Capítulo 2

Mientras que todos se preparaban para el juego del equipo de Zachary, pensaba una y otra vez sobre lo que aquel chico desconocido. Pensaba en decirle a Zach sobre lo sucedido, pero no me haría caso o quizás provocaría más problemas. Suspiré pensando en todos los problemas que podría involucrarme gracias a ello, y por aquel mismo motivo guardé silencio.

Dewis se acercó con las camisetas para alentar el equipo, Cole estaba sudando por haber hecho más de treinta minutos de gimnasio, subía a su habitación y Zachary corría de aquí a allá. Recibí un mensaje de Lou, todo parecía ir bien con su padre pero se sentía demasiada aburrida. Tomé el móvil, marqué el número de mi mejor amiga y ella me contestó de inmediato.

—¡Cathy! ¿Ya dejaste de ser virgen? —preguntó entre risas mientras que por detrás un ladrido me asustaba—. ¡Ya cállate, Perla!

—No, pero quería llevarte al partido de Zachary.

—¿Estará Drew? —volvió a preguntar intrigada.

—Estarás conmigo, no con Drew.

—Contigo mirando a Drew —murmuró—, mejor dicho.

Puse los ojos en blanco, cambié de lugar el móvil mientras que agarraba las pocas cosas que debía llevar a la camioneta junto a mis hermanos. Lou me comentaba sobre la relación con su padre, que su novia no estaba contenta con su llegada y había preferido irse en vez de quedarse a cenar. Aquella mujer me recordaba a mi madre, que jamás estaba.

—Pasaré por ti, espero que estés lista —dije, mientras colgaba el móvil.

Subí a mi habitación mientras que me llevaba la gran sorpresa de encontrarme a Cole espiando mi cuarto. Él de repente se giró, como si nada estuviera ocurriendo. Mientras colocaba lentamente sus dos manos detrás de su espalda, lo observé con claridad. Algo estaba ocultando, Cole no era muy inteligente en hacer aquello. Pero se nos estaba haciendo demasiado tarde para el partido de Zachary y su equipo universitario.

—¿Qué hacías aquí, Colie? —murmuré—. Pensé que irías junto a tus amigos.

—Eh, sí. Eso iba a hacer, sólo pasaba por tu habitación a ver tus... —señaló las fotografías junto a mis ex-amigas—, fotografías espectaculares. ¡Wow! Amo como sacas las fotos, Cat.

Sabía lo que ocurría. Cole siempre había tenido una gran fascinación por Lou, mi mejor amiga, a quién jamás le había dirigido la palabra. Cole me rodeó mientras que lograba escapar de mis garras, pero como no era tan inteligente, una vez de espaldas pude observar como en sus manos llevaba una fotografía de Lou.

Sonreí, podría estar tan loca como mis hermanos, pero era un secreto tan grande que debía guardar. Lou y Cole no se gustaban mutuamente, pero Cole no sabía que a Lou le gustaba Dewis. Era aquel poliamor tan absurdo y adolescente, que me empalagaba. Pero no podría ver mis hermanos sufrir por un amor. En eso estábamos más unidos que nunca.

Un grito de Zachary me obligó a bajar junto a mi mochila cargada de cosas necesarias, claro como toda chica lo hace, mientras que le avisaba a Lou que ya estaría en camino. Dewis se adelantó en las escaleras, con su rostro pintado de azul y blanco —los colores principales del equipo— y un gran guante del mismo color.

—¡Le romperás el culo a esos imbeciles, Zach! —exclamó.

—¿Con esa bocota dices mamá, Cole? —resoplé a su costado.

—No, pero mamá no está aquí..., así que: culo. —Respondió con un guiño, mientras corría a los saltos hacia la entrada.

Mientras las risas de Zachary se apagaban, Dewis se subía a la camioneta junto a Cole. Esperaba pasar un día de picnic, junto a Lou y mis hermanos. Hace mucho tiempo no lo hacíamos, ya que Zachary pasaba su mayor tiempo en la universidad. Pero, recordé que a aquel partido también iría Drew y mis mejillas se incendiaron de repente.

