IV. Nadie es quien dice ser

La cara de la mujer se desfiguro completamente, sus ojos se abrieron grandes y su color desapareció por completo, ella sabía que estaba en un gran problema y mi sonrisa delataba que serían peor de lo que ella imaginaba.

- Liam – mire a mi guardaespaldas que permanecía impasible en un rincón – Podrías buscar a Max y traerlo con los niños.

No contesto, solo me miro analizando mi ánimo, lo sabía por el detenimiento que sus ojos hicieron en mi cuerpo y postura, asique solo asentí y él salió sin emitir ningún tipo de comentario.

- Un momento – levante el dedo para que Catherine esperara y marque el número de Eliot

>> Sam – respondió al segundo tono - ¿Todo bien?

>> Eliot, si todo bien – respire – Necesito de tus servicios, ¿estas ocupado?

>> No… ¿pero paso algo?

>> Una pequeña situación, nada grave, pero podrías venir…. – me interrumpió.

>>Claro ahora mismo voy.

Me colgó el teléfono y me quede observando el aparato un momento, la mujer frente a mí, movió sus piernas nerviosas haciendo que prestara atención nuevamente a su figura.

- ¿A cuántos has estafado? – levante una ceja - ¿Dónde está la plata que te he mandado? – volví a rematar - ¿Desde hace cuánto tiempo me ves la cara de idiota?

Movió su melena rubia de una lado al otro mientras caminaba, por mi parte solo espere su respuesta mientras observaba la oficina.

Un enorme librero se hallaba en la pared de enfrente, el piso de madera parecía nuevo y recién lustrado, las paredes estaban pintadas de un color crema que combinaba perfectamente con la alfombra que cubría el suelo debajo de los sillones de color gris oscuro.

Los sillones de tela, tenían patas de madera, el juego era moderno y bastante nuevo de cuatro piezas, dos individuales y uno más grade para tres personas. En el centro una mesa ratonera.

El escritorio de madera laqueada poseía una laptop moderna encima, sus patas de metal y tres cajones en su parte baja, dos a mi derecha y uno a la izquierda. Una lampara reposaba sobre una de las esquinas. Trate de buscar algún detalle personal o al menos fotos de los chicos, pero no había nada, solo lo que mis ojos captaron y un archivero a mi espalda que supongo tenía todos los papeles de los chicos, pero considerando su manejo, podría no ser así.

- Yo…. – balbuceo un poco, pero calló cuando la puerta se abrió.

- Sam… ¿Qué haces aquí? – Eliot me miro desconcentrado y luego observo a la mujer frente a mí.

- Este orfanato es mío – sus ojos se abrieron grande – Aunque la mujer aquí presente dice ser la dueña – me levanté – Catherina, él es mi hermano Eliot, es abogado – sonreí de lado - ¿Quieres llamar al tuyo?

- Sí… - tomo su iPhone y marco, yo volví la vista a mi hermano.

- Aquí la mujer me ha robado, ha realizado malversación de fondos, me ha estafado y ha timado a las personas que acuden al lugar, supongo que los empleados están al tanto – mire a mi hermano – Necesito que tomes cartas en el asunto, puedo darte datos de todas las transacciones de dinero que he realizado a la cuenta del hogar para mantenimiento, pero como veras, salvo esta sala, las otras no tienen ningún tipo de arreglo. – cruce mis brazos.

- Llamare a la policía y me pondré con ello – miro a la mujer – Espero que su abogado sea bueno, por lo pronto, necesitamos el dinero que se le ha pasado.

Ella no respondió solo siguió hablando con el que parecía su abogado mientras mi hermano hacía lo propio con su celular, por mi parte solo observe todo tranquila.

No paso mucho hasta que su abogado llego al igual que la policía, la mujer ya no poseía color en su rostro y yo había logrado calmar mi temperamento en el transcurso del tiempo. No hable en ningún momento, mi hermano por su parte, le mostro al abogado todas las transferencias bancarias que había realizado y volvió a pedir los comprobantes de arreglos o el uso de la plata, los números no daban por ningún lado y la mujer no tuvo más que aceptar que se los había gastado.

Asique ahora todo se resumía a eso, los chicos en pésimas condiciones, yo perdiendo millones y la mujer solo podía devolver el cinco por ciento de todo lo que le había pasado, en fin… nada, prácticamente.

