qué podía hacer Nikaury al respecto? Un ruido agudo y repentino alejó estos pensamientos de la mente de Nikaury. Le tomó un segundo darse cuenta de que Dariana había encendido la sirena después de encontrarse con tráfico lento. La sirena sirvió como un gran recordatorio para Nikaury. “Tengo que mantenerme enfocada en el trabajo en cuestión”.  Nikaury y Dariana llegaron al lugar donde fue ocurrida esta tragedia, a eso de las diez y media. Siguieron un camino a la playa hasta que encontraron un par de patrullas y la furgoneta de un médico forense. Más allá de los vehículos, en una zona herbosa, había una barrera de cinta policial para mantener al público alejado de la playa. No vieron la playa de inmediato a lo que se bajaron de la camioneta. Pero Nikaury vio gaviotas volando sobre su cabeza, sintió una brisa fresca en su cara, el aire olía a sal y oyó el sonido de las olas.

A Nikaury le consternaba, más no le sorprendía, el hecho de que un pequeño grupo de periodistas ya se habían aglomerado en la zona de estacionamiento más allá de la escena del crimen. Se amontonaron alrededor de Nikaury y Dariana, haciéndoles preguntas. “Hubo dos asesinatos en dos días. ¿Esto es obra de un asesino en serie?”. “Dieron a conocer el nombre de la víctima de ayer. ¿Ya identificaron a la nueva víctima?”. “¿Se comunicaron con la familia de la víctima?”. “¿Es cierto que las dos víctimas fueron enterradas vivas?”. Nikaury se encogió ante la última pregunta. Obviamente no le sorprendía el hecho de que ya se sabía cómo habían muerto las víctimas. Los reporteros probablemente se habían enterado de eso escuchando a los escáneres de la policía local. Pero no tenía ninguna duda de que los medios de comunicación caerían en el sensacionalismo respecto a estos asesinatos. Nikaury y Dariana se abrieron paso entre los reporteros sin decir nada. Luego fueron recibidas por un par de policías locales, quienes las acompañaron más allá de la cinta policial y la zona herbosa hacia la playa. Nikaury sintió la arena metiéndose en sus zapatos mientras caminaba. En un momento vieron la escena del crimen. Varios hombres rodeaban un hoyo cavado en la arena donde el cuerpo aún permanecía. Dos de ellos se dirigieron hacia Nikaury y Dariana a medida que se aproximaban. Uno de ellos era un hombre robusto y pelirrojo con uniforme. El otro, un hombre delgado con pelo negro rizado, llevaba una camisa blanca. “Me alegra que llegaran tan rápido”, dijo el hombre pelirrojo cuando Nikaury y Dariana se presentaron. “Soy Jesus el jefe de policía de los Alcarrizos. Este es Junior Mateo, el médico forense del distrito Nacional”. El jefe Jesus llevó a Nikaury y Dariana hacia el hoyo y bajaron la mirada al cuerpo medio descubierto. Nikaury estaba más que acostumbrada a ver cadáveres en varios estados de mutilación y descomposición. A pesar de ello, este la sacudió con una especie única de terror. Era un hombre rubio, de unos treinta años de edad, y llevaba ropa para correr adecuada para una caminata fresca de mañana de verano por la playa. Sus brazos permanecían tendidos en rigor mortis de sus intentos desesperados de desenterrarse. Sus ojos estaban bien cerrados, y su boca abierta estaba llena de arena. El jefe Jesus se detuvo junto a Nikaury y Dariana. Jesus dijo: “El asesino no se llevó su cartera, la cual tenía un montón de identificación. Aunque no la necesitamos. Lo reconocí justo cuando me asomé y sus hombres descubrieron su rostro. Su nombre es Daniel Sebut y él era un pastor luterano en Los Alcarizos. Yo no asistía a su iglesia, soy metodista. Pero lo conocía. Éramos buenos amigos. Fuimos a pescar juntos varias veces”. La voz de Jesus estaba llena de tristeza y conmoción. “¿Cómo fue encontrado el cuerpo?”, preguntó Nikaury. “Un tipo pasó caminando con su perro”, dijo Jesus . “El perro se detuvo aquí, oliendo y haciendo ruido, y luego comenzó a cavar, y apareció una mano de inmediato”. “¿El tipo que encontró el cuerpo sigue aquí?”, preguntó Nikaury. Jesus negó con la cabeza. “Lo enviamos a casa. Estaba bastante conmovido. Pero le dijimos que tenía que estar disponible por si teníamos preguntas. Te puedo comunicar con él”. Nikaury levantó la mirada del cuerpo al agua, que estaba a unos quince metros de distancia. Las aguas de la piña eran de color azul oscuro, sus olas alcanzando la arena suavemente. Nikaury veía que la marea estaba en bajante. Nikaury preguntó: “¿Este fue el segundo asesinato?”. “Sí”, respondió Jesus tristemente. “¿Ha sucedido algo como esto antes?”. “¿Aquí en Los Alcarrizos?”, dijo Jesus. “No, para nada. Esta es una reserva pacífica para aves y vida silvestre.

