CAPÍTULO 5

5. ¡ES UN HOMBRE CASADO...!

Temprano en la mañana, no habiendo llegado Lina y el pequeño Leonardo, Marcos se alista para trabajar y alista a Simón para la escuela. El pequeño ha amanecido con un semblante diferente, vivaz.

Al salir a esperar el transporte del pequeño; ven donde su vecina y nueva amiga también sale, lista para ir a trabajar.

Sarah los mira con una amplia sonrisa y ellos igual.

El transporte llega por Simón y su papá se despide con afecto.

El pequeño mira a Sarah y levanta su mano despidiéndose también de ella. La instrumentadora hace lo mismo y ve al niño irse en su ruta sin dejar de mirarla por la ventana del transporte con su tierna sonrisa.

Cuando va lejos, ella se sube en su auto, lo enciende, pero el carro hace un ruido y se apaga.

—¡Ahora no chatarra! —exclama frustrada.

—¿Problemas, vecina? —pregunta Marcos quien se acerca.

—Hola, vecino. Sí —responde Sarah resignada, cuando intenta encender el auto nuevamente y no funciona.

—Déjame ayudarte.

—No. Te ensuciarás la ropa —le dice Sarah, quien al bajarse de su auto, nota que su vecino va vestido con camisa blanca.

—No te preocupes por eso... —dice Marcos, dedicándole una sonrisa. Se remanga la camisa hasta los codos y abre el capó del auto revisando qué anda mal.

Ella lo observa detenidamente mientras él maniobra en el interior del carro.

El chaleco del FBI,  La camisa blanca y los pantalones negros le dan un  aspecto mucho más atractivo y varonil.

El arma, la placa y las esposas las tiene a un lado del cinturón y Sarah, se descubre fantaseando con él, amarrándola en su cama.

Cuando reacciona, se reprende así misma.

«¡Es un hombre casado, por Dios, Sarah!».

No entiende por qué Lina y él duermen en cuartos separados y no se puede negar que saberlo le causó un atisbo de emoción de alguna manera, pero de cualquier forma, él está casado con ella.

—¿Y tu esposa? —le pregunta para redireccionar sus pensamientos.

—¿Lina? Debe estar viajando de regreso, no me he comunicado con ella —dice el hombre cerrando el capó del auto—. Enciende el auto, por favor.

Sarah obedece; entra al carro y suspira aliviada cuando arranca.

—Bien —le dice Sarah, sacando su dedo pulgar por la ventanilla.

—Pero le advierto, señorita Lenos, debes llevarlo al taller lo más pronto para que no empeore —le avisa Marcos, posándose al lado de la ventanilla del piloto.

—Está bien, lo haré a penas pueda. Muchas gracias.

—Con gusto, para lo que necesites...

Por unos segundos, los dos se quedan mirando fijamente;  luego al notar la hora, Marcos se despide con un movimiento de cabeza y una sonrisa.

Sarah lo ve alejarse y subir a su auto, ella pone en movimiento el suyo y se va en dirección a su trabajo.

•••

Cuando regresa de su jornada laboral, a eso de las 2:00 pm, Sarah va camino a las escaleras de su porche, pero antes de hacerlo, mira a la casa del lado, en donde ve al pequeño Simón sentado en la entrada, jugando con una ramita. La chica se desvía de su camino y va a donde está el niño.

—Hola, bonito —lo saluda.

—Hola, Sarah.

—¿Por qué no has entrado?

—No hay nadie en casa.

—¿Lina y su hijo no han regresado?

—No.

—¡Oh! Ven, entremos a mi casa —Sarah le tiende la mano y Simón la toma gustoso—. ¿Tienes el teléfono del trabaja de tu papá?

—Sí, está anotado en mi cuaderno.

—Ok. Llamaremos a avisarle... ¿Almorzaste?

—No.

—Yo tampoco. Pidamos comida a domicilio.

A penas entran, Simón le marca a su papá desde el teléfono de la casa de Sarah.

—¡Hola, papi! 

—Hola, hijo ¿Pasa algo? —pregunta Marcos preocupado, del otro lado de la línea, ya que no es común que Simón lo llame a su trabajo.

—Papi, Lina no ha llegado.

—¡¿Qué?! ¿Tú dónde estás, hijo?

—Donde Sarah.

Al oir la respuesta, Marcos suspira aliviado.

—Pásamela, por favor.

Simón le da el teléfono a la chica y esta lo toma de inmediato.

—Hola, Marcos.

—Hola, Sarah. Qué pena otra vez contigo, pensé que Lina llegaría hoy.

—¿No has hablado con ella?

—No, pero voy a tratar de comunicarme y ya salgo para allá a buscar a Simón.

—Tranquilo; Simón se puede quedar conmigo mientras terminas de trabajar y ubicas a tu esposa.

 «Esposa», a Sarah le gusta mencionar esa palabra para recordarse a sí misma, que él es un hombre casado.

—Gracias, espero devolverte tantos favores, Sarah.

—No es necesario, Marcos...

Esa tarde, Sarah y Simón la pasan juntos. Almuerzan, hacen los deberes escolares, juegan, tontean, ven las caricaturas de la televisión...

Simón está feliz, tan contento y cómodo como no lo ha estado en mucho tiempo.

Sarah no le menciona el tema de su viborastra ese día para no verlo perder ese brillito hermoso que reflejan sus bellos y dulces ojos, pero no olvida su cometido.

Al atardecer, ven a Lina llegar en su carro. Ella se baja y también su hijo Leonardo.

La mujer lleva un portafolio en las manos y por la manera cómo lo abraza, a Sarah, que mira por la ventana con Simón, le parece muy extraño.