La policía se la llevo luego de que mi hermano hablara con ellos, no entendía cómo es que sucedía aquello, no sabía porque ocurría tan rápido, pero mi hermano no me dejo lugar a preguntas. Cuando todo termino, la mujer había declarado sus cómplices y el porcentaje que se llevaba cada uno, asique ahora no solo no había más directora, tampoco tenía personal en el lugar.

- Me va a dar algo – exclame mientras caminaba de un lado al otro – Tengo diez niños a los cuales alimentar hoy mismo, estoy segura que no hay comida en esta casa, ni elementos de limpieza, no tienen camas decentes para dormir, no hay personal para ayudarme, no…

- Por favor Sam… solo cálmate – Eliot me coloco las manos en el hombro – Te ayudare con lo inmediato, llama a alguna agencia y pide personal, yo por mi parte llamare a unos amigos.

Eliot se alejó y comenzó a llamar, recién ahora me percataba de su aspecto, mi hermano se había cambiado la ropa, ahora llevaba un saco negro y un pantalón de vestir del mismo color, su camisa era de un rosa claro y un caro reloj brillaba en su muñeca. Lo escuche balbucear durante horas, por mi parte llame a una imprenta y solicite unos panfletos para repartir por toda la ciudad y alrededores, tendría que solicitar personal, pero no lo haría por una agencia.

Estaba segura que muchas personas necesitaban el empleo, había visto mucha gente pedir en la calle, no sabía las posibilidades que habían tenido, ni porque se encontraban en esa situación, pero yo les daría una, mi únicas condiciones eran, querer trabajar y ser honesto. Lo demás se iría viendo, por supuesto estaría al tanto del trato con los chicos.

- Listo – los dientes blancos de Eliot asomaron por su boca – He solucionado varias cosas – levante la ceja.

- ¿De qué hablas?

- Conozco muchas personas, algunos socios de papá, amigos… esas cosas, he logrado algunos canjes, ya sabes donativos para bajar impuestos – movió la mano con desdén – Te traerán las camas para los chicos, colchones, sabanas y cubre camas. – mis ojos se abrieron con asombro – Un supermercado de la zona traerá una dotación grande de mercadería para llenar las alacenas.

- Pero como… qué… - no entendía nada.

- Solo tienes que firmar los papeles del donativo con los datos de la institución – se sentó – Tambien vendrán a ver las instalaciones unos arquitectos, dirás que hay que arreglar y se hará por sectores – cruzo una de sus piernas – Le pedí a nana que te preparara algo de ropa y te ayudara con la cena de esta noche, todos sabemos que ella es la mejor en eso de la comida, por mi parte saldré un momento y volveré con el almuerzo.

- No es necesario, lo sabes…. – sonreí de lado – Se que tienes que trabajar y esto… aún tengo que juntar donativos, no se puede mantener todo de canje… la escuela.

- Hagamos una gala benéfica, podemos usar uno de los hoteles, papá quiere hacer una gala para presentarte en la sociedad, quizás podemos incluir a la institución, aquellos viejos dan donativos como si fueran dulces, les conviene.

- ¿Por qué les conviene? – rasco su nuca y miro hacia la ventana.

- Eh… disminuir impuestos – balbuceo – Bueno, tengo que ver unos trabajos, vuelvo en unas horas, tu solo ve a conocer a los chicos, dejare algunos hombres.

Beso mi frente y salió del despacho sin mirar atrás y dejándome con millones de preguntas no formuladas, porque eso era lo que me ocurría en algunas ocasiones, mi mente esperaba que las personas se fueran para formular una gran serie de preguntas que ahora nadie podría responderme en este momento. Por ejemplo ¿Por qué llego tan rápido?

Suspiré frustrada y salí hacia el gran living. Un sillón marrón lleno de agujeros se encontraba en el centro de la sala, enfrente otro de mejor aspecto, pero igual de viejo lleno de rayas. La tele en la pared era lo más nuevo de la sala, pero aun así era pequeña para el lugar.

Observe el piano antiguo que se encontraba en un rincón, y la enorme lampara de pie al lado de la gran chimenea. Mis oídos captaron el sonido de los pasos en el piso de madera. Gire mi cuerpo para toparme con varios niños que me miraban desde una esquina.

