01|| Baile

WENDY

Dime que no es cierto, dime que lo que estoy viendo no es verdad—sujeto mis maletas con más fuerza y la observo a los ojos—Por favor Wendy, dime que solo estás sacando a pasear a tus maletas—ríe y dos lagrimas comienzan a deslizarse por su mejilla. Niego con mi cabeza gesticulando un "lo siento" y se abalanza sobre mi—Ooh ven aquí—abre exageradamente sus brazos, me atrae hacia ella y nos fundimos en un abrazo. Presiona con fuerza sus brazos alrededor de mi cuello y puedo sentir el tacto de sus manos frías contra mi piel, estas hacen que se me erice todo el cuerpo.

Genial ahora ambas estamos llorando.

Sara y yo hemos sido amigas desde que tengo uso de razón. Desde el primer día de clases en el jardín de infantes cuando ella me lanzó un crayón en mi cabeza –vaya a saber uno porqué– provocando una gran protuberancia sobre mi frente. Golpe el cual le devolví segundos más tardes con una goma de borrar.

Ese día ambas terminamos en detención durante un largo rato hasta que llegaron nuestros padres, nos regañaron por haber echo tal cosa pero fue simplemente eso, un regaño ya que éramos unas crías de tres y cuatro años. Según me contó mi madre la maestra había dicho que eran típicas travesuras que cometían todos los niños de nuestra edad.

Hasta el día de hoy casi dieciocho años después nuestra amistad sigue siendo la misma. Y luego de... mi situación.... no se que hubiese sido mi vida sin ella. El tan solo pensarlo hace que se me estremezca todo el cuerpo.

—Sara...

—¿Ajá?—dice entre sollozos

—Voy a perder mi vuelo

—Solo unos minutos más—absorbe su nariz sobre mi hombro, y estoy comenzando a sentir la humedad de sus lágrimas junto con su mucosidad sobre mi camiseta de Shawn bebé Mendes que compré en una tienda oficial de merchandising media hora antes de su concierto en el Madison Square Garden.

El mejor concierto de mi vida por cierto. ¿Acaso hay alguien más hermoso y talentoso que ese chico? No lo creo.

—Genial, espera que llamo al piloto del avión y le digo que me espere unos minutos porque mi mejor amiga no se quiere despegar de mi hombro y  dejar de desperdigar su adn sobre una de mis camisetas favoritas.—el sarcasmo y yo vamos de la mano.

—El piloto lo entenderá—se separa de mi y observa mi camiseta—y Shawn bebé Mendes también—ríe y con su mano comienza a limpiar su rostro el cual quedó hecho un desastre. Creo que el maquillaje a prueba de agua ha fallado, en este momento mi amiga parece lo más parecido a un panda.

—Sabes que aún no me agrada la idea de no poder ir al aeropuerto junto a ti—hace un puchero con sus labios.

—Y tú sabes que odio las despedidas—me defiendo. A lo lejos oigo la bocina del auto. Señal de mi madre para decirme que estoy tardando más de lo que debería.

Volvemos a fundirnos en un abrazo, ambas nos deseamos suerte, le prometo que la llamaré en un cuanto llegue, volvemos a limpiarnos las lágrimas que siguen deslizándose por nuestras mejillas y luego de tres abrazos más me encuentro finalmente en el auto de mi madre camino al aeropuerto.

En camino a Jacksonville.

En camino a lo que dentro de poco será mi nueva vida y me convertirá en una Wendy renovada.

O eso espero.

—¿Wendy, estás segura que no quieres esperar unos días más antes de marcharte?—pregunta mi madre al volante

—Estaré bien mamá. Tengo veintidós años, puedo cuidarme sola—ruedo mis ojos—Ya hemos hablado sobre esto y tu bien sabes que esto es lo mejor para mi—miro a través de la ventana y hago todo lo posible por no traer a flote todos esos malos recuerdos que espero poder olvidar durante este pequeño viaje.

—Nunca he dicho que no supieras cuidarte sola, es solo que... no quiero que te sientas sola luego de todo lo que ha sucedido.

—Estaré bien mamá—vuelvo a repetir. Le doy un apretón a su mano y me inclino para depositar un ruidoso beso en su mejilla tal y como hacía de pequeña.