El pequeño Simón, mira a Sarah con preocupación, por tener que ir a la casa con Lina.

—Esperaremos a tu papá aquí —lo tranquiliza. Una sonrisa de alivio invade la carita del niño—. ¿Qué te parece si te enseño mi libro favorito de cuando estaba niña?

—¡Sí! —exclama Simón contento.

Sarah saca de su estante un antigüo, pero bien conservado libro y se lo da al pequeño.

A Simón le encantan los dibujos, colores y las historias cortas que tiene éste.

Mientras el niño hojea el libro, Sarah se asoma por la ventana a mirar a su vecina "favorita".

La ve hablar por el teléfono y al colgar, Lina mira hacia la dirección de su casa y camina al patio por donde la llama.

—¡Sarah!

Simón se estremece con la voz de la mujer.

—Tranquilo, bonito, quedate leyendo, ya regreso —Sarah sale a atender a Lina—. Hola, vecina. ¿Cómo has estado? ¿Qué tal el viaje?

—Bien —le  contesta Lina cortante—. ¿Simón está contigo, cierto?

—Sí, está conmigo.

—Dile que venga que ya llegamos.

—«NO» Claro, ya le digo —Sarah entra a su casa como si buscara a Simón, le guiña el ojo y sale de nuevo al patio—. ¡Oh! se quedó dormido en el sofá, será mejor esperar a Marcos para que lo cargue y lo lleve a casa.

—¿A Marcos? —a Lina no le gusta como suena de la boca de Sarah, el nombre de su esposo—. Está bien, cuando venga mi esposo, él lo buscará —la mujer le da énfasis a las palabras "mi esposo" para que a Sarah le quede claro.

—Sí, cuando venga tu esposo —repite Sarah, también recalcando esa palabra que no entiende por qué le afecta.

Entra a su casa y se queda con Simón leyendo.

Una hora después ve a Marcos llegar a casa y saludar a Lina.

Sarah espera que el hombre le muestre algún tipo de cariño, más aún, cuando la mujer ha estado dos días fuera de casa, pero al igual que las veces anteriores, él la saluda sin ningun tipo de afecto, lo cual hace que surja en la chica, una rara sensación que invade su corazón.

Marcos camina con una sonrisa hacia la casa de su vecina. Toca a la puerta y Sarah le abre casi corriendo.

—Hola, vecina —la saluda él.

—Hola, vecino. Adelante —lo invita a pasar y este la sigue hasta la sala de estar donde se encuentra Simón concentrado leyendo.

—¡Hola, campeón! Pensé que dormías —se acerca al niño y lo besa en la cabeza.

—No quería irse y tuve que decirle eso a Lina —le explica su vecina avergonzada y con una sonrisa exagerada.

Marcos sonríe ampliamente al mirarla con esa cara.

—Papá, mira el libro de Sarah de cuando estaba pequeña —le muestra Simón.

—¡Uau! Debe tener muchísimos años entonces, como quien dice, es una antigüedad —bromea Marcos.

—¿Me estás diciendo vieja? —pregunta Sarah con una ceja levantada y mordiéndose el labio inferior conteniendo la risa e intentando ponerse seria, para que sea creíble su cara de enfado.

—No lo sé, dímelo tú.

—A una dama no se le pregunta la edad.

—¡Ah! ¿Es que tú eres una dama?

Sarah abre la boca con sorpresa, pero con ojos de picardia.

—Golpe bajo. Y aquí el señor como que está muy joven, ¿no? —dice señalandolo con la palma de la mano abierta.

—33, soy un jovencito aún.

Sarah estalla en risa.

—Pues aquí la antigüedad es otro.

—¡Uy! Golpe bajo —le dice él y da unos pasos más cerca de Sarah—. ¿Cuantos años tienes, Sarah? —su tono al preguntar es un sensual susurro.

—¿Por qué te interesa, Marcos? —le pregunta ella con el mismo tono de voz.

—Curiosidad.

—Te dejaré con la curiosidad —Ella sonríe mordiéndose nuevamente el labio de una forma tan sensual que a Marcos, le provoca morderlo él.

En medio de aquella coqueteria, entre ambos está surgiendo algo que ni ellos mismos son capaces de descifrar.

—¿Sabes que me dedico a investigar, verdad?

—Bien pueda, oficial —ella se encoge de hombros y ambos se quedan mirando mientras sonríen, viéndose directo a los ojos, hasta que escuchan a Lina llamarlo—. Te espera tu esposa —le dice Sarah, apartando la mirada de su cara.

Marcos aprieta sus labios conteniendo la risa, notando la molestia de la chica.

—Vamos, Simón, despídete de Sarah y dale las gracias.

El niño corre y abraza las piernas de su amiga y ella se inclina para quedar a su altura y darle un abrazo a él.

A Marcos le complace aquella escena, su hijo está volviendo a ser el niño feliz que había sido casi dos años atrás. Sarah se porta de una manera muy especial con Simón y Marcos no puede engañarse, pues a él mismo le ha agradado la grata compañía de la joven mujer.

—¿Puedo venir mañana después de la escuela, Sarah? —le pregunta el pequeño con entusiasmo.

—Tú puedes venir siempre que yo este aquí, bonito, pero debes pedirle permiso a tu papá.

—Papá, papá ¿puedo? ¡Di que sí, por favor! —le pide Simón con ojitos de cachorro.

—Si a Sarah no le molesta...—alza los hombros mirándola.

—Claro que no —asegura ella.

—Gracias —le susurra el hombre cerca al oído cuando se despide con un beso, ocasionando que la chica se estremezca.

Lina, que mira desde la entrada de su casa, enfurece al ver la cercanía que hay entre Marcos y Sarah.

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