- Hola – sonreí – Mi nombre es Samantha.

Visualicé a Liam detrás de ellos, sus ojos me observaban con detenimiento, lo seguí observando, sus brazos ya no estaban cubiertos por el saco, sino que dejaban a la vista su camisa blanca. Sobre su mano derecha se encontraba entrelazada otra manito más chica.

- ¡Sam! – grito el pequeño que luego reconocí como Max – Mira… los nenes me prestaron ropa de mi talla. – sonreí y bajé a su altura para sonreírle.

- Vaya… eso es buenísimo – acaricie su cabello – Te dije que habría gente linda aquí.

- ¿Ustedes no venían a adoptar?

La chica más alta del grupo hablo, sus ojos marrones me miraban con recelo, llevaba un jean gastado que en algún momento seguramente fue negro, su buzo gris estaba arremangado en las mangas y cubría hasta la mitad de su muslo, toda la ropa era más grande que su delgado cuerpo.

- No – la mire – Como les dije, mi nombre es Samantha, soy la dueña de este lugar… - suspire – He vivido en Europa por diez años, es la primera vez que vengo al país, ayer llegue y quise pasar a ver como estaban, pero… - deje las palabras acabarse.

- Pero… - la muchacha cruzo sus brazos enojada y yo solo mire su pelo lleno de rulos.

- Pero llegue y vi las instalaciones – me acerque – Yo he mandado plata para ustedes, plata para su útiles, ropa, comida – la pequeña que nos habló cuando llegamos me miro – Catherina no uso esa plata en ustedes, la uso en ella, asique ella y todos los demás ya no estarán más por aquí, se cambiara el personal y a partir de mañana se remodelara toda la casa.

- ¿Cómo sabemos que no mientes? – un muchacho de cabello rojo y grandes ojos grises hablo.

- Mi intención no es hacerles daño, no soy así, solo quiero ayudarlos mientras consiguen familia, no les pido que confíen en mí, no puedo pedirles eso – los mire a todo – La confianza es algo que se gana y lo sé, solo les pido que me permitan conocerlos y que me conozcan, tal vez así descubramos más del otro y quien sabe, ser amigos.

Los chicos se miraron entre ellos, yo me imaginaba lo que habían sufrido, se notaba en sus ojos. Me sentía pésimo, yo no era consciente de su estado y solo yo era responsable de lo que había pasado, era mi culpa que aquellos pequeños sufrieran tanto, yo debí estar más presente, pedir llamadas con los chicos, revisar las instalaciones.

Pero estuve tan metida en mi infierno personal que lo ignore, ignore aquella responsabilidad que adquirí para hacer el bien, para cambiar un poco mis demonios, mejorar mi mente, para sentir que, hacia la diferencia en el sistema, para darles lo que yo no tuve. Pero falle, no fui buena en mi accionar, por más buenas que hayan sido mis intenciones y ahora debía cargar con la culpa.

- Está bien – dijeron a coro.

- Le daremos una oportunidad, solo porque saco a la bruja – Liam soltó una carcajada y yo lo imite.

- Eso es bueno, ahora quiero que me cuenten como eran las cosas por acá…

Nos sentamos en el sillón todos juntos, descubrí que la muchacha alta se llamaba Agatha, once años, el chico, Malcolm, él tenía trece. La pequeña de ojos negros que nos habló cuando llegamos se llamaba Lourdes, seis años y le decían Lulú. Luego estaban dos hermanitos de cabellos rubios, Michael y Rebecca, sus ojos eran una mezcla de marrón y verde, eran gemelos, su padres murieron en un accidente y no tenía más familia por aquí, ellos tenían 9.

Luego estaba Rita de siete años de edad, una muchachita de cabellos rojos casi anaranjados, sus ojos eran de un color miel casi de fantasía. Ray, de tres, un pequeño de hoyuelos en sus mejillas, cabello castaño y grandes ojos marrones.

Faltaban dos chicos, Romy y Reed, eran los más grandes del grupo, Romy de dieciséis y Reed de diecisiete. Y por último Max, el nuevo integrante del grupo.