Hace dos años atrás nunca me hubiese imaginado estar en la situación en la que me encuentro ahora.

Emprendiendo un viaje a la otra punta del país, y sin el acompañamiento de nadie más que mis maletas y mi celular

—obviamente—

Dicen que uno de los métodos de relajación más efectivos es viajar. Ya que sirve para abrir la mente, explorar nuevos mundos, nuevos proyectos, incluso algunas veces comenzar una nueva vida... en fin un millón de cosas.

En parte en este viaje que estoy a punto de hacer busco algo... más o menos parecido a eso. Alejarme de lo que alguna vez me hizo daño. Alejarme de lugares y personas que espero no volver a ver nunca más.

Esta descabellada y alocada idea era simplemente eso, una idea. Pero luego de analizar los pros y contras, de investigar sitios, precios, comodidades y entre otras cosas esa idea ya la veía más como un proyecto que haría en un futuro no muy lejano.

Finalmente dos meses después ya tenía un boleto de avión hacia Jacksonville, las llaves de un apartamento y una montaña de maletas.

Un veintisiete de junio, más específicamente en un almuerzo familiar, más específicamente el día de cumpleaños de mi madre lancé la bomba.

Hasta el día de hoy me arrepiento de haber dicho la noticia ese día. A la abuela le bajó la presión, mi madre no me habló durante todo el día y para rematar cinco minutos después de haber desembuchado mi maravilloso viaje suena el timbre: la mejor amiga de mi madre, una mujer de cincuenta años qué pasó la mayor parte de su vida viajando y hacía tres meses que no se veían ya que estaba de mochilera en Holanda se presenta de imprevisto a nuestra puerta con un gran "sorpresaaa!"

Aún recuerdo con claridad la conversación de ese día, y cada vez que pienso en ello me repito una y otra vez si el mundo no podía haber estado en mi contra otro día.

Me levanto de mi asiento, observo a mi alrededor, tomo una copa y con un cuchillo la golpeo suavemente para llamar la atención de todos en la mesa tal y como hacen en las películas. —para mi suerte la copa no se rompió—

—Bueno...—Carraspeo—me gustaría... comentarles... algo...—los ojos de todos los presentes se posan en mi y me miran con confusión. El ruido de los cubiertos, platos y murmullos de las diferentes conversaciones que se están dando en la mesa comienzan a cesar—Creo que llegó el momento— pienso para mis adentros—la próxima semana me iré de viaje...—hago una pausa—por tiempo indeterminado...

Silencio

Silencio

Silencio

—¿Que te irás a un baile?—pregunta el abuelo sosteniendo con su mano izquierda su audífono para la sordera al mismo tiempo que embulle un gran trozo de carne.

Miro a la abuela y su rostro está blanco como un papel, mi madre abrió los ojos como platos y aún está intentando digerir lo que acabo de decir, por otro lado mi hermana... bueno, Emily sigue siendo Emily, no escuchó una sola palabra de lo que he dicho y en este momento se encuentra siguiendo el trayecto que hace una mosca que está revoloteando a su alrededor.

—Por favor digan algo—digo por lo bajo. Se suponía que los nervios que tenía hace unos minutos iban a desaparecer, pero sucedió todo lo contrario.—por favor...—repito

Silencio

Silencio

Silencio

Y de repente el silencio sepulcral que había se ve interrumpido por el sonido del timbre.

—Hemos llegado—la voz de mi madre me saca de mi ensimismamiento, muevo la cabeza de lado a lado quitando el recuerdo de mi mente y frente a mis ojos veo como un gran cartel nos recibe:

"BIENVENIDOS AL AEROPUERTO INTERNACIONAL DE PORTLAND"

—Maldito tráfico, perderé mi vuelo— farfullo por dentro mientras observo la larga fila de vehículos que hay por delante de nosotras. Doy un vistazo a mi reloj de pulsera y este marca las 10:35am, faltan veinticinco minutos para que mi vuelo despegue.

Nervios, felicidad, tristeza, y muchas sensaciones más es lo que siento en este momento mientras busco mi asiento dentro del avión. Luego de estar casi quince minutos atascada en el tráfico y otros quince minutos despidiéndome de mi madre —a pesar de que odio las despedidas como ya he mencionado—ahora he aquí a punto de comenzar lo que será mi nueva vida.

