Capitulo 2

Capítulo 2

   Anaís visualizó que Zeleo se baja del auto, así que emprendió a correr hasta saltar encima de él, causando que sus bolso cayera al piso, ella enredó sus piernas a su alrededor y cruzó los brazos alrededor de su cuello sin dejar de besarlo.

   —Ana —murmuró Zeleo apartando su rostro—, estás haciendo una escena.

   —No me importa —replicó—, quiero que todos sepan que tú eres mío y solo mío.

   Zeleo soltó una casta carcajada correspondiéndole el beso a su novia con tanto esmero como pudo, ella era la chica más linda de su clase, su cabello era de un color bronce y sus ojos eran tan verdes como un bosque, pero más allá que atracción física, no la amaba, tenían ya tres años en los cuales se convertía en una costumbre y a Zeleo le daba igual estar con ella o no, porque podía estar con otras chicas y Anaís ni se enteraba.

    —Dime que me quieres —susurró al oído de él.

   —Te quiero —murmuró dándole otro largo beso.

   —Señor Madonna, señorita Tomes, les agradecería que dejaran su exhibicionismo para otro momento que no sea dentro de nuestra universidad.

   Tan rápido como escucharon la voz del decano Friedman, Anaís se separó de Zeleo cayendo con un pequeño traspié que logró estabilizar antes de caerse al suelo.

   —Lo siento —dijo Zeleo con una pequeña sonrisa de superioridad—, nos dejamos llevar.

   El decano Friedman dejó que una ceja se alzara sobre sus grandes gafas de aumento sin ocular su mueca de molestia.

   —Creo que está de más decirles que si se dejan llevar una vez más, se les suspenderá por dos semanas sin derecho a reclamar evaluación.

   —Sí, señor Friedman —respondieron al unísono.

   El decano Friedman les dio una última mirada antes de encaminarse hacia las escaleras. Zeleo y Anaís soltaron una leve carcajada mientras agarrados de manos se dirigían hacia su aula donde verían clases.

   La puerta del salón estaba cerrada así que se tuvieron que quedar afuera con sus amigos, quienes comenzaban a reírse por un chiste que había dicho Lucas acerca de los conductores de autobuses.

   Zeleo visualizó a una chica de cabello castaño en la esquina de otra aula, entrecerró los ojos tratando de diferenciar algún rasgo del rostro de ella, pero una pequeña chica rubia cubrió a la chica de su visión, ¿sería posible que fuera ella?, ¿la chica de la fiesta?

   Soltó la mano de Anaís quien no le dio importancia porque veía algunas fotos del teléfono de Sara y se reían sin parar, seguidamente Zeleo caminó hacia la esquina del edificio, hasta que estuvo a espaldas de la chica, la rubia fue la primera en verlo, y no disimuló su cara de sorpresa que parecía como si hubiera visto a un fantasma.

   — ¿Niki? —Dijo Diara pasando una mano por sus ojos—, ¿te sientes bien?, me estas asustando.

   Seguidamente Niki alzó su mano para señalarle con el dedo índice el chico que se encontraba detrás ella, esta última frunció el ceño volteando a ver qué era lo que había sobre su hombro y se quedó del mismo modo que Nicole al ver a Zeleo.

  —-Hola —dijo Zeleo sin poder evitar que una sonrisa se extendiera por su rostro—,  me dijiste que te llamabas Diara, ¿cierto?

   Diara le sonrió mientras afirmaba con la cabeza levemente, era mucho más guapo de lo que recordaba, y ella habría jurado que sus ojos no eran tan intensos la última vez que lo vio.

   —Tú me dijiste que te llamabas Zeleo —replicó Diara—, ¿cierto?

   —Creí que habías dicho que no recordabas el nombre del chico sexy de la fiesta —interrumpió Nicole—. Hola, yo soy Nicole, pero me dicen Niki.

   Zeleo no disminuyó su sonrisa mientras le estrechaba la mano a Nicole, escuchando lo que ella le había dicho, eso quería decir que Diara había hablado de él como “el chico sexy”, y eso le agradaba, le daba una esperanza con esa chica.

   —Niki —murmuró Diara mirando a Nicole con ojos fulminantes.

   Zeleo notó como su cabello castaño le llegaba a la altura de la cintura, con leves ondulaciones que hacían que sus ojos grises resaltaran como reflectores, tan solo verla le robaba el aliento y eso no le pasaba muy seguido. Seguidamente él apartó la mirada de Diara para mirar a Nicole.

   —Sé quién eres —dijo Zeleo—, casi me vomitaste encima.

   Las mejillas de Nicole se volvieron de un intenso carmesí mientras no pudo evitar carcajearse débilmente.

   — ¿En serio? —Dijo Nicole—, lo siento.