Escuche atenta cada una de sus anécdotas desde los maltratos recibidos a diario hasta el bullying que sufría en su colegio por la forma de vestir y la falta de material, la mayoría de ellos tenían excelentes notas, y por lo que me comentaron, los dos más grandes ganaron unas becas de estudio.

No sé cuánto tiempo estuvimos hablando, pero no me levante del sillón hasta que la puerta de la institución se abrió dejando ver a mi hermano y varios de los guardaespaldas con bolsas del famoso local de comida rápida, haciendo que los ojos de los niños brillaron. Los más pequeños corrieron hacia el comedor y los demás lo siguieron en silencio.

Eliot saco cajitas feliz para Lulú y Ray, los demás teníamos dobles con papas y gaseosas grandes, Liam también recibió su combo y no pude evitar reír cuando sus ojos se desorbitaron un poco gracias a la acción de mi hermano.

- Chicos… - comencé a hablar

- ¿Quiénes son ustedes? – la voz de un muchacho en la puerta del comedor nos hizo callar a todos.

Sus ojos eran verdes como el pasto y su cabello marrón oscuro, no era tan delgado como los demás y tenía rasgos más varoniles. A su lado una chica bajita de pelo bien largo y ojos marrones nos miraba con desconfianza.

- Ustedes deben ser Reed y Romy – me acerque – Mi nombre es Samantha, soy la dueña de la casa hogar y por ahora su nueva directora – estire la mano, pero no me la recibieron – Emm… ellos son Eliot, mi hermano – señale en su dirección – Liam, mi guardaespaldas e Ibra - señale al moreno – Y el resto no sé cómo se llaman, pero pueden decirles el clan de los pingüinos.

Los pequeños rieron un poco y los chicos se miraron, observe como ambos buscaban la mirada de Agatha y Malcolm que asintieron despacio, haciendo que ambos se relajaran un poco.

- Llegan justo para la comida, los había contado, pero no los veía – mi hermano estiro una bolsa hacia ellos – Espero les guste.

- Gracias – susurraron para luego sentarse.

- Sam… - gire para ver a mi hermano – Las camas nuevas llegan mañana en la mañana, la mercadería esta noche, un amigo te donara los muebles de cocina y algunos electrodomésticos, nana llegara en la tarde con Charlie – señalo a uno de los guardias que bajo su cabeza asintiendo – Mañana también vendrá el arquitecto con los trabajadores.

- Vaya… - estaba abrumada, la cabeza me daba vueltas.

- ¿Camas? – pregunto uno de los niños - ¿Muebles? – dijo otro – ¿Remodelaciones? – dijo el más grande.

- Sí, arreglaremos esto a nuevo, algo que se supone Catherina tendría que haber hecho, pero que no hizo – respire profundo – Pero no importa eso ahora, lo importante que vivirán en un lugar limpio y lindo como corresponde.

Todos comenzaron a charlar entre ellos, les parecía casi imposible que tuvieran camas nuevas y demás, por mi parte solo observaba el intercambio de miradas entre Liam e Ibra.

Después de un rato mi hermano se fue y yo salí por las cosas que tenía en el maletero, no era gran cosa, pero al menos les serviría a las niñas por ahora, luego conseguiríamos mejores cosas y algo más de ropa para ellas. Los chicos también necesitaban, pero para ellos necesitaría ayuda o llevarlos, porque no era muy buena en esa parte, con Julián nunca nos regalamos ropa, éramos pésimo en eso y puedo asegurar que no he cambiado, al menos yo, porque él ya no estaba.

Las chicas ya se habían peleado y repartido la ropa y los zapatos, estaban demasiado contentas con cada una de las prendas, muchas de ellas permanecían con etiquetas y apenas habían sido usadas, seguramente me las compraron antes de exiliarme en otro continente, no lo sabía, al menos no por ahora.

Tal y como dijo mi hermano, Teresa apareció por la puerta a eso de las seis, la mercadería había llegado hacia una hora y entre todos guardamos cada cosa en los lugares que había, aunque no fue suficiente, asique algunas cosas todavía permanecían en las bolsas, pues no había una despensa para guardar, sino un solo mueble que resulto pequeño, ya que el super nos había traído comida para seis meses.