Abandonar Portland, abandonar la ciudad que me acogió desde que nací va a ser difícil.

Nunca he salido de Oregon por más de dos semanas. Y pensar que ahora estaré fuera de casa durante vaya uno a saber por cuanto tiempo me aterra.

Hasta ahora no había sentido miedo, hasta ahora tenía controlados mis nervios. Pero bien dije, hasta ahora...

En cuanto siento que el avión comienza a moverse mi pulso aumenta, mis manos se ponen sudorosas y aprieto con fuerza el bolso de mano que tengo en mi regazo.

Doy un último vistazo a través de la ventanilla y veo como lentamente nos alejamos de la zona en la que hace unos minutos atrás me despedí de mi madre y Emily.

El vidrio comienza a llenarse de gotas a causa de la intensa lluvia que cae fuera. Las observo una por una, siguiendo el trayecto que hacen desde la superficie de la ventanilla hasta perderse en la parte inferior de la misma, tal y como hacíamos de pequeña mi hermana y yo cuando íbamos en el asiento trasero del auto y simulábamos que las gotas estaban jugando una carrera.

Cierro lo ojos dejándome llevar por el sonido de la lluvia, en el sonido del motor del avión, en el murmullo de los pasajeros, en la voz del hombre en un altavoz que nos indica cómo reaccionar ante un caso de emergencia, en el repiqueteo de los zapatos de las azafatas que van caminando por el pasillo y en mis pensamientos, mis recuerdos, mis ideas y expectativas por cumplir a futuro, en un futuro que ahora no es nada lejano. Todo a mi alrededor se vuelve silencioso, se vuelve un libro con páginas en blanco que están a la espera de una nueva historia para ser escrita.

Nuevo mensaje de texto

Número desconocido: Suerte en tu viaje

CHASE

—Cariño... vamos, despierta— una voz a lo lejos provoca que me despierte. Hago el intento de abrir los ojos pero me es imposible. —Chase... cariño despierta, ya son las doce del mediodía—una vez más oigo esa voz familiar a lo lejos. Aún somnoliento hago el intento de incorporarme de la cama pero mi cabeza da vueltas, todo a mi alrededor da vueltas pareciera como si estuviese flotando en medio del océano.

—Mala idea—digo para mis adentros y vuelvo a recostarme en la cama en la posición que estaba hace unos segundos atrás. Cierro los ojos una vez más con el deseo de recuperar el sueño —porque no hay mayor satisfacción que dormir— pero unos minutos después mi sueño vuelve a ser interrumpido, esta vez a causa de una sensación de humedad en mi cuello y rostro.

Abro lentamente los ojos y comienzo a sonreír al sentirme identificado con el protagonista de la película que vi hace unos días atrás en la que este era despertado todos los días por los lengüetazos de su perro.

Estiro mis manos para deshacerme del canino pero...

—Un momento—pienso aún algo dormido—pero... si yo no tengo ningún perro. El dueño del edificio, Harris, un viejo malhumorado de ochenta años nos prohíbe la entrada de mascotas al edificio—Rápidamente intentando controlar el mareo me siento en la cama y allí está ella—¿pero que diablos haces tú aquí?—ella ríe y puedo notar malicia en sus ojos

—¿Acaso no recuerdas lo que sucedió anoche?—pregunta mordiéndose una uña—porque yo la recuerdo perfectamente—dice acariciando suavemente mi torso.

Miro mi cuerpo y estoy completamente desnudo. Rápidamente me levanto, tomo la sábana de mi cama y la ajusto a mi cintura intentando ocultar a mi querido amigo. Creo que es demasiado temprano para andar haciendo exhibicionismo.

Pero... volviendo a lo que estábamos. ¿Qué diablos hace Britany aquí? y peor aún, ¿Por qué estoy desnudo?

La respuesta viene a mi mente igual de rápido que una estrella fugaz.

M****a

M****a

M****a

—Ya lo recuerdo—digo en voz alta inconscientemente y veo como Brittany vuelve a sonreír de manera victoriosa.

¿Entre tantas mujeres que hay en la ciudad, tenía que ser justo ella? Entre tantas mujeres que hay en la ciudad, tenía que ser justo mi ex?

Aún medio somnoliento los recuerdos de la noche anterior comienzan a hacerse más claros.