—Cathy, quiero hablar contigo un segundo —murmuró Zachary a mis espaldas.

Oh. Diablos. Mi mente estaba a punto de estallar. Cualquier cosa que pensaba, caía ante Drew. Claro, ¿cómo no pensarlo si aquel chico era el único que me había enfrentado, incluso, con mis hermanos? Me preparé mentalmente mientras que por dentro preparaba también las posibles respuestas que podría darle a Zach.

—Sí, dime, bro —respondí en un intento de ahogar mis malditas penas—. ¿Sucede algo malo?

—Bueno, tú eres una chica y... —suspiré por dentro, se trataba de una chica—, bueno. ¿Cómo puedo sorprender a una chica? Es decir, ¿recuerdas a Amelia?

—Claro... —mentí, no recordaba a nadie llamada así—, ¿qué sucede con ella, Zach?

Sus mejillas enrojecieron, me causaba cierta ternura. Zachary no nos dirigía la palabra en caso que fuera algo de nuestros padres, la casa o una supuesta fiesta. Pero sí, aquella fiesta entra en mis dudas, siempre solía avisarnos antes para que no seamos molestia dentro de sus amistades.

—Me gusta, y bueno, sólo quería saber —dijo agitado—, ¿cómo le digo que me gusta?

Okaaaay, aquí viene la parte divertida donde mi mente debate con cinco mil ministros de economía. No supe qué decirle en ese instante, más que un:

—Puedes demostrarlo, puede ser que le gustes también.

—¿Tú dices? —preguntó mientras se abrazaba a sí mismo—. Irá al partido hoy y quería que estuvieras con ella, ya sabés..., ya conocerla y...

—¡Claro! Seré la hermanita super tierna, diciéndole lo bueno que nuestro hermano mayor es con nosotros y que nos prepara galletas con leche antes de dormir... —dije sarcásticamente. Zachary largó una carcajada y lo tomó como un cumplido. Auch, debía ser ese mal tercio entre mi hermano mayor y aquella chica.

Resoplé mientras que mi mente comenzaba a armar un puto rompecabezas. Primero Drew, claro estaba, luego Zach con su chica. Y tercero, que sin darme cuenta puse a Drew primero. Comenzaba a sentirme tan débil en tan sólo pensarlo un maldito segundo. Es que, era imposible. Su cuerpo, su cabello; cuando sus dedos tocaron mis manos al volcar la cerveza.

¡Estaba volviéndome loca y ni siquiera lo había visto!

—¿Alguien dijo galletas con leche? —preguntó Dewis a mi costado. Mientras que en su rostro tenía pintada una frase algo peculiar:

Plan V de Vitaminas.

¿Qué significaba?

---------------------

El calor me sofocaba. Estaba preparando los sandwiches para el partido. Los jugadores ya estaban en el campo, me sorprendía la rapidez con la que cada uno se cambia y no tener que depender de que sus calzones llegarán a lo más profundo.

Tú me entiendes.

Subí al palco mientras que acomodaba mis cosas junto a las de Lou. Por una vez en su triste vida, se había animado a hablar con Dewis mientras que Cole —a mi costado— los miraba con una profunda tristeza adolescente. Pasé una mano por su hombro, animando con un sándwich de queso. Él tomó, pero notaba que la tristeza era su debilidad y no pude hacer nada por ello. A veces, los sentimientos puedes guardarlos de a montón, no todos son sentimientos de amor. Cole siempre ha sido muy unido a nosotros, pero también él más mimado de nuestro padre.

Por viajes de empresa y multinacional, jamás estaba. Zachary era el mayor, él se encarga de todo. Aunque no parecía, siempre íbamos a buenas preparatorias y universidades sofisticadas. Nos repartimos con el resto de la gente rica, pero por dentro eramos personas. Comunes y corrientes, luchando por sobrevivir de cosas de amor y estupideces...

—Extraño a mamá, ¿crees que su viaje a Dubai haya sido un éxito? —interrumpió Cole.

En aquellos últimos días, lo notaba tan triste que me daba cierta pena verlo de esa forma. No por Lou, sino por nuestros padres. Al que a veces veíamos. Más que nada nuestra madre. Nuestro padre solía venir los fin de semanas.