Nana observo el lugar atenta, los niños la saludaron de forma muy cariñosa para luego irse a sus actividades, la cocina tenía una mesada vieja y llena de roturas, la heladera era casi tan antigua como mi querida madre sustituta, el piso de cerámica roja tenía varios agujeros por todas partes.

Las paredes estaban pintadas de un verde agua todo manchado y algunas mancha de humedad permanecían en las esquinas. El comedor tenía una larga mesa de madera con sillas de paja de distinto colores.

- ¿Por qué no me dijiste que eras dueña de un orfanato? – la mire – Dijiste que ayudabas, no que eras la dueña.

- No es la gran cosa – me apoye a su lado y la mire atarse el pelo para cocinar.

- Tu padre casi tiene un infarto cuando se ha enterado, tus hermanos hablaron con él durante horas – suspiro – Al final acepto esto y colaborara para que tengas donaciones – levante la ceja.

- ¿Qué hay en el fondo de todo esto? – me miro – Vamos, el detesta la caridad, detesta los niños y sobre todo me detesta a mí, asique no me digas que…

- Tu papá te ama Samantha, es solo que es más complicado de lo que parece – negó mientras pelaba verduras – Solo no tires de la cuerda hija, mantente calma y haz lo que te dicen, odiaría ver que te pase algo.

- ¿Qué me pase algo? ¿Qué me podría pasar? – sus ojos se abrieron grandes.

- Es un decir hija… no le hagas caso a esta anciana.

- No, no, nada de es…

- Ajam – el carraspeo en la puerta nos hizo dar vuelta – Perdón que las interrumpa, pero podría hablar con usted – Reed me miraba desde la puerta de la cocina.

- Claro – sonreí tranquila y caminé - ¿Dónde prefieres?

- Aquí en el living está bien.

Nos sentamos en los sillones, él permanecía alejado de mí, sus manos estaban juntas y las piernas se movían inquietas, una clara señal de nerviosismo o abstinencia, no sabía bien cuál de las dos era la correcta, pero si sabía que no podía ser bueno.

- ¿Qué ocurre?

- Mire, yo no sé cuáles son sus intenciones, pero estos chicos han sufrido mucho y vivido mucho maltrato, no la estoy juzgando, pero quiero que sepa que a pesar que me quede poco tiempo aquí, no dejare que los vuelvan a lastimar. – tomo aire – Llega aquí con ropa, comida, arreglos y luego qué, nos desecha como todos los demás, somos huérfanos, no idiotas, asique le voy a pedir que no nos tome como tal.

- Vaya… - fue lo único que pude decir – Mi intención no es esa, no pretendo que confíes en mí, de hecho, yo confió en muy poca gente, pero quiero que sepas que en realidad los quiero ayudar, lo que hago, lo hago porque lo siento, se lo que es no tener padres – mire el suelo – Créeme que los entiendo y puede que no tenga sus necesidades, pero comprendo lo que son las carencias y no creo que nadie merezca eso. – me levante y me acerque a su lado – Tú no tienes un tiempo limitado aquí, puedes quedarte hasta que te adopten o termines tus estudios y si después de eso todavía no encuentras trabajo, podrás seguir aquí, yo no te voy a sacar, jamás lo haría – tome su mano – Con respecto a quedarme o irme, no es algo que les pueda prometer, solo puedo decirte que estaré aquí tanto como me sea posible, puede que en algún momento me vaya o ya no este, pero para cuando eso pase tendré un plan para ustedes y no estarán solos, eso lo prometo.

Su mirada se clavó en mi un momento y luego en nuestras manos, podía ver su desconfianza y sentir su rigidez.

- ¿Por qué hace esto? – las palabras se acallaron en mi garganta y el nudo creció, no sabía cómo responder a aquello, va… si lo sabía, pero no podía decirlo.

- Lo prometí y cuando prometo algo cumplo mis promesas – me levante tranquila – En estos días los llevare por ropa. – gire para irme.

- Señorita Samantha - me frene y lo mire – Mañana tengo un viaje con la escuela, por lo general no voy por falta de plata y comida, pero me preguntaba…

- Claro, solo dime cuanto necesitas y te doy la plata.