Eran las siete de la tarde, durante dos horas estuve intentando convencer a Alex –mi mejor amigo– que ir a una fiesta sería lo mejor que podíamos hacer en ese momento. Iba a haber alcohol, música, chicas y más alcohol. Alex no estuvo muy convencido, pero aún así aceptó y finalmente fuimos a esa fiesta.

Hasta las tres de la madrugada tengo pequeños recuerdos. Recuerdo que bebí cerveza, vodka, y creo que también algunos shots de tequila. Luego de ahí ya todo es confuso veo sólo algunas imágenes y escenas.

16 horas antes

—¿Estás seguro que esa es una buena idea?—pregunta una voz femenina a mis espaldas mientras hago el intento de subir las escaleras hacia alguna parte de esta casa.

Me giro y frente a mi se encuentra Britany allí parada. Su rostro está más maquillado que nunca, y este brilla en la oscuridad a causa del glitter que descansa en sus ojos, sus labios y otro poco en sus mejillas.—mierda— maldigo para mis adentros—está preciosa.—rápidamente quito ese comentario de mi cabeza, pero en cuanto ella comienza a acercarse lentamente acortando aún más la distancia entre los dos puedo verla con más claridad. A ella y al pequeño y ajustado y escotado vestido negro que lleva puesto.

Ese mismo vestido que ahora se encuentra tirado en el suelo de mi dormitorio, junto a su sujetador, bragas y unos tacos muy pero muy altos. –¿Como hacen las mujeres para usar esas cosas?–

M****a, ¿En qué momento creí que era buena idea mezclar tantos tipos de alcohol? O mejor dicho ¿En que momento creí que era buena idea acostarme con Britany?

—No se como llegamos hasta aquí, y tampoco quiero saberlo—me apresuro a decir cuando veo que está a punto de responder—pero debes irte, esto ha sido un error. Tu y yo hemos terminado, esto no debería haber sucedido

—Pero sucedió...

—Si, lo sé, pero ambos sabemos que estuvo mal. Lo mejor será que cada uno vuelva a su casa y hagamos de cuenta que esto nunca sucedió

—Pero... Chase—ella se levanta y puedo notar que lleva puesta una de mis camisetas de los Jaguars—tú mismo lo dijiste anoche, tú me quieres y yo te quiero a ti—mierda

—Ambos estábamos bajo el efecto del alcohol—me excuso rápidamente. Hay gente a la que el alcohol le afecta su lado violento, a otros les da sueño ¿a mi? A mi me sale mi lado más romántico, cursi y empalagoso, por lo tanto comienzo a decir todas las cursilerías baratas habidas y por haber. Desde "amorcito" hasta "bebé" palabras que usualmente veo en las películas y suelo odiar hasta tal punto que me genera ganas de vomitar de tan solo oírlas.

Britany comienza recoger de forma brusca sus pertenencias una por una y las coloca dentro de su pequeño bolso.

—La verdad es que no te entiendo—dice el mismo tiempo que se quita mi camiseta sin importarle exponer todo su cuerpo tal como su madre la trajo al mundo y la lanza hacia mi. —un día dices que ya no me quieres, que muestra relación ya no funciona, pero al siguiente dices que me quieres, que te arrepientes de haber roto conmigo y ahora—sacude sus manos en señal de enojo—vuelves a echarme y dices que lo nuestro nunca va a funcionar

—Yo nunca he dicho eso—me defiendo

—¡No ha sido necesario!—grita—al parecer soy un simple revolcón más, una del montón, y como siempre la tonta soy yo por caer en tus juegos. ¿Sabes qué? Tienes razón, esto nunca funcionará. Eres un caso perdido Chase—se retira de mi dormitorio golpeando la puerta lo más fuerte posible y me quedo con la palabra en la boca. Podría intentar auto defenderme —tengo varios motivos—pero con Brittany nunca es posible.

El dolor de cabeza se hace cada vez más fuerte e intenso y siento todo mi cuerpo entumecido desde la punta de mis pies hasta la cabeza. Necesito urgente una buena ducha relajante. De otra forma la resaca no se irá nunca.

Me quito la sábana de mi cintura y noto que mis manos están cubiertas de glitter, al igual que mi torso y...—oh joder, ¡tu también! ¿Acaso no sabes controlarte?—me quejo al mirar por debajo de la sábana y ver que allí también hay rastros de glitter.