   Zeleo se encogió de hombros restándole importancia, mientras volvía nuevamente la mirada hacia los ojos grises de Diara, casi sintió el impulso de inclinarse y besarla, pero se contuvo, al recordar que su novia estaba cerca de ese lugar.

   —En los tres años que tengo estudiando aquí, no te había visto —dijo Zeleo—, ¿nueva?

   —Yo me iré a ver cuántas manchas tiene el piso —dijo Nicole—, adiós... no me extrañen...

   Diaria siguió con la mirada a Nicole hasta que esta última se metió dentro del aula.

   —Sí, soy las de nuevo ingreso —dijo Diara fijando sus ojos en los azules de Zeleo, detallando cada pequeño brillo oscuro y claro—, llevo casi tres meses aquí... ¿qué carrera estudias?

   —Estudio medicina, ¿y tú?

   Diara alzó ambas cejas anonadada por lo que él le había dicho, ¡Estudiaba medicina!, además de que era bastante atractivo y parecía interesado en ella... ¡basta! se reprendió a sí misma, solo era un chico y no debía caer en sus encantos.

   —Yo... —Diara aclaró su garganta pestañeando un par de veces—, estudio administración de empresas.

   —Qué bueno —dio un paso más cerca de ella—. ¿Sabes? hay algo que me inquieta,  no te ofendas pero ¿eres un ángel? Porque apuesto que ningún humano es tan hermoso como tú, tienes una cara bonita.

   Diara tragó saliva mientras observaba como él daba otro paso más cerca de ella, por un momento sintió sus piernas temblar y su espiración abandonó sus pulmones.

   —Deberías dejar de ver películas de ficción —tartamudeó Diara mientras sus mejillas se volvían de un fuerte carmesí.

   Zeleo ladeó la cabeza fijando la mirada en los carnosos labios de Diara tornados de un leve rosa, se preguntó que se sentiría probarlos y se encontró a él mismo mordiendo sus labios. Diara fijó la mirada en los labios de él, observando cómo se mordía su labio inferior de un modo que la hacía querer abalanzarse sobre él.

   —Leo cariño —dijo Anaís apareciendo al lado de Zeleo, posando una mano sobre el hombro de él—, ya vamos a entrar a clases.

   Los ojos verdes de Anaís analizaron cada milímetro del cuerpo de Diara sin disimulo.

   —Voy dentro de un momento —dijo Zeleo pestañeando un par de veces, saliendo de la burbuja a la que se había ido.

   —Soy Anaís —dijo extendiendo su mano hacia Diara—, la novia de Zeleo.

   Zeleo observó como el rostro de Diara se mantenía sin expresión aparente, como si aún estuviera procesando lo que Anaís le había dicho.

   —Yo... —Diara tomó una profunda respiración mientras forzaba una sonrisa en su rostro, estrechando la mano de Anaís— Diara, una amiga de Zeleo.

   —Amiga —repitió Anaís sin borrar esa tensa sonrisa de su rostro, notando que Diara era mucho más alta que ella, casi le llagaba a los hombros a Zeleo que era mucho más de lo que lograba alcanzar Anaís, sin mencionar lo increíblemente linda que era Diara, haciendo enfadarla aún más.

   —Sí, creo que tengo que advertirte que no me agradas como amiga de mí Leo.

   Diara alzó ambas cejas mirando a Zeleo quien parecía querer suplicarle a Anaís que se callara.

   —Oye, solo hablábamos, no quiero problemas —dijo Diara mostrando las palmas de sus manos—, no me meto en relaciones ajenas.

   —Es bueno escucharlo —replicó Anaís—, es mejor que no te metas.

   Diara estuvo a punto de soltar una carcajada, pero simplemente se volteó y se dirigió a su aula.

   Anaís soltó un gruñido al ver que Zeleo seguía a Diara con la mirada, así que se apresuró a besarlo en los labios cuando Diara dio una última mirada hacia atrás.

   —Recuerda que eres mi novio —dijo apartándose de él—, y no me agrada tu amiga Dalia.

   —Diara —la corrigió Zeleo volteándose para dirigirse a su clase.

   —Como sea que se llame —dijo Anaís tratando de seguirle el paso—, no te quiero ver cerca de ella otra vez, ¿entiendes?

   Zeleo frunció el ceño entrando a su aula sin siquiera responder a lo que le había dicho su novia, nadie le mandaba, y si él quería seguir viendo a Diara lo haría, aunque no estaba muy seguro de que ahora que ella sabía que él tenía novia caería en sus encantos nuevamente, pero Zeleo estaba dispuesto a averiguarlo.

***

   — ¿Estás segura que dijo novia? —dijo Nicole montándose en el puesto del copiloto del carro de Diara.

   Toda la mañana Nicole había estado ansiosa por saber qué era lo que le había dicho Zeleo a Diara, pero las clases no se lo permitieron, ahora por fin habían salido y Nicole atosigó a Diara con preguntas incesantes.