Contesto algo apenado, pero me dijo el monto, por mi parte le entregue el dinero y salía al patio en busca de oxígeno, necesitaba desconectar un poco de todo esto. Se suponía que sería más sencillo, él me dijo que sería sencillo, solo era una colaboración, los demás lo manejarían y yo podría hacer algo bueno, pero acá estaba, a cargo de diez niños cuando mi vida era un completo caos, nada me salía como debía y todo lo que me rodeaba moría.

- No debería estar afuera tan tarde señorita – la voz provino desde mi espalda.

- Dudo que me pasé algo teniendo unos diez hombres merodeando – seguí balanceándome en el columpio oxidado.

Había venido aquí después de cenar con los chicos y los muchachos, porque obviamente les di de comer a todos en la misma sala a la misma vez. Falto espacio, pero no las ingeniamos. Lo único que me tenía extrañada era la actitud de Teresa.

La mujer se había mostrado distante y muy descortés en algunas ocasiones, algo raro siendo que también ella era empleada de la casa y que, poniéndose en ese plan, tampoco debía sentarse a comer con nosotros en ningún momento y bajo ninguna circunstancia.

- Señorita – la voz de Liam sonó esta vez.

- Fui clara cuando dije que me llamaras por mi nombre – seguí con mi balanceo.

- Está bien Sam – suspiro - ¿Qué haces aquí?

- Pienso – seguí moviendo los pies.

- ¿Ocurre algo? – lo vi sentarse a mi lado.

Liam llevaba un pantalón ligero y un buzo, su cabello, aunque estaba bien corto se encontraba algo desalineado y rebelde. Sus ojos claros me analizaban con igual intensidad que esta mañana. Yo por mi parte tenía puesto un leggins gris y un buzo negro largo hasta mi muslo.

- No – respondí después de un rato – Solo trato de entender a la gente – frene mis movimiento y lo mire.

Todo a nuestro alrededor estaba oscuro, había visto el patio de la casa cuando salí después de hablar con Reed, pero recién ahora en la noche decidí quedarme más tiempo en él, para respirar. El pasto estaba mal cortado, no solo por como rosaba por arriba de mi tobillo sino porque en algunos lugares les daba aspecto de colina.

Visualice un naranjo desde la ventana de la cocina mientras me preparaba un té después de almorzar, algunos de los chicos me dijeron que había un durazno y algunas fresas en un sector y en el medio del gran predio unos juegos oxidados y viejos.

- Creo que uno no puede entender a la gente – lo mire – Tú puedes entenderte a ti mismo, pero no a los demás, todos pensamos y sentimos distinto.

- Supongo que tiene lógica – mire la luna.

- ¿Por qué volviste? – giro su cuerpo hacia el mío – Es obvio que no te llevas con tu padre y no pareces feliz con estar aquí…

Me quedé en silencio pensando sus palabras, claramente para los demás no tenía mucha lógica mi accionar, quizás hasta a mí se me hacía raro, pero aun así lo hice. Estaba a punto de contestar sus preguntas cuando recordé lo sucedido esta mañana.

- ¿Para quién trabajas? - solté aquella pregunta de prepo y el abrió sus ojos.

- ¿¿Cómo?? - su voz sonó alarmada.

- ¿Quién te contrato? ¿Mi padre o mi hermano? - volví a preguntar tranquila.

- Tu hermano Eliot, pero creo que el mayor es quien me paga - respondió tranquilo.

- Ya veo… - seguí mirando el cielo negro y sus estrellas - Tienes tu celular aquí contigo - asintió y extendí la mano para que me lo diera.

- ¿Que? - insistí mientras le hacía un gesto de silencio - Okey - puse mi mano en alto para que esperara y luego un gesto de mutismo.

Recorrí el patio tranquila hasta la entrada de la cocina sintiendo las pisadas de Liam a mi espalda, abrí despacio la puerta que de la cocina y lo dejé sobre la mesa para luego salir al patio nuevamente.

- ¿A qué se debe todo esto? - pregunto a penas me vio.

- Tú le dijiste a alguien donde estábamos - negó con su cabeza - Bueno… yo tampoco y aun así mi hermano llegó sin si quiera tener la dirección del lugar y sumamente rápido.