No puedo creer que le esté hablando a mi miembro como si fuese una persona. Creo que el alcohol está comenzando a afectar mi cerebro.

La pregunta es por qué tengo glitter en esa zona y como ha llegado hasta allí, pero rápidamente logro responderla cuando recuerdo que el rostro de Britany, –más precisamente sus labios– estaban cubiertos por ese... cosmético tan peculiar.

Tomo unos pantalones deportivos y una camiseta y llevo casi que de a rastras mi cuerpo hacía la ducha. Estoy bajo el agua cerca de media hora, dejando que esta caiga por mi rostro, luego por mis hombros, mi torso, hasta deslizarse por mis piernas. Hago ese recorrido del agua durante casi media hora aproximadamente y termino justo cuando el agua comienza a tornarse fría.

Rápidamente salgo de la ducha con tan solo una toalla sujeta mi cintura y me dirijo hacia mi dormitorio donde mi celular suena de forma insistente hace diez minutos.

Seis llamadas perdidas de Alfred

Tres mensajes sin leer de Alfred

Un mensaje sin leer de Alex

Una llamada perdida de abuela

Deslizo mi dedo sobre la pantalla de notificaciones y el primer mensaje que abro es el de Alfred:

Mensaje de Alfred:Chase ¿dónde diablos estás?

Mensaje de Alfred: ¿Otra vez llegando tarde? sino vienes en quince minutos juro que no volverás a trabajar aquí

Mensaje de Alfred: Cinco minutos Chase, es tu última oportunidad

—Mierda—farfullo.

Inmediatamente recorro toda la habitación hasta llegar al armario. Abro de par en par las puertas del mismo y sumerjo mi cabeza en busca de mi uniforme. —Maldita sea—maldigo por lo bajo al no encontrarlo. En este momento es cuando me arrepiento de tener mi dormitorio hecho un desastre.

Luego de estar casi cinco minutos hurgando dentro del armario encuentro la dichosa vestimenta, la lanzo hacia la cama para comenzar a vestirme pero cuando me quito la toalla recuerdo que no llevo nada debajo. Abro el segundo cajón en busca de unos bóxers y uno rojo con franjas blancas aparece frente a mis ojos.

Me los coloco rápidamente seguido del pantalón, un par de medias que encuentro tiradas debajo de la cama y finalmente los zapatos negros puntiagudos que tanto detesto.

Guardo mi celular en el bolsillo trasero y salgo de mi habitación con la camisa blanca en mis manos.

Miro mi reloj y ya han pasado los diez minutos que me ha dado Alfred.

—¡Abuela!—grito pero no recibo respuesta alguna por su parte. Entro a su dormitorio sin antes golpear y no está, me dirijo a la cocina y nada—¡abuelaaa!—vuelvo a llamarla. Tras varios gritos por mi parte decido rendirme. —Debe haber ido al supermercado—pienso, y como la anciana chusma que es debe estar poniéndose al día con alguna otra anciana sobre los cotilleos más recientes del barrio. Ruedo mis ojos y comienzo a colocarme la camisa al mismo tiempo que me dirijo hacia la salida.

Aún con la camisa desprendida salgo a toda prisa por el pasillo hacia el ascensor y ante mi se abre la puerta de emergencia que lleva a las escaleras, esta fue abierta con tanta fuerza que impacta contra mi frente.

—Auch—me quejo, doy un paso hacia atrás sujetando mi cabeza con mi mano derecha y detrás de la puerta aparece una chica cargando tres maletas y un bolso de mano. Esta camina a mi lado con la cabeza inclinada hacia el suelo sin percatarse de mi presencia y se dirige hacia el final del pasillo, más precisamente hacia la puerta número 404. —¿¡Hola!?—digo girándome hacia la chica intentado captar su atención, pero ella está demasiado concentrada en la cerradura de la puerta y en el manojo de llaves que tiene en sus manos—si si, acepto tus disculpas no te preocupes—digo sarcásticamente, pero termino hablando con las paredes y las demás puertas porque la chica cierra de un golpe la puerta y desaparece tras ella.

—¿Acaso he dicho algo malo?—pregunto a la nada mientras me adentro al ascensor—Que chica más rara...

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