   —Segura —dijo Diara cambiando la palanca para que el carro se pusiera en movimiento—, y también me advirtió que no le agradaba que yo fuera amiga de él.

   — ¿Y qué le dijiste? —expresó Nicole cruzándose de brazos, totalmente indignada.

   —Que le robaría el novio y luego besé a Zeleo enfrente de ella.

   Nicole soltó una chocante carcajada sin humor mientras negaba con la cabeza.

   — ¿Y qué le dijiste en realidad? —insistió la rubia.

   Diara soltó un largo suspiro, lo menos que quería hacer, era hablar de eso, simplemente quería olvidarse de Zeleo y del pequeño dolor que había formado en su pecho, ella estaba decepcionada, en serio creyó que él era diferente, había algo que había encajado en la forma en que la miró, que la hizo volar por los aires y luego estrellarse contra un árbol al fijarse que solo era un picaflor. Chicos como él solo les gustaba jugar el papel de don juan y Diara no estaba dispuesta a caer en ese juego.

   —Le dije que no me metería en su relación y luego me fui.

   —Debiste haberle dicho que no lo dejarías en paz, Zeleo se ve que le gustas y estoy segura que la zorra que tiene por novia solo lo atosiga.

   —Niki —Diara giró los ojos—, ponte un momento en su lugar. Zeleo es un chico muy atractivo y ella está enamorada de él, cualquier chica que le quiera hacer ojitos a su novio, simplemente la va a odiar.

   — ¿La estás defendiendo? —dijo Nicole alzando ambas cejas.

   —No —replicó—. La estoy justificando. A ver, ¿qué sentirías si tu adorado Lucas comienza a hablar con una chica que no seas tú, de un modo cariñoso?   

   —Ya —dijo Nicole rodando los ojos—, entendí tu punto, ¿bien? Simplemente cambiemos de tema. ¿A qué hora es tu entrevista?

   —A las cuatro —dijo Diara aparcando el carro frente la casa de Nicole—, mi madre me compró unas pestañas y quiere que use ese perfume intenso que aromatizaría toda una ciudad con apenas una ronceada.

   — ¡Úsalo! Y haz todo lo que diga tu madre, ella es una genio —dijo Nicole abriendo la puerta—, ¿quieres almorzar aquí?

  —No gracias, mi madre quiere arreglarme desde temprano, le dará un ataque si llego tarde a mi casa.

   —Está bien, Adiós Nena, te quiero —dijo cerrando suavemente la puerta, Diara esperó a que abriera la puerta de su casa y entrara para poder arrancar nuevamente su auto y dirigirse  a su hogar.

   — ¡Cariño! —Gritó su madre cuando Diara entró por la puerta del apartamento—, ven ya te tengo el almuerzo, mientras tu comes yo te comenzaré a arreglar el cabello.

   Diara percibió el olor a arroz quemado en la casa dándole nauseas mientras dejaba el bolso en el mueble de la sala.

   — ¿Quemaste el arroz? —dijo Diara entrando a la cocina justo cuando su madre le servía un plato con arroz y pollo sobre la mesa.

   —Oh, sí, pero lo eché a los perros de la calle —dijo Marta—, hice otra tanda de arroz, este no se me quemó.

   El olor persistía en la casa, pero no evitó que Diara llevara un trozo de pollo a su boca, y casi enseguida sintió que se estomago se revolvía, seguidamente ella colocó una mano sobre su boca y otra sobre su estómago mientras corría atropelladamente al baño y vomitaba sobre el inodoro.

   —Oh cariño —dijo Marta llevando una mano a su cabeza—, creí que ya lo habías superado...

   Diara pasó una mano por su boca mientras cerraba la tapa del inodoro y se sentaba sobre él.

   —Yo también —murmuró—, ya tenía tres semanas sin vomitar.

   Marta mordió su labio inferior, no le gustaba ver a su hija de esa manera.

   —Bueno —dijo finalmente su madre plasmando una gran sonrisa en su rostro—, date un baño y lávate tus dientes, cuando salgas, ya el olor del arroz quemado se habrá ido y podrás comer algo.

   —Creo que será mejor que me quede en casa y falte a la entrevista.

   —Ni hablar —expresó Marta abriendo sus ojos con exageración—, es una entrevista importante y no dejaremos que este pequeño incidente insignificante, nos arruine nuestros planes.

Como no, así era su madre, a pesar de que Diara poseía el suficiente dinero como para vivir diez vidas por herencia de su abuelo, su madre seguía insistiendo en que modelara porque sabía que era el sueño de ella.

   —Mamá...

   —Sin excusas —insistió cerrando la puerta del baño, dejando a Diara con la palabra en la boca.

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