La gente local utiliza esta playa, en su mayoría familias. De vez en cuando tenemos que detener a algún cazador furtivo o resolver una discusión entre visitantes. También tenemos que ahuyentar a vagabundos de vez en cuando. Eso es lo más grave que sucede aquí”. Nikaury caminó alrededor del hoyo para mirar el cuerpo desde un ángulo diferente. Ella vio una mancha de sangre en la parte posterior de la cabeza de la víctima. “¿Qué piensas de esta herida?”, le preguntó a Junio. “Parece que fue golpeado por un objeto duro”, dijo el forense. “La estudiaré mejor cuando tenga el cuerpo en la morgue. Pero por su aspecto, diría que probablemente fue suficiente para aturdirlo, solo el tiempo suficiente para que no pudiera pelear mientras que el asesino lo estaba enterrando. Dudo que estaba totalmente inconsciente. Es bastante obvio que luchó mucho”. Nikaury se estremeció. Sí, eso era evidente. Ella le dijo a Dariana: “Toma fotos y envíamelas”. Dariana inmediatamente sacó su teléfono celular y comenzó a sacar fotos del hoyo y el cadáver. Mientras tanto, Nikaury caminó lentamente alrededor del hoyo, mirando la playa desde todas las direcciones. El asesino no había dejado muchas pistas. La arena alrededor del hoyo obviamente había sido movida por el asesino cuando cavó, y había un rastro de huellas por donde se había acercado el trotador.

El asesino tampoco había dejado muchas huellas. La arena seca no tenía la forma de un zapato. Pero Nikaury veía donde las yerbas pantanosas por las que había llegado habían sido movidas por otra persona. Ella señaló y le dijo a Jesus: “Haz que tus chicos recorran la hierba cuidadosamente para ver si alguna fibra quedó atrapada allí”. El jefe asintió con la cabeza. Nikaury comenzó a sentir una sensación familiar, una sensación que a veces la inundaba en una escena del crimen. No la había sentido mucho durante sus casos más recientes. Pero era una sensación bienvenida, una que sabía que podía utilizar como una herramienta. Era una sensación extraña del asesino en sí. Si permitía que esa sensación la inundara por completo, probablemente obtendría alguna idea sobre lo que había ocurrido aquí. Nikaury se alejó unos pasos del grupo reunido en la escena. Miró a Dariana y vio que su compañera la estaba observando. Nikaury sabía que Dariana estaba al tanto de su reputación de entrar en las mentes de los asesinos. Nikaury asintió, y vio a Dariana entrar en acción, haciendo preguntas propias, distrayendo a los demás en la escena y dándole a Nikaury unos momentos para concentrar sus habilidades. Nikaury cerró los ojos y trató de imaginarse la escena en el momento del asesinato.

Imágenes y sonidos la asaltaron con bastante facilidad. Estaba un poco oscuro, y la playa estaba tenebrosa, pero había rastros de luz en el cielo al otro lado del agua, desde donde el sol saldría más tarde, y al menos se podía ver. La marea estaba alta, y el agua probablemente solo estaba a un tiro de piedra de distancia, por lo que el sonido de las olas era fuerte. “Lo suficientemente fuerte como para apenas poder oírse a sí mismo cavar”, se dio cuenta Nikaury. En ese momento, a Nikaury no le costó entrar en una mente extraña… Sí, él estaba cavando, y ella sentía la tensión de sus músculos mientras echaba paladas de arena, sentía la mezcla de sudor y bruma en su rostro. Cavar no era una tarea fácil. De hecho, era un poco frustrante. No era fácil cavar un hoyo en arena de playa como esta. La arena tenía una forma de volver a llenar parcialmente el espacio donde cavaba. Él estaba pensando…“No será muy profundo. Pero no tiene que ser profundo”. No dejaba de mirar hacia la playa, en busca de su presa. Y, por supuesto, no tardó en aparecer, corriendo por ahí con satisfacción. Y en el momento perfecto, ya que el hoyo estaba lo suficientemente profundo. El asesino empujó la pala en la arena, levantó las manos y saludó. “¡Ven aquí!”, le gritó al trotador. Aunque no importaba lo que gritara. Sobre el sonido de las olas, el trotador no sería capaz de distinguir sus palabras, solo un grito ahogado. El trotador se detuvo ante el sonido y miró en su dirección. Luego se acercó al asesino. El trotador estaba sonriendo mientras se acercaba, y el asesino le devolvió la sonrisa. En poco tiempo estuvieron al alcance del oído del otro. “¿Qué pasa?”, gritó el trotador sobre las olas. “Ven aquí, te lo mostraré”, le gritó el asesino. El trotador se acercó al lugar donde se encontraba el asesino. “Mira ahí abajo”, dijo el asesino. “Mira muy de cerca”. El trotador se agachó y, con un movimiento rápido y hábil, el asesino cogió la pala y lo golpeó en la parte posterior de su cabeza, haciéndolo caer en el hoyo… Nikaury fue sacada de su ensoñación por el sonido de la voz del jefe Juan.

“¿Agente Jesus?”. Nikaury abrió los ojos y vio que Jesus la miraba con una expresión curiosa. No había sido distraído por las preguntas de Dariana. Él dijo: “Creo que te nos fuiste por unos momentos”. Nikaury oyó a Dariana reírse. “Ella hace eso a veces”, le dijo Dariana al jefe. “No te preocupes, está trabajando”. Nikaury analizó lo que había visto en su mente rápidamente, todo muy hipotético, por supuesto, y apenas una sensación de todo lo que había sucedido. Pero se sentía muy segura de un detalle: que el trotador se había acercado porque el asesino lo había llamado y que lo había hecho sin miedo. Este era un detalle pequeño, pero crucial. Nikaury le dijo al jefe de policía: “El asesino es encantador, simpático. Las personas confían en él”. Los ojos del jefe se abrieron de par en par. “¿Cómo lo sabes?”, preguntó. Nikaury oyó la risa de alguien que se acercaba detrás de ella. “Créeme, ella sabe lo que está haciendo”. Se dio la vuelta ante el sonido de la voz. Se sintió muy alegre ante lo que vio.

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