Capítulo 1

Sentí como de a poco era consciente de mí misma. Mi cuerpo estaba débil y cansado, sin fuerza.

Un dolor de cabeza, como si un cuchillo se clavara en mi sien, hizo que frunciera el ceño.

Abrí los ojos con cuidado, parpadeando un poco, confundida, para acostumbrarme a la luz.

Un techo fue lo primero que ví. Era de madera... para nada igual al de mi casa. Y antes de que pudiera entrar en pánico recordando todo lo sucedido, una voz habló.

-Al fin despiertas-

En seguida miré al dueño de esa potente y gruesa voz. Estaba sentado en una silla al revés, apoyando su torso en el respaldo de la misma. Sus brazos tatuados estaban cruzados sobre el borde superior y su mirada me atravesaba más de lo que deseaba. Un escalofrío me recorrió. Se notaba desde lejos que era una persona segura y poderosa.

- ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? - apenas susurré temblando, pero intentando parecer firme. De a poco fui incorporándome para poder ponerme de pie, a pesar de que mis músculos parecían no responder.

El hombre con pelo castaño oscuro y ojos marrones sonrió confundiéndome aún más. Ver su rostro casi perfecto mezclado con una mirada feroz y dura, fue un gran contraste.

-No creo que eso importe...-suspiró poniéndose de pie lentamente. - Te veo asustada, tranquila. No te vamos a hacer nada, solo queremos tus... servicios-

¿Servicios? Diablos, iban a prostituirme.

Sentí la sangre abandonarme la cabeza para dirigirse directo a mis pies, listos para correr y huir de allí.

Sopesé mis opciones en microsegundos. Estaba de pie junto a una cama, pero a mi derecha había una puerta, tal vez podía escapar, aunque no sabía a dónde iba.

Giré mi rostro hacia la izquierda y descubrí otra puerta. Maldición. Iba a tener que decidir para qué lado correr. Y esperaba no equivocarme o podía terminar mal…

En un acto imprudente y de desesperación, corrí a la puerta de la derecha e intenté abrirla. Al ver que no podía grité con todas mis fuerzas, rogué por ayuda, y comencé a golpearla con mis manos. Dolía pegarle a la dura madera, pero nada importaba en ese momento. La adrenalina que dominaba mi cuerpo no me dejaba sentir nada más que ansiedad por salir de ese sitio.

Sentí como unos fuertes brazos me tomaban por la cintura, alejándome de la salida, y me volteaban. Continué golpeando con enojo, ahora a un torso duro, mientras las lágrimas caían por mis mejillas.

- ¡Tranquila! - gritó en vano el hombre.

Y al ver que no cedía en mi accionar, me apoyó contra la pared rápidamente, acorralandome con su cuerpo y sosteniendo mis brazos con sus manos sobre mi cabeza.

- ¿Qué m****a te pasa? - habló mientras ambos jadeábamos por la situación.

Su rostro estaba cerca del mío... podía ver con claridad el lunar debajo de su labio, su boca entreabierta dejando escapar suspiros; ví sus ojos penetrándome, como tratando de entenderme, y su ceño fruncido.

Era muy alto, me llevaba una cabeza, de modo que debía alzar mi rostro para verlo.

-No voy a dejar que me toquen, antes prefiero que me mates- lo reté con la mirada, aún sabiendo que las lágrimas rodaban por mi rostro, y que claramente estaba en desventaja.

-Nadie va a tocarte- respondió más confundido que antes -Solamente queremos que seas nuestra médica-

Contuve el aire unos instantes, evaluando sus facciones. Parecía totalmente honesto, aunque no estaba segura.

Sus ojos comenzaron a recorrer mi rostro de una esquina a la otra, iba desde mis labios a mis ojos, una y otra vez.

- ¿Nuestra? ¿Quiénes son? – hablé por fin con un poco más de tranquilidad. Pero por dentro estaba cada vez más confundida.

Él aflojó su agarre y retrocedió un poco, pero sin despegar su mirada de la mía.

- ¿No sabes que haces aquí? – preguntó apretando la mandíbula.

- No...- susurré bajando mis brazos en cuanto él me soltó y pegándome más a la pared, intentando mantener distancia.

El rostro del hombre se comenzó a poner rojo, sus puños se apretaron al costado del cuerpo y salió como un huracán de la habitación.

Sin entender absolutamente nada me senté en la cama y me dediqué a observar mis manos, moradas por los golpes que había dado. De a poco comenzaba a doler.

Intenté recuperar el aire y un poco de mi compostura perdida.

¿Qué carajo estaba pasado? Al parecer él tampoco lo sabía, lucía igual de confundido que yo.

Lo cierto es que sabía que yo era médica. Y al parecer quería que trabaje para él. O para ellos…

Pero si era así, ¿Por qué no se comunicaron conmigo por teléfono como lo hace la totalidad de los seres humanos normales? ¿Por qué me habían dormido y secuestrado?

Intenté nuevamente respirar profundo.

Okey, Anne, debes concentrarte. No importa qué clase de malentendido están teniendo entre ellos. Debes buscar ayuda y escapar.

Observé la habitación lentamente para identificar algún objeto que pudiera ayudarme.

Me acerqué a un escritorio de madera que estaba en una esquina del cuarto y comencé a abrir los cajones. Pero lamentablemente estaban vacíos.

Como era de esperarse mi bolso tampoco estaba aquí. Ni siquiera mi tapado, en donde había guardado mi celular.

Caminé hacia la puerta de la izquierda y al abrirla me encontré con un baño muy moderno. En realidad, todo aquí parecía nuevo y cuidado.

Finalmente miré la puerta que estaba a la derecha y un pensamiento cruzó mi mente: El hombre había salido tan rápido que no la había cerrado.

Corrí hacia ella, tomé el picaporte dorado con mi mano dolorida y abrí la puerta lentamente con cuidado de no hacer ruido.

Me asomé casi sin respirar. El miedo por lo que podía encontrarme me estaba paralizando.

Pero sabía que si me quedaba aquí probablemente me matarían.

Así que, tomando una bocanada de aire, puse un pie fuera de la habitación.

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