- Tú crees…

- No creo, estoy segura de que me espían, no solo tengo un GPS, también debe haber micrófonos en los dispositivos, no parecía muy sorprendido aun cuando intento parecerlo. No confío en nadie Liam, - lo miré - Asique la pregunta ahora sería ¿Puedo confiar en ti?

- Claro que puedes confiar en mí - afirmé con mi cabeza y seguí mirándolo. – Pero lo de los dispositivos me parece demasiado son nuestros teléfonos personales, creo que esos están a salvo.

- Puede que tengas razón – sopese las palabras un momento.

- ¿Por qué estás aquí Sam?

- Tengo muchas razones para estar aquí, una de las principales es recordar mi pasado y estoy segura que mi familia no quiere que eso ocurra - suspiré - Puede que este cometiendo un error y lo mejor sea no hacerlo, pero lo necesito, no quiero más lagunas en mi cabeza y si puedo confiar en que cuidaras mi espalda, estoy segura de que podré hacer esto.

- ¿Qué piensas? ¿Por qué crees que tu familia miente? - sus preguntas me dejaron en el limbo.

- No lo sé, supongo que lo siento - negué - No tengo una respuesta ahora.

- Claro que puedes confiar en mí, pero que haremos, es obvio que, el auto tiene un rastreador., sabrán siempre a dónde iremos - acepte sus palabras.

- Si, así es… y por ahora es mejor que así sea, porque pensaran que no sabemos nada y es lo mejor, pero solo será por ahora. - nos quedamos callados por un buen tiempo.

- ¿Por qué tienes un orfanato? - dijo después de un momento.

- Una promesa, además se lo que es no tener familia, creo que quería hacerme sentir a esos niños que siempre podía haber alguien que los ayudará

- Tu si tienes familia Sam. – me puse frente a él.

- Tengo hermanos y un padre, sí. Pero no sé lo es que tener familia, no sé qué es festejar tu cumpleaños con tus seres queridos, que tu padre te cuide cuando estés enferma o te vea graduarte – se acercó – Crecí al cuidado de mi nana, una mujer que no es mi sangre, pero me cuido.

- Al menos ella estuvo – su mano acaricio mi brazo – Yo no tengo hermanos y mi padre murió hace mucho – relaje mis brazos y lo mire.

- Solo quiero evitar que sufran, intento ayudar… - susurre y me acerque nuevamente

- Creo que es un buen gesto - se acercó otro paso más - Pero todavía no me dices la verdad.

Sus ojos se clavaron en los míos, sentí un zumbido a mi alrededor mientras nuestras miradas permanecían conectadas. No sabía responder a sus palabras y mucho menos a su proximidad, por alguna extraña razón nuestros cuerpos cada vez se encontraban más cerca mientras nuestras miradas se mantenían.

Mis ojos bajaron a sus labios justo cuando se los lamió con una lentitud hipnotizante, su mano subió a mi rostro y sus ojos bajaron a mi boca cuando su cuerpo avanzo otro paso más.

- Sam - la voz de mi nana nos hizo separar.

Teresa nos miraba con sus ojos marrones fríos y su rostro serio, permitió que su miraba viajará hasta el cuerpo de Liam y luego al mío mientras su frente se arrugaba en un claro descontento. Liam rasco su nuca y yo cruce mis brazos por su actitud.

- Es hora de que vayan a dormir - dijo seca - Tengo que hablar con usted señor Smith.

- Claro señora Teresa. – entrecerré mis ojos.

- A solas - me adentre en la casa molesta.

Teresa siguió mi camino con su mirada y yo le hice creer que me había ido para luego quedarme escondida y escuchar la charla.

- ¿En qué puedo ayudarla? - Liam sonaba tranquilo.

- Aléjate de ella - abrí mis ojos con su reclamo.

- Soy su custodio, no puedo alejarme.

- No te hagas el desentendido conmigo, sabes a qué me refiero. Tú no puedes tener nada con ella.

- ¿Quién lo dice? - respondió mordaz.

- Yo lo digo y el señor, esto no le gustará nada, a sus hermanos tampoco…

- En ningún momento me dijeron que no puedo acercarme a ella.

- Entiende que morirás… por dios santo, si sigues involucrándose con ella morirás - sus palabras fueron casi como un grito.

- ¿¿De qué habla?? - pregunto el mientras yo ahogaba un grito - Es una asesina acaso.