—Mamá y papá vendrán antes de que Zach comience la universidad de nuevo —dije mientras pasaba mi brazo por sus hombros y lo atraía hacía a mí—, lo prometieron. Y una promesa, es una promesa que...

—Jamás se rompe... —agregó—, pero la romperán. Como siempre lo hacen, como cuando mamá llegó tarde a tu actuación y tuviste que irte del escenario a llorar detrás del telón.

Aquellas palabras fueron una punzada a mi corazón. Me sentí tan fatal que la única forma de escapar era quedarme callada. Aunque me parecía imposible, mis ojos comenzaron a buscar a Drew. Claro, había perdido mis minutos por pensar en nuestros problemas. Pero también me tentaba perderlos buscando a Drew.

No estaba en el palco, ni en el campo y ni siquiera donde pudiera verlo. No estaba, ni siquiera estaba detrás de un árbol espiando. Me sentí algo paz y también algo incomoda. Me costaba admitir que con tan sólo un par de palabras, Drew me atraía.

El partido comenzó y Lou volvió junto a Dewis. Un presentador comenzaba a dirigir a los jugadores a su cancha y un silbato provocó que ellos se movieran con rapidez de un lado a otro. No me fascinaba el fútbol, no era mi debilidad pero tenía conocimientos gracias a mis hermanos. Claro, que no faltaba el niño gordote tratando de dirigirlo por sí mismo. Reclamando sus offside, faltas, tiro libre, tiro de esquina; ¡una plaga futbolista!

—¿Y Drew? —preguntó Lou a mi costado—. No lo he visto.

—Yo tampoco... —respondí y me arrepentí de haberle respondido. Lou sabría que lo anduve buscando con mi mirada, una mirada más poderosa que la de cíclope. Claro, pero con dos ojos.

Oh no, alerta roja. ¡Alerta roja!

Fue una maldita casualidad, que cuando el equipo de Zach anotara el gol, hubiera estado Drew donde no esperaba encontrarlo. Estaba él, si él, cambiando los números de las anotaciones, e una pequeña oficina. Bebía un vaso de cerveza junto a un cigarrillo en su mano izquierda. Todos festejaban mientras que yo sólo lo observaba. Debía parecer estúpida, todos alegres y yo mirándolo a él.

—¡Gooooooool! ¡Gooool! ¡Maldita sea! —gritaba Dewis a mi costado, que de pronto abrazó a Lou en un intento de festejo—. ¡No vamos a quedar afuera! ¡Gooool!

Cole se bajó del palco y no lo volví a ver más. Aunque las mejillas de Lou se incendiaron y su mirada buscaba mi consuelo. La abracé para distraerme de Drew, porque en ese segundo, su mirada me encontró y no pudo apartarla. Sentía su mirada, la sentía como una aguja a punto de pincharte. Si no fuera por el sol, quizás mis mejillas fueran la única cosa que pudiera mantenerse caliente. Me ardían, quemaban. Y todo gracias a la mirada de Drew.

—Cathy, estoy muriendo por dentro, o eso creo —susurró Lou.

—Yo también —contesté—, y no sabes cómo.

Sí claro, para mi desgracia ya estaba muerta. El primer tiempo había pasado volando, Zach pudo permitirse venir a saludarnos desde la entrada del palco. Me sentía como la hermanita orgullosa sobre su hermano que acababa de salvar a la humanidad. Sí, muy exagerada. Choqué los cinco mientras que cuando volví a mirar hacía la dirección donde Drew se encontraba, él ya no estaba.

—¡Eres una máquina! —exclamó a mi costado Dewis—. ¡Falta aún el segundo tiempo y ya me has dado dos paros cardíacos, joder!

—Lo sé, y eso que ellos corren demasiado —contestó, me miró fijamente mientras que trataba de recomponerse de alguna forma u otra—. Creo que necesitaré tu ayuda, Cat.

—Estoy a tus órdenes, capitán —dije en un intento de saludo militar.

—¿Te acuerdas de Drew? —respondió—. Ha tenido que ir a resolver un problema y no puede cambiar las anotaciones, ¿puedes hacerlo tú?

