Era el caos. Era la destrucción.
Los sobrevivientes llegaban uno tras otro, en camillas, caminando algunos pocos. La sangre, las vendas y los gritos de dolor eran denominador común. En algún lugar creyó ver que una mujer llevaba consigo una de sus piernas y no la quería soltar. Se estremeció. Se llenó de furia. Se aterrorizó. Todo al mismo tiempo.
Al ver toda la devastación, una sola idea ocupaba su mente. <<Nos ganaron>>.
Esos seres, esos resplandores, ganaron la batalla y se llevaron consigo la vida de muchos soldados buenos. Estaba hecho, no había vuelta atrás.
El humo de la selva incendiándose aún subía y se recortaba contra el cielo nocturno. Después de unas cuantas horas no dejaban de llegar los cuerpos, y a pesar de que ordenó de cada hombre o mujer que estuviese en condiciones se dispusiese a ayudar, apenas en ese momento es