- Mi Sam no mataría a una mosca, pero no entiendes, no puedes seguir con esto, pueden terminar muertos ambos - hablaba en tono de súplica.

- Ósea que ella también puede morir - hubo un silencio - Porque no es sincera de una vez por todas Teresa, sea clara y honesta.

- Solo aléjate de ella y cuídala.

Sentí sus pasos y camine rápido a mi alcoba, la habitación tenía dos pequeñas camas, en una dormiría yo y en la otra Teresa, la persona que acababa de decir palabras horribles y de cuál no quería saber nada en este momento.

La puerta que no estaba cerrada se abrió despacio dejando ver su cabello gris y sus ojos marrones, junte todas mis fuerzas para no explotar, respire profundo y retuve el aire un momento analizando todas las buenas razones por las cuales aquella mujer se merecía mi respeto y entendimiento.

- Lo que pasó afuera no se puede volver a repetir - suspiro y la mire.

- No eres nadie para decidir sobre mi vida privada, ni tu ni mi padre ni mucho menos mis hermanos - solté en tono brusco - No creas que te dejare opinar sobre lo que no te corresponde.

- No me hables en ese tono - bromo furiosa - He dejado parte de mi vida en cuidarte, merezco más respeto.

- Yo no te pedí que lo hicieras, no te obligue a hacerlo, ya soy grande, te puedes ir - me levanté - Puede hacer lo que se te plazca, pero no meterte en mis asuntos, no creas que no sé lo que has hecho durante todo este tiempo, tengo la cara Teresa, pero no lo soy - tome aire - Mañana mismo puedes volver a la casa a seguir trabajando para mí padre.

- Samantha… - la interrumpí.

- No, no más - lente un dedo - Al menos que seas cien por ciento sincera, no te permitiré opinar más en mi vida o mis decisiones.

Camine hasta la puerta furiosa.

- No se te ocurra salir - gire para verla.

- Ya no me das órdenes Teresa, ya no más.

Tome la manija y azote la puerta, camine hasta la cocina, mis pisadas sonaban por todo el lugar, uno de los agentes me observo un momento y luego se alejó para dejarme pasar. Me dedique a caminar como una loca de un lado para el otro mientras contenía mi furia o hacia el intento.

- Pareces un león enjaulado - Liam apareció en el marco y me miró - Necesitas calmarte Samantha, vamos respira – su mano toco mi hombro.

- Necesito golpear algo, eso es lo que necesito. - seguí mis paso.

- Bueno, hagámoslo - lo miré - Siempre he pensado que el sexo da mejores resultado, pero si lo que quieres es pelear, peleamos - adquirió una posición de lucha.

- ¿Qué haces?

- Te espero, nada de golpes solo técnicas de defensa - levanté una ceja - No tengo guantes de boxeo, pero si quieres mañana te llevo a un lugar donde practicar.

- Está bien.

Coloqué mi cuerpo frente al suyo y observé los demás guardias que se hallaban detrás de él. Todo parecían expectante con la situación, pero a mí me importaba poco, solo quería sacar el enojo de mi cuerpo. Y eso fue lo que pasó, pasé aproximadamente una hora practicando técnicas de defensa y tirando al piso a distintos guardias, porque sí, decidí hacer que todos participarán. Algunos me tiraron e inmovilizaron con facilidad, generalmente los más grandes a otros simplemente les di una paliza mientras sus compañeros reían.

Cada uno de ellos me corrigió alguna postura o explico algún tips nuevo para mejorar, cuando ya estuve calmada les asegure que nadie se enteraría de nuestra pequeñas luchas en el patio y podrían estar tranquilos que no tendrían problema.

Ahora era amiga de diez guardaespaldas, Ibra, Liam, Emme - morocho de cabello oscuro y ojos miel-, Ross -un chico de pelo negro y ojos oscuro-, Bran - rubio de ojos verdes -, Charlie - castaño de ojos marrones-, Jonathan - el más delgado de todos, su piel era blanca y sus ojos negros como la noche al igual que su cabello -, y tres más que no pude aprender sus nombres. Creo que eran Aarón, Bastián y Rafael, si esos eran sus nombres.

En fin, fue una noche interesante, al menos para mí

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