Mi corazón comenzó a agitarse con la mayor fuerza posible. Sentí algo que me cosquilleaba el estómago, ¿eran aquellas mariposas de las que todo el mundo hablaban? Asentí mientras que por dentro me arrepentía. Bajé del palco mientras que Lou me indicaba la mayor suerte. Pude visualizar a Cole entre otros chicos de la preparatoria, compartían un cigarrillo con un olor demasiado fuerte.

Zach me indicó cómo apretar los cambios, los números y si me apetecía marcar luces como ''¡que gol!'' ''¡Vamos las Águilas!'' ''¿Quién llorará por mamita ahora?''. Me reí mucho con la última, me recordaba a Cole y Dewis peleando por un marcador negro. Me senté en la pequeña oficina con los mil botones, algunos estaban preparados para algo y otros para otra cosa.

—Cathy, tú te sientas aquí —me señaló un asiento apartado con dos botones. Me sentía poca cosa, tener que estar lejos de la vista del partido. Llegó el presentador con una gran sonrisa mientras que preparaba los argumentos para el segundo tiempo. Me senté donde Zach me indicó y resoplé.

No había notado lo grande que era esa sala, con un mini-bar incluido. Por mi santa desgracia, vi a Drew subir las escaleras. Quise alejarme en un ademán, pero el partido había comenzado.

—¡Volvimos con este maravilloso partido! Los Águilas toman la delantera y esperemos que los temibles de la universidad de Hudson se vayan a casa a llorar por su mamita... —decía el presentador delante del micrófono. Podía oír su voz en el parlante al lado de mí, con un televisor viejo marcando el partido.

Sin darme cuenta, tropecé con Drew. No podía mirarlo, ni siquiera decirle un simple ''hola''. Me senté directamente en la silla donde Zach me indicó. Sin querer y para mi sorpresa, había apretado los botones de los fuegos artificiales. El presentador me observó con una cara de pocos amigos y me encogí de hombros mientras que Drew reía.

—Zach te engañó, esa es la silla de los fuegos artificiales —chilló mientras largaba una carcajada tras otra—, ¿de verdad eres inútil? —Antes de que pudiera reaccionar, me dio un abrazo, del cual pude zafarme lo más rápido posible. Sin saber qué decir, sentí mis mejillas quemar. Humillada, con grandes esfuerzos de no llorar, lo notó—. Ven, Gatita, te enseñaré como se hace.

Mi corazón dio un gran vuelco —como de esos choques de grandes camiones con vacas—, Drew tomó de mi mano. Cuando sus dedos se entrelazaron con los míos, di un respingo y a la vez rezaba que él jamás se hubiese dado cuenta el poderoso efecto que había hecho en mí.

Me indicó cada cosa, como era todo y para qué servía.

—¿Entendiste? —agregó en una sola pregunta—. Es fácil, ya no serás más inútil.

—Claro... —respondí ante la humillación—, ¿trabajas aquí?

—¿Lo dices para matar el aburrido tiempo? —preguntó—. Sí lo dices así, sí, trabajo aquí. Pensaba irme para resolver un problema, pero vi que Zach te dejó a cargo y creo que no me ha quedado otra opción que explicarte un poco mejor yo.

—¿Estas intentando conquistarme? —por un momento me arrepentí tanto de habérselo dicho.

—Mmmm —se mantuvo pensativo mientras esbozaba una sonrisa—, no soy de esos chicos. A mí me conquistan, soy un tipo difícil.

Claro, ya, ¿quién se creía eso? Pues claro que Cathy Richards.

—Como digas, chico difícil —respondí de mala gana.

Alguien lo llamó desde afuera. Y antes de que pudiera irse, me acarició el mentón con su mano derecha. Nuestras manos aún seguían unidas y la suya estaba cálida.

—Cuando estés en peligro, me llamas.

—No tengo tu número —respondí atontada mientras seguía perdida en sus ojos oscuros.

—Está pegado en aquel panel —señaló un panel de cristal. Me acerqué mientras que él se alejaba, allí estaba anotado su número con una letra demasiada masculina.

No me sorprendía para nada.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo