Capítulo 3

Existe en la Universidad Centroamericana de Managua un lugar llamado El bosque. En ese lugar, uno puede sentarse en las bancas y leer, es donde acostumbraba a pensar sobre mis problemas e incapacidades para verbalizar mis emociones. Durante los primeros años de la carrera descubrí este lugar, un lugar que me hacía sentir cómodo con mis pensamientos. Sin embargo, cuando empecé a ir al bufete, y al salir todos los días, me di cuenta al sentarme en una banca que un muchacho leía sentado en otra banca. También fumaba sin cesar, iba vestido como un punk, estaba rapado y se veía de mediana estatura.

            Todos los días era lo mismo, lo observaba leer y fumar, no despegaba la mirada de los libros. Pasada dos horas, se levantaba y se iba. Caminaba como un perro, y tenía una mirada prístina. Quería saber acerca de este tipo, había algo en él que me movía, algo me decía que era una persona diferente, alguien que estaba lleno de energías para iluminar el mundo o tal vez mi mundo.

            Fue hasta el tercer cuatrimestre de la carrera, al culminar mis prácticas en el bufete jurídico, cuando continué sentándome en las bancas para ver a este tipo extraño. Habían pasado varios meses y él seguía ahí, todos los días con un libro y un cigarro en la boca. Por un momento dejé de observar al tipo, y un perro criollo se arrimó a mi lugar, el canino movía su cola y tenía la lengua de fuera. Parecía estar lleno de pulgas porque se rascó la oreja con su pata. No tengo ninguna fascinación por las mascotas, sin embargo, ver aquel perro de manchas negras y vagabundo me provocó cierta melancolía. Pensé que tal vez llevaba una vida mejor que la mía, es decir, aunque padeciera de hambre, no tenía que hablar con los humanos para comunicar sus emociones, era tan sencillo como mover la cola, hacerse el muerto o jadear. Supuse que el perro quería comida, per dio un ladrido que me conmocionó, y luego se fue caminando por el bosque incitándome seguirlo con esa mirada que me resultó familiar.

            Por curiosidad me levanté de la banca, pensé que debía seguir al perro, caminé y subí las escaleras cerca del Instituto de Investigaciones sociales, pronto vi a aquel joven de mirada prístina. Hace tiempo que esperaba este momento, dijo. Me quedé inmutado debido a mi incapacidad para hablar. Y, lo único que se me ocurrió preguntar entre murmuro es que si había un perro moteado con manchas negras. Me llamo Fermín Altamirano, y desde hace mucho tiempo quería conocerte para explicarte cómo vive un perro. Y, no me refiero a Diógenes, sino a la verdadera naturaleza de un animal que camina en busca de comida, y toma agua de los charcos. Uno que escucha las conversaciones más íntimas de la gente de Managua. Quiero mostrarte que hay una solución a tu problema. Pero primero, date la vuelta, dijo.

            En ese momento no sabía qué pensar, no entendía nada de lo que Fermín decía, sonaba como un loco, tal vez igual bastante a mis delirios. Después de todo, no tenía nada que perder, y me di la vuelta. Segundos después, escuché un ladrido, y volví a ver de nuevo al darme la vuelta al perro de manchas negras. Pensé que todo se trataba de una broma, pensé que estaba loco, y deliraba. Nunca antes había sufrido de alucinaciones, pero el perro estaba ahí moviendo su cola, pronto vi como creció y se convirtió en Fermín.

            Esta es mi naturaleza, soy un perro mitad humano, durante generaciones algunos ciudadanos han perdido esta capacidad, pero la mayoría de los poetas de la vanguardia, como Joaquin Pasos, tenía esta misma naturaleza, eso dicen, no estoy seguro, pero por ahora, somos algunos que podemos convertirnos en perros, y puedo mostrarte como ser un perro entre la multitud.

            Deduje que Fermín era real, lo deduje porque lo vi convertirse en humano, además, no había alternativa, es decir, no había otra explicación lógica, a pesar de tanto avance científico y lecturas que había realizado, todo era confuso, pero real. Asentí y le dije que quería ser un perro luego de explicarle mi problema para comunicarme con los demás debido a mi ensimismamiento

            Fermín extendió su mano, y me solicitó extender la mía. Justo en ese momento recordé todos los procesos para extender la mano y saludar a alguien, pero Fermín, se adelantó y me tomó el antebrazo. No sé qué pasó, mi visión se volvió diferente, veía todo en otras tonalidades, y mi olfato era sensible a todas las plantas que me rodeaban. También me di cuenta que mi estatura había cambiado porque veía a Fermín en lo alto. Ahora sos un perro, dijo. En verdad era un perro, me había convertido en uno, y sentí que mis vertebras estaban conectadas a una cola que podía moverla, y de esa manera saludé a Fermín. Segundos después, Fermín se volvió un perro, me dijo que lo siguiera y eso hice.

            Observé la multitud de estudiantes, observé como se reían en grupos, algo que yo no me podía permitir, y, mientras caminaba con mis cuatro patas, Fermín dijo que íbamos a conocer nuevos amigos. No sé a qué se refería, pero de algo de estaba seguro, Fermín era un ser mágico, que con pocas palabras me hacía sentirme bien.

             Caminamos por toda la universidad, escuchamos algunas conversaciones, pláticas superfluas, estudiantes hablando de sus visitas a los bares y discotecas. Por un momento vi a Marvin, el tipo que siempre me hacía bromas, estaba sentado en una de las mesas del pabellón C, parecía llorar, y me acerqué, no tuve temor, me acerqué y moví mi cola. El tipo estaba llorando, y al verme, intentó tocarme, y dejé que me acariciara. No podía creerlo, pero por dentro me reía. Terminé con mi novia, la amaba, y ahora se fue con otro, dijo Marvin. Empecé a jadear y vi a Fermín acercarse. Dos perros viendo a un hombre llorar por una mujer, dos perros riéndose de la desgracia humana. Le expliqué a Fermín, que ese tipo siempre me hacía bromas, y era insoportable, tal vez se merecía esa ruptura romántica.

            Luego nos dirigimos a la salida de la universidad, y escuchamos a los guardias lanzándonos vituperios. Fermín me dijo que corriera, y corrí hasta la salida. Ahí empecé a jadear por el cansancio de haber corrido, porque no estaba acostumbrado a correr en cuatro patas, Fermín me dijo que buscaríamos un charco donde tomar agua. Mientras caminábamos en las afueras de la universidad, vimos a un señor regando el césped con una manguera. Lo quedé viendo, traté de acercarme, pero Fermín movió su cabeza diciéndome que no. Agregó que no todas las personas aceptan a perros criollos como él y yo. Y, seguimos más adelante donde encontramos un charco, Fermín se adelantó y tomó agua, yo lo intenté, aunque se veía algo sucia, lo hice porque quería saber cómo se sentía ser un perro callejero. Fermín me explicó que la gente prefiere a los perros de raza porque ellos quieren aparentar poder, es decir, un perro criollo no representa alta clase ni poder.

            Por eso las personas compran perros de raza, y los crían en sus mansiones. Es imposible encontrarse en una mansión un perro criollo, porque no representa ningún poder o estatus social. Los perros criollos estamos destinado para la clase baja, para la clase obrera y vivimos en barrios, los que pueden, los otros, como Fermín, andan de vagabundos, o cuando tiene tiempo entra la universidad convertido en humano para sentarse en la banca y observar la estupidez académica. 

            Nos adelantamos hacia la avenida universitaria, donde converge la vía principal, esperamos que el semáforo cambiara para continuar nuestra andanza. Al caminar por la vía observé a las personas, observé como ellos me veían, algunos se apartaban, conozco ese temor, es el temor a ser mordido por un perro, por eso tomaban distancia. Al final llegamos al bar El panal, bar conocido por la bohemia de poetas, músicos y pintores. Fermín dijo que fuéramos a un rincón, detrás de una casa, y ahí nos convertimos en humanos. Vamos a tomar cerveza para relajarnos, luego te presento a la jauría, dijo.

            Nos convertimos en humano, nuestras ropas volvieron a ser la misma, mi estatura volvió a ser igual, y mi visión también. Nunca antes había tomado una cerveza, pero seguí a Fermín hasta el bar bohemio. Entramos y en seguida la mesara nos ofreció una mesa, nos sentamos y Fermín pidió dos cervezas. Encendió un cigarro, me ofreció uno, pero en el primer intento lo rechacé. Fermín me dijo que debía experimentarlo todo, como si fuera el último día. La vida de un perro no vale nada, se vive el día a día, tenés que aprender a lidiar con eso, probar nuevas experiencias, vivir entre la multitud, dijo. Convencido, tomé el cigarro y expulsé algunas bocanadas de humo sin saber cómo en realidad se fuma.

            Mirá la foto del Che junto a la de Fidel, han estado ahí por décadas, este bar es para la bohemia, para gente con piel de perro, aunque no son como nosotros, que podemos ser perros de verdad, ellos tienen algo canino en su interior, son vagos poetas y pintores, músicos y algunos son profesores de física y matemática que se reúnen después de clases para tomar algunos tragos de ron. Fijate que todos los que están en este lugar son diferentes, nada parecido a la universidad. Los que tienen de verdad piel de perro dejan la vida en el mundo artístico, y como sabés, en Managua nada de eso vale la pena, es decir, para los empresarios no tienen ningún mérito ser artista, aunque compren cuadros que desconocen su complejidad. Los compran como adornos, para decir que conocen a determinado artista, pero en realidad, no saben quién es Armando Morales o Sergio Velásquez. De todas maneras, a los artistas les importa poco si sus compradores saben de arte, lo importante es vender los cuadros y venir al panal a contar esas historias dijo.

             Yo no sé nada de pinturas y cuadros, tampoco compraría un cuadro, me da igual, prefiero los libros, me conecto de una forma distinta, me dejo llevar por el flujo de los personajes, me aprendo de memoria los diálogos para practicar frente a los demás, pero con vos no es necesario, me siento cómodo, dije. Es porque ya te convertiste en perro, me conoces, nos conocemos, tomamos agua de un charco, corrimos en cuatro patas, y eso fue suficiente para liberarte de tu tormento. Espero que aprendas, no siempre voy a estar aquí, como te dije, la vida de un perro no vale nada. Si vas a vivir como un perro mitad humano, debes reconciliarte con vos mismo, tratar de ser lo más auténtico, y vencer esos miedos de hablar con otros, aunque como vagabundo, te recomiendo no confesarle tus secretos a cualquiera porque las ratas escuchan detrás de las latas. Es un dicho aprendido por otro perro que se llama Jacob, lo vas a conocer, es enérgico, tiene unas ganas de vivir increíble, aunque está algo viejo, le quedan como tres años más de vida. Es uno de los perros más viejos de nuestra jauría, pero bastante sabio, conoce la ciudad, ha recorrido con sus patas cada calle, cada avenida y conoce las casas de muchas personas donde le han dado comida, aunque una vez lo envenenaron, pero sobrevivió debido a la asistencia médica de unos rescatista de perros. Lo vas a conocer, pero primero tomemos estas cervezas, disfrutá del ambiente, dijo.

            La cerveza estaba helada, y cada sorbo era refrescante, pero me mareó un poco, y me sentí con mayor facilidad de hablar. Te dije que mis compañeros de la carrera me dan bromas, no las entiendo, me cuesta comprender sus chistes, incluso los profesores me dan bromas, no entiendo por qué hacen esto, debería morderlos mientras estoy convertido en perro, debería arrancarle las vísceras, si fuera posible. Tenés que dejar de pensar en ese tipo de venganza, el verdadero trabajo es con uno mismo, siendo mejor que ellos, trata de investigar tus más profundos temores, y vencelos hasta lograr la plenitud de tu libertad, mientras tanto vas a ser prisionero en tu propia mente, dijo Fermín.         

            Terminamos de tomar dos cervezas, Fermín pagó la cuenta y salimos del bar, luego nos escondimos detrás de la misma casa y nos convertimos en perros. Es hora de conocer a la jauría, te aconsejo seguir las órdenes de Kaiser, él es el líder, y aprende de todos nosotros, somos perros vagabundos, nos comportamos diferente a las mascotas, buscamos la comida y nos protegemos los unos a los otros, sin temor, acostumbrate a nuestra manera de ser. En cuanto a tu problema de la carrera, te aconsejo cambiarte a Humanidades y filosofía, pero eso luego lo hablamos, por ahora vamos a conocer, como dije, a la jauría de Managua, que apenas somos unos pocos, pero dominamos la zona universitaria.

            Me di cuenta que Fermín de verdad quería ayudarme, no sabía sus razones, tal vez quería ser un buen humano, o en todo caso, un buen perro. Quería saber más de él, supuse que con el tiempo podría conocerlo mejor, es decir, conocerlo a profundidad, su vida como humano, ni siquiera sabía su edad, al menos sabía su nombre, aunque aparentaba tener veinte años, y como perro se veía joven. Aunque mis cálculos pueden fallar, puedo decir que Fermín tenía habilidades para ser un buen ser viviente, habilidades para hacer sentir a los demás de una manera digna, es decir, como todos deberíamos tratar a los demás. Algo que no se ve en la universidad, todos quieren tratar de ser el centro de atención con sus discursos banales y triviales, se creen dioses a los 19 años, se creen inmortales. Algún día la vida les va a demostrar que las cosas son diferentes. Que un título universitario solo es un cartón, y para ser realmente competitivo es necesario tener influencias, es lo que pasa en este país, en ese momento que caminaba con Fermín por la avenida universitaria vino a mi mente ese pensamiento, me refiero a esa locura de conseguir a toda costa un título universitario, un cartón sin ningún